Opinión

El futuro del desarrollo sostenible se decide en Sevilla

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Cristina Sánchez

El reloj avanza y seguimos sin responder a una pregunta fundamental: ¿Cómo vamos a financiar el desarrollo sostenible? Mientras los desafíos se multiplican —crisis climática, desigualdad, pobreza, conflictos— los compromisos internacionales siguen tropezando con la misma piedra: la falta de recursos movilizados, no de promesas.

La realidad es que lograr que la financiación ocupe un lugar central en las negociaciones multilaterales ya supone un reto. Y, cuando lo hace, llegar a consensos sigue siendo una tarea lenta y difícil. Ya lo vimos en la última Cumbre del Clima (COP29), donde después de un intenso debate se acordó un nuevo —aunque insuficiente— compromiso de 300.000 millones de dólares anuales hasta 2035 para apoyar a los países en desarrollo.

Ahora, diez años después de la última Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo, Sevilla acoge una nueva cita definitiva para responder a la incógnita que planteábamos al principio.

En este sentido, la ONU convoca a gobiernos, instituciones y sector privado para acordar un nuevo marco financiero que movilice más capital a menor coste, reforme la arquitectura financiera global y acelere la inversión en desarrollo sostenible.

El reto es inmenso: el déficit de financiación para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se estima en 4,3 billones de dólares al año. Y, sin embargo, el capital existe: la riqueza global supera los 450 billones. Lo que falta es voluntad política, innovación financiera y un modelo que canalice ese dinero hacia donde más se necesita.

Sobre el posicionamiento de Europa en este asunto, el rumbo es claro. Mientras en otras regiones del mundo surgen movimientos que cuestionan las finanzas sostenibles e invitan a los accionistas a dejar de priorizar criterios ESG, la Unión Europea ha respaldado esta conferencia como un punto de inflexión estratégico. Ha pedido explícitamente una transformación del sistema financiero internacional, mayor representación de los países en desarrollo, nuevas herramientas fiscales para reforzar los ingresos nacionales y más eficiencia en el uso de recursos multilaterales.

Así, frente al ruido de los discursos negacionistas, Europa reivindica que la sostenibilidad no es ideología, es estrategia.

En España, las empresas lo saben. Aquí, a pesar de la incertidumbre, la sostenibilidad sigue formando parte del corazón del negocio. Y una de las claves es que no se ve como una moda pasajera, sino como una oportunidad de generación de valor, resiliencia y competitividad.

De hecho, según nuestra última consulta el 84% de las empresas españolas considera que la sostenibilidad ofrece ventajas competitivas y más de la mitad afirma que impacta positivamente en su cuenta de resultados. Este convencimiento también se traduce en acciones concretas: un 32% de las grandes empresas ya cuenta con una estrategia de finanzas sostenibles.

Ahora, el reto es convertir esa convicción empresarial en una fuerza de transformación sistémica. Por eso, esta conferencia no solo convoca a gobiernos e instituciones multilaterales: también interpela directamente a los líderes empresariales.

Muchos CEOs y representantes empresariales estarán presentes en Sevilla porque son conscientes de que tienen un papel clave en el rediseño del sistema financiero global.

Desde el Pacto Mundial de la ONU España lo vemos con claridad: las empresas no solo son receptoras de financiación, son agentes activos que pueden movilizar inversiones, innovar en soluciones sostenibles y generar alianzas estratégicas para acelerar el cambio. Su liderazgo, visión a largo plazo y capacidad de influencia pueden marcar la diferencia entre una transición superficial y una transformación real.

En este aspecto, Sevilla representa una oportunidad única para pactar soluciones concretas para reformar el sistema financiero internacional, hacer más accesible la financiación para el desarrollo y acelerar la inversión en los ODS.

Se trata de transformar la arquitectura financiera heredada —ineficiente, desigual y desconectada de las necesidades reales del planeta— en un sistema más representativo y preparado para los desafíos del siglo XXI.

Otros puntos clave a activar serán cómo convertir la deuda en un aliado del desarrollo, liberar la capacidad financiadora de las instituciones financieras internacionales (como los bancos multilaterales de desarrollo) y aumentar todos los flujos de financiación.

Esto solo puede lograrse con la colaboración de los bancos, hasta las empresas, desde los donantes tradicionales hasta los socios emergentes.

Esta es, de hecho, la respuesta a la pregunta que planteábamos al principio sobre cómo vamos a financiar el desarrollo sostenible. Y yo lanzo otra: ¿Vamos a estar a la altura del momento?

Movilizar capital no es solo una cuestión técnica. Es una decisión política, económica y ética. Ha llegado el momento de actuar con ambición, coherencia y sentido de urgencia.

El futuro se decide ahora.

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Directora ejecutiva Pacto Mundial ONU España.