Política
Navarra, la 'otra' izquierda abertzale
Borja Ventura
Uxue Barkos, la nueva presidenta de Navarra, lleva años peleándose contra todos. Durante tres legislaturas lo ha hecho contra el silencio, ya que le ha tocado ser la diputada única de su formación, siempre refugiada en el caótico Grupo Mixto del Congreso por el que han pasado conservadores, centristas, ultraizquierdistas y nacionalistas moderados. Y antes de eso lo hizo contra PP, PSOE o la izquierda abertzale, y eso que ella misma es de izquierda abertzale.
Para entender de dónde viene Uxue Barkos ideológicamente hay que barrer hacia atrás en el tiempo, cuando Herri Batasuna todavía existía. En el seno de la formación más icónica de la izquierda abertzale surgió una facción contraria al uso de la violencia y que apostaba únicamente por la vía política. Esa línea política, que fue bautizada como el mítico (para el nacionalismo) monte Aralar, acabó saliéndose de HB y emprendiendo su propio camino.
La cuestión es que el nacionalismo ya tenía su lugar en Euskadi, a la derecha con el PNV, a la izquierda con los abertzales. Así que algo empezó a cocerse en una Navarra un tanto ajena al nacionalismo vasquista hasta ese momento.
Paradójicamente, y a pesar de esa situación, en las aspiraciones de construcción nacional del soberanismo vasco Navarra siempre ha tenido un papel principal: no sólo sería la mayor de las siete provincias de la Euskal Herria que reclaman (que formarían las tres vascas, Navarra y tres francesas), sino también la que albergaría la capital y centro 'tradicional' y 'espiritual' en la tradición histórica a la que apelan. Iruña, la Pamplona que ahora gobierna EH Bildu y alrededor de la cual muchos pueblos llevan años votando abertzale, es la Icaria abertzale.
En la comunidad foral, a diferencia de en el País Vasco, el peso del PNV era anecdótico, como también anecdótica era la presencia de su escisión socialdemócrata, Eusko Alkartasuna. Pero lo que era débil por separado acabó siendo fuerte junto. Patxi Zabaleta, fundador de HB y padre de Aralar, bautizó una coalición llamada Nafarroa Bai ('Navarra sí' en euskera), uniendo esos fragmentos: el PNV y EA en Navarra, junto a pequeñas agrupaciones políticas o sociales de corte nacionalista de izquierdas como Batzarre -que estuvo con Euskal Herritarrok- o Zabaltzen.
Esa última organización estaba formada por 'independientes', entre los que estaba Barkos, entonces periodista de la televisión autónoma vasca en Navarra -y, como se deduce del perfil, vasquista y euskaldun-.
Con esos mimbres, y con el carisma de Barkos junto al peso político y la experiencia de Zabaleta, se tejió una formación pujante. Su ideología era nacionalista, vasquista y de izquierdas, pero con una clara línea roja: su total rechazo a la violencia. Así, en su discurso se identifican como miembros de la izquierda abertzale, y hablan de acabar con la dispersión, de las torturas en las comisarías o de Euskal Herria, pero también del terrorismo de ETA, de las víctimas de la violencia y de la necesidad de una condena y reparación por todo el daño causado. Esa dicotomía no tenía espacios para crecer en Euskadi, pero sí en Navarra, y más aún con la ilegalización de la 'otra' izquierda abertzale. En poco tiempo NaBai se convirtió en la marca nacionalista de referencia en la comunidad foral.
En ese punto empezaron varias guerras paralelas. Con Barkos en el Congreso desde 2004, el discurso claro y directo de la diputada les hizo ganar una visibilidad impensable para su tamaño a escala nacional (no llega a cincuenta mil votos). En varias ocasiones destacó como una de las políticas más valoradas por la ciudadanía según el CIS, a pesar de que un amplio porcentaje confesaba no conocerla.
Su postura inequívocamente contraria al terrorismo le hizo, además, ganarse el respeto de los partidos nacionales. Todavía se recuerda el día de verano de 2011, en una de las legislaturas más calientes y en pleno debate de la polémica reforma de la Constitución para el techo de déficit, cuando el Hemiciclo la recibió en pie y aplaudiendo tras unos meses de ausencia para someterse a un tratamiento de quimioterapia.
