Opinión
Cuando las calles dejan de ser un lodazal pero la vuelta a la normalidad aún es un espejismo
Ángel C. Álvarez
Valencia,
Dos meses y medio después del trágico 29 de octubre las imágenes de algunas de las poblaciones más afectadas por la DANA muestran calles limpias de fango y lodo. Con el recuerdo en la retina de los escenarios apocalípticos de hace apenas unas semanas para muchos puede parecer que el sur y el este del área metropolitana de Valencia han vuelto a la normalidad previa a la catástrofe.
Nada más lejos de la realidad. Y no sólo porque aún queda faena en garajes, sótanos, viviendas o empresas tras el devastador paso del agua o por las pérdidas personales. Prácticamente cuatro de cada diez negocios de comercio y hostelería de la zona cero aún no han levantado la persiana. Y los que lo han hecho están muy lejos de poder hablar de normalidad: los bares no llegan a la mitad de caja y muchos comerciantes apenas ofrecen una parte del producto que vendían en sus tiendas hace unas semanas.
El riesgo a que se eternice esa "nueva normalidad", el término que paradójicamente se acuñó en pandemia para definir lo que hasta entonces no era normal, empieza a hacerse evidente especialmente lejos de Valencia y de las zonas afectadas. El día a día de muchas empresas en esos municipios sigue siendo básicamente enfrentarse a imprevistos y obstáculos de todo tipo por los parches con los que se ha hecho frente a la emergencia.
Un día fallan las telecomunicaciones y la red de fibra por la infraestructura provisional que sustituyó a la destruida. Al día siguiente no hay suministro de agua. Así es la normalidad en las áreas industriales de Ribarroja según comentaba recientemente un empresario de la zona.
El propio vicepresidente para la Reconstrucción, Francisco José Gan Pampols, apuntaba recientemente que los humanos tenemos "memoria de pez" ante la facilidad para olvidar desgracias que se repiten más de lo