Política

Podemos arruina sus expectativas

    El líder de Podemos, Pablo Iglesias. <i>Imagen: EFE</i>

    Víctor Arribas

    Los sondeos van poniendo en su sitio a cada uno de los cuatro partidos importantes que protagonizan la carrera electoral en España a pocas semanas del 20-D. Podemos, la nueva formación política nacida en la universidad y en los programas de televisión, camina a la baja respecto a las expectativas que tenía hace sólo unos meses, cuando aspiraba incluso a ser primera o segunda fuerza del país. Sus propios errores, su gestión de cara a la galería en los ayuntamientos donde gobierna solo o en compañía de otros, y sus ramalazos extremistas en asuntos que no centran la preocupación de los españoles les han colocado en una pendiente que parece haberse frenado en torno al 13-15% de la intención de voto, que sería de confirmarse un extraordinario resultado para un partido que no existía hasta hace un año y medio.

    Pero sus aspiraciones pueden sufrir un duro golpe con su posición sobre dos asuntos de vital importancia: la ruptura forzada por los independentistas antiespañoles de Cataluña, y especialmente la respuesta a los atentados de París. En ambos casos Podemos se ha negado a apoyar sendos pactos de Estado alcanzados por el Gobierno y el principal partido de la oposición, defendiendo una posición alternativa por el mero hecho de no sumarse a la mayoría, cuando no por convicciones propias sobre la esencia de España como país y sobre la necesaria seguridad ante la amenaza terrorista del ISIS.

    Una amplísima mayoría de los ciudadanos apoya los dos pactos no partidistas, y alejándose de ellos va a ser difícil que Pablo Iglesias y sus compañeros se aseguren un solo voto que no sea de los acólitos irreductibles, aquellos que en un partido nacido en el extremismo y la exageración no son precisamente numerosos.

    Se arruina además la aparentemente mentirosa estrategia de parecer moderados cuando conviene, de abrazar una socialdemocracia por cuyo barniz sensato y razonable suspira Iglesias. Un partido de centroizquierda europeo nunca quedaría fuera de un acuerdo como el antiyihadista, al contrario: lo defendería y lo impulsaría como hizo Pedro Sánchez el pasado febrero.

    Decir que el acuerdo de los partidos políticos ante el terrorismo en un país amenazado es inútil se convierte en una barbaridad tan grande como negar que la unidad de los diputados franceses en la Asamblea es el primer paso de su fortaleza. Asegurar, como hace Iglesias varias veces al día desde el viernes 13 de noviembre, que el pacto defiende la venganza y no la Justicia supone quedarse a una altura moral bajísima.

    Escribir tuits de indignación contra Occidente, contra la OTAN y sus ejércitos, contra Francia y sus bombardeos de respuesta, contra Estados Unidos y su firmeza antiterrorista, es un ejercicio vacío al que pocos prestan atención en el mundo. Guardar minutos de silencio alternativos por las víctimas de los bombardeos selectivos contra objetivos terroristas como han hecho los grupos de izquierda en el Ayuntamiento de Córdoba es una indecencia que no alcanza siquiera la categoría de respuesta indignada.

    Pero negarse a entrar en un pacto en defensa de nuestro país supone quedar voluntariamente fuera del espacio de democracia y libertad que han construido los Estados occidentales y contra el que los bárbaros atentan siempre que pueden. Y eso tendrá un coste en las urnas.