En 2007 se dio un punto de inflexión en Navarra. Los socialistas y NaBai sumaban suficiente como para desalojar a UPN de la presidencia, tal y como ha sucedido ahora. Contra pronóstico, y cuando ya había un programa de gobierno pactado y aceptado casi por unanimidad de la militancia, la sede socialista de Ferraz dio orden de no pactar y facilitar la investidura de UPN. De fondo hay teorías diversas: desde la oposición de la federación andaluza a pactar con NaBai, hasta el hecho de que estaban en marcha las conversaciones del Ejecutivo con ETA tras el atentado de la T4.
Desde NaBai se entendió aquello como el miedo del PSOE nacional a pactar con una fuerza de izquierda abertzale aunque estuviera en contra de la violencia, y se criticó el mensaje que se daba a la izquierda abertzale 'clásica', a la que se pedía precisamente lo que ellos ya hacían.
El plantón de PSOE
El PSOE contraatacó poco después pactando los Presupuestos Generales con UPN, socio del PP en el Congreso, a cambio de ciertas promesas de infraestructuras. Aquel pacto supuso que Génova rompiera relaciones con UPN y, con disidentes de la formación regional con Santiago Cervera a la cabeza, crearan la marca del PP navarro para competir con ellos. Sin embargo la estrategia socialista no bastó: el PP navarro no despegó, UPN siguió siendo hegemónico y ellos no han hecho más que caer en picado para acabar relegados en la actualidad a un papel totalmente secundario en el Parlamento Navarro.
El plantón del PSOE no fue el único problema al que tuvo que enfrentarse NaBai. Desde su salida de HB, el propio Patxi Zabaleta recibió presiones y críticas de los abertzales, que llegaron a hacer pintadas contra él en Navarra. Las críticas se intensificaron nuevamente con la ilegalización de Batasuna, cuyos portavoces entendieron como una traición que NaBai no se retirara de la contienda electoral como protesta. Fuera de los grandes focos, la tensión entre las dos izquierdas abertzales ha sido constante.
Con la vuelta a la legalidad de los abertzales 'clásicos' se produjo el vaciamiento de NaBai. Primero fue Eusko Alkartasuna quien se sumó a Bildu, por lo que fue expulsado de la coalición navarra. Eso tuvo, a la vez, implicaciones personales para Barkos, familia indirecta del exlehendakari Carlos Garaikoetxea, fundador de EA, cercano a ella en sus primeros pasos políticos y muy crítico con sus decisiones años después. La coalición se rearmó, pero pocos años después sufrió su segundo y mayor cisma: Aralar, el hijo pródigo, volvía a casa, y dejaba NaBai para integrarse como cuarto socio en EH Bildu. Junto a ellos se marcharía también Batzarre, que se integraba en Izquierda-Ezkerra, en un camino contrario al que Alternatiba emprendió separándose de IU e integrándose también en EH Bildu.
Tras la tormenta, y ya sin Patxi Zabaleta, Uxue Barkos tomó el testigo y formó a su alrededor la coalición Geroa Bai. Una vez más se presentó como cabeza de lista al Congreso, consiguió renovar su escaño y, a la vez, se presentó como candidata a la presidencia navarra. El resto, es historia: la disgregación de partidos junto a la mella que el desgaste y la corrupción hicieron en UPN hacían factible un escenario en el que una coalición de izquierdas tomara el poder.
La única duda era saber no ya quién ganaría, que sería UPN, sino qué fuerza sería la segunda para liderar la alternativa. De hecho, la duda era cuál de las dos izquierdas abertzales ganaría su particular pelea.
Al final la diferencia fue de un 1,5% de los votos, 53.497 a 48.166, y un escaño. Geroa Bai, la -otra- izquierda abertzale, la que siempre ha condenado la violencia, se imponía, pese a todas las peleas, en la foto finish. El objetivo era desalojar a UPN después de décadas de poder y, tras apoyar a EH Bildu para la alcaldía de Pamplona, los abertzales clásicos, junto a la izquierda radical no nacionalista de Podemos e Izquierda-Ezkerra, hicieron a Uxue Barkos presidenta. Ahora Navarra y Pamplona están en manos de la izquierda abertzale. Un premio que hasta ahora era poco menos que un sueño para sus aspiraciones soberanistas.