Política
El día que las gentes llegaron al Congreso
Víctor Arribas
La solemne sesión de apertura de la Legislatura ha sido ridiculizada por los mismos protagonistas que hace dos años jaleaban que se intimidara a los diputados en el exterior de esos mismos muros. Una jornada que siempre ha sido motivo de orgullo para los españoles ha acabado convertida en un show, un circo de varias pistas donde la pose de dudosa educación y el exhibicionismo ideológico restaron protagonismo a la grandeza del momento.
Resulta curioso que alguien sienta la necesidad de hacer ostentación de sus ideas a través de posturas que con toda seguridad pueden molestar a los demás. Pero así es el momento actual de la política en España.
La institución merece un respeto, el mismo respeto con el que las estructuras de la misma regarán generosamente sus sueldos y asignaciones colectivas de forma puntual, como lo cobran sus concejales y sus diputados autonómicos desde hace meses. Gestos, gestos y gestos. Y nada más. El espectáculo, más bien chusco y de mercadillo, está en el origen de esta formación política y sus aledañas, que si nos vamos con la memoria dos años atrás no existían aún.
Nacieron en los platós de una cadena de televisión a la que copiaron las demás. Así durante meses, hasta llegar a la incontinencia de su estudiada fórmula de acatamiento constitucional. La coletilla viene a decir que sólo ellos son legítimos representantes de las clases populares y del pueblo auténtico, explotado y masacrado por los poderes económicos y las oligarquías. Sólo ellos representan a los ciudadanos, en la suposición válida por incontestada de que millones y millones de votantes que no les han dado su confianza no merecen ser representados. Al proclamar que lo que ahora empieza nos traerá un futuro en el que nunca más tendremos un país sin sus pueblos y sin sus gentes los nuevos diputados erradican de un plumazo los cuarenta años en los que la ciudadanía española, sus pueblos y sus gentes, han estado perfectamente representados en las Cortes democráticas sin que fuera necesaria la llegada de ningún mesías tocado por una divinidad de barrio.
¿Los pueblos y las gentes, han estado marginados en España alguna vez desde 1978? ¿Se margina o discrimina a alguna persona sorda por no terminar el 'juramento' del cargo gesticulando en lenguaje de signos? Confío en la mayoría de edad de la mayoría de compatriotas para suponer que este mensaje no encontrará comprador más que en los acólitos.
Pedro Sánchez ha vuelto, pocas horas después de este despliegue de nueva divinidad, a tender la mano a Pablo Iglesias para construir juntos un "Gobierno de izquierdas, progresista y reformista" que "regenere" la vida democrática. Para ello comienza a explorar también la posibilidad de sumar a los independentistas antiespañoles, cuya abstención necesitará para ser investido. Su decisión está tomada, su partido por ahora no se opone y su idea de que el PP es mucho peor que los protagonistas del show la lleva marcada a fuego en su mirada y en las vísceras.
Por ahora, la súplica de reflexión que algunos sectores hacen para que se llegue a un acuerdo por la estabilidad y la reforma ordenada de este país cae en saco roto.