Opinión

Crecer no es obligatorio, ser sostenibles sí

  • Marian Eguskiza Suso, socia fundadora de Interalde y miembro del grupo motor de EmakumeEkin
Marian Eguskiza Suso

elEconomista.es
Bilbao,

En el marco de las jornadas INNPower organizadas por la asociación de mujeres emprendedoras EmakumeEkin recientemente hemos reflexionado sobre las fórmulas de crecimiento de nuestros negocios. A mi juicio, en el emprendimiento, hay un paso previo necesario al crecimiento de la empresa: el propio. El de la emprendedora. Porque, cuando hablamos de crecer, lo primero que se nos viene a la cabeza es escalar volumen. Llegar a más, hacer más. Más clientes, más facturación, más equipo, más visibilidad.

Pero… ¿y si crecer fuera más que eso? ¿Y si crecer no significara necesariamente contratar a más gente, sino aprender a ponerte en el centro? Porque no es obligatorio crecer en volumen, pero sí lo es ser sostenible.

La sostenibilidad, ese concepto tan manido a día de hoy en los entornos corporativos, adquiere connotaciones propias en el ámbito de los negocios liderados por mujeres.

Ser sostenible no va (solo) de medioambiente. Ser sostenible en una empresa significa que la empresa es capaz de cubrir todos los gastos que tiene. Todos. Incluido el sueldo de la personas fundadora. Esto, que parece tan evidente que no hace falta ni explicarlo, me encuentro a menudo con que es algo no tan obvio entre las mujeres que emprenden.

Se planifican y se pagan alquileres, servicios, materias primas, gastos externos… pero y tu sueldo, ¿dónde queda? Esto es un tema muy preocupante que tiene un claro sesgo de género. Porque no pasa entre los emprendedores. O yo, al menos, no me lo he encontrado tan a menudo. En sus negocios, su sueldo es un gasto previsto sí o sí. Como debe ser. Sin embargo, muchos proyectos liderados por mujeres caen en la trampa de no incluir su propio sueldo como un gasto necesario.

Estas situación es un reflejo de cómo el sistema nos ha enseñado a posicionarnos frente al trabajo y al dinero. Las mujeres hemos sido educadas para cuidar, para sostener, para hacer mucho con poco. Para no molestar. Para no "ser ambiciosas". Durante generaciones se nos ha dicho que pedir lo justo era pedir demasiado. Que poner precio a nuestro tiempo era egoísta Y eso deja huella, también cuando emprendemos. Así, sin darnos cuenta, reproducimos dinámicas de precariedad en nuestras propias empresas.

Y cuando eso ocurre, la sostenibilidad se tambalea. Porque ser sostenible no es solo pagar las facturas o cuadrar las cuentas. Es, sobre todo, garantizar que tu empresa puede mantenerse en el tiempo sin dejarte a ti, fundadora, por el camino. Y eso implica que tú —la persona que emprende, que lidera, que sostiene— tienes que estar incluida en los costes. Como gasto estructural, no como 'si sobra ya veremos'. Si tú no cobras lo que mereces, tu empresa no es sostenible, aunque parezca que los números dan. Porque en realidad, no dan.

Así, además, nos adentramos en un callejón sin salida: si cobro poco, me valoro poco; si me valoro poco, cobro menos. Y eso mina el empoderamiento, algo muy necesario para los negocios, y también la salud financiera y emocional de la empresa.

En fin, urge cambiar la narrativa: crecer no es llegar a más. Es, sobre todo, llegar mejor. Y llegar llegar contigo. Para eso hace falta atreverse a poner precio a lo que valemos y reconocer que nuestro tiempo y conocimiento cuentan. Solo así podremos romper con esa herencia no deseada que nos empuja a ponernos las últimas, incluso en nuestros propios proyectos. Sostener una empresa no debe implicar dejar de sostenernos a nosotras mismas.