Política
La CUP va 'a por uvas'
Carmelo Encinas
Fue un acto delirante. La asamblea de la CUP celebrada este pasado domingo en Sabadell es el exponente máximo de hasta qué punto ha degenerado el ejercicio de la política en Cataluña. Allí presenciamos cómo 3.500 individuos, que sólo se representan a sí mismos, militantes de una formación que apenas obtuvo el 8% de los votos en los comicios autonómicos del 27S, se juntaban para tomar una decisión que afecta a siete millones y medio de catalanes.
Para mayor desatino las cansinas votaciones allí celebradas fueron arrojando una sucesión de resultados tan ajustados que la trascendental partida fue quedando en el sentido que le dieran unos pocos votos. O sea que un puñado de antisistemas se daban el lujo asiático de divagar para actuar de forma determinante sobre el futuro de toda Cataluña.
Y aún hay más , si tenemos en cuenta el momento crucial que atraviesa la política a nivel nacional, en que la deriva independentista y la alternativa de nuevos comicios catalanes tendrá una influencia decisiva en posibles pactos de gobierno, al final el auto homenaje de estos cuatro gatos de la CUP habría alcanzado el gustazo de influir sobre el futuro y las vidas de 46 millones de españoles.
En esa línea avanzó la asamblea en el polideportivo de Sabadell hasta producirse la última y definitiva de votación en la que, a juzgar por el insólito empate que arrojó, un único militante de la CUP, uno que hubiera votado en sentido contrario habría logrado por si solo tener esa capacidad decisoria sobre Cataluña y el resto de España.
1.515, ésa es la cifra. 1.515 votos a favor y 1.515 en contra de la investidura de Arthur Mas. Es decir la mitad de la CUP quiere por encima de todo la revolución anticapitalista y la otra mitad lo que más le importa es la independencia.
Se trataba de elegir entre "susto o muerte" pero sin tener claro lo que les asusta y lo que les puede matar. Dudo que quienes dedicaron el último domingo del año a jugar a la política asamblearia en esa cancha de Sabadell fueran conscientes de que asistían a su última jornada de gloria.
Mostrar con tanto foco la ineficacia absoluta de la democracia interna llevándola al paroxismo permite imaginar lo que podría ser una República catalana dirigida de semejante forma. Además de revelarse incapaces de tomar una decisión y asumir responsabilidad alguna escenifican una división interna que amenaza con partir a coalición en dos mitades. En su bisoñez política no parecen advertir que les ha salido un competidor gigante que puede reducir el brillo del que ahora gozan a la condición de estrella fugaz.
La CUP lleva camino de pagar un alto precio a su incomparecencia a las elecciones generales del 20D. Es cierto que era lo coherente, habida cuenta de que nada quieren con España, pero no contaron con que sus votos contribuirían a alumbrar la estrella de Ada Colau hasta el extremo de convertirla en la líder más potente de Cataluña.
Es decir que después de los espectaculares resultados obtenidos por Podemos, 12 escaños que les convierten en primera fuerza política en aquella comunidad, gracias a la estrategia e Colau que enfatizó el derecho a decidir, el futuro de la CUP pinta a decadencia .
En una hipotética repetición de los comicios catalanes no parece fácil que los votos de la CUP que se llevó Podemos en las generales puedan volver a la formación que encabeza Antonio Baños. La inmensa mayoría de esos votos los ha perdido la CUP para siempre y más después del espectáculo de indeterminación que están dando y la incertidumbre que generan. Lo poco agrada y lo mucho enfada y en política no se puede ser tan pesado sin pagar un alto precio.
A pesar de seguir teniendo en sus manos una decisión clave, para la CUP será como escoger la forma en que prefieren suicidarse. Es lo malo de enredarse con sus propias máximas. Tanto si deciden investir a Mas como si no, la formación antisistema no volverá a tener el papel protagonista y determinante que ha tenido ahora. Será sin pretenderlo otra de las víctimas de Artur Mas que parece destruir todo lo que toca, empezando por su propio partido.
Tampoco están contentos en ERC con el correr de los acontecimientos. El varapalo propinado por Podemos mientras andaban entretenidos en defender la investidura de un candidato al que odian, con tal de sacar adelante el independentismo a la brava, les ha dejado en estado de shock. Ahora tendrán que pedir permiso a Ada Colau hasta para ir al baño y la alcaldesa de Barcelona tiene ideas y aspiraciones propias.
Pablo Iglesias es quien mejor lo sabe. Colau está muy crecida con el triunfo electoral del 20D y sus ambiciones se han incrementado en igual proporción. Se siente la abanderada de la España plurinacional que propugna y en condiciones de disputarle el liderazgo al propio Iglesias. Su nuevo objetivo es la Moncloa. Y la CUP mientras tanto a por uvas.