El bienestar financiero va más allá de la retribución económica
- Integrar el bienestar financiero como parte del bienestar integral permite a las organizaciones generar valor
Jose Ángel Palomo
Madrid ,
Hablar de bienestar en el entorno empresarial ha pasado de ser una aspiración teórica a convertirse en una necesidad estratégica. Tras la pandemia las organizaciones comprendieron que cuidar de sus equipos no solo es una cuestión de responsabilidad, sino de productividad, compromiso y sostenibilidad de las que ellas mismas son las principales beneficiarias. Pero pese a este avance, el concepto de bienestar sigue tratándose en muchos casos de manera parcial. La mayoría de las empresas aún lo limitan a la promoción sin un enfoque integral u holístico de la actividad física o la salud mental, olvidando un componente esencial: el bienestar financiero.
Numerosos estudios confirman que la ansiedad vinculada a cuestiones económicas es una de las principales causas de estrés en las plantillas. Afecta a una de cada cuatro personas trabajadoras y tiene consecuencias directas sobre su rendimiento, su motivación y su implicación con el proyecto empresarial. Pese a esta evidencia, el bienestar financiero sigue siendo el gran ausente en muchas estrategias organizativas.
El bienestar financiero debe entenderse como un pilar esencial del bienestar integral, junto con el físico, el emocional y el social. No es un complemento, ni un beneficio accesorio, sino un vector transversal que afecta de forma directa al resto de dimensiones del bienestar. La capacidad de unas personas para gestionar con eficacia sus ingresos, planificar su economía a corto y largo plazo y reducir sus preocupaciones financieras es clave para su estabilidad emocional, su salud física y su integración social.
Algunas organizaciones han comenzado a tomar conciencia de esta realidad y han incorporado medidas para abordarla desde el área de compensación y beneficios. Estas van desde establecer políticas retributivas competitivas, que garanticen un nivel de ingresos suficiente y estable, hasta desarrollar programas de formación y sensibilización en gestión financiera. La formación en aspectos fiscales, económicos y de seguridad social permite a las personas trabajadoras ganar autonomía y reducir incertidumbres.
Otras iniciativas incluyen el diseño de planes de retribución flexibles, que permiten a los empleados adaptar parte de su compensación a sus necesidades vitales o familiares; la inclusión de seguros de vida, salud y accidentes; y la implantación de medidas de previsión social que aseguren recursos complementarios de cara a la jubilación.
Todas estas acciones tienen una incidencia directa sobre el bienestar integral de las y los profesionales y generan entornos laborales más seguros, motivadores y equilibrados. El impacto del bienestar financiero no se limita al plano individual. Desde una perspectiva organizacional, su incorporación en la estrategia de personas se traduce en una mayor gestión del talento, una mejora del clima laboral y un refuerzo de la reputación de la compañía como marca empleadora. Las personas que sienten que su empresa se preocupa de forma real y coherente por su estabilidad económica desarrollan mayores niveles de compromiso, fidelidad y rendimiento.
Además, integrar el bienestar financiero como parte del bienestar integral permite a las organizaciones generar valor en todas las dimensiones. Un paquete retributivo que combine elementos dinerarios y no dinerarios, que contemple la salud física y mental, la conciliación, la previsión y la protección frente a riesgos vitales, es una herramienta eficaz para construir culturas corporativas sólidas y centradas en las personas. La dimensión económica también facilita la implementación de políticas sociales.
Por ejemplo, el acceso a servicios médicos, programas de apoyo familiar, iniciativas solidarias o actividades de voluntariado se ve fortalecido cuando las personas sienten que sus necesidades económicas están cubiertas. Se genera un círculo virtuoso en el que la seguridad financiera alimenta la participación social, y esta, a su vez, refuerza el bienestar emocional y la cohesión organizativa. Por todo ello, resulta imprescindible que las empresas adopten una visión holística del bienestar.
Una visión que no trate los pilares del bienestar como compartimentos estancos, sino como elementos interconectados. Cuidar de las personas implica atender su salud física, sí; su estabilidad emocional, también; su entorno social, por supuesto. Pero no será posible avanzar en ninguno de esos ámbitos si se ignora el contexto económico en el que las personas viven y trabajan. Y todo ello no solo tiene sentido desde una perspectiva de gestión de personas.
También lo tiene desde una lógica de impacto social, como hemos visto anteriormente. Porque el bienestar financiero es una palanca real para el cumplimiento de, por ejemplo, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Su implementación incide de forma directa en metas como la erradicación de la pobreza, la salud y el bienestar, la educación, la igualdad, el empleo digno o la reducción de desigualdades.
En conclusión, integrar el bienestar financiero en la estrategia de las organizaciones no es solo una buena práctica. Las compañías que pongan en práctica no solo cuidarán mejor de sus plantillas. También estarán liderando el futuro del trabajo, desde una perspectiva de bienestar, responsabilidad y competitividad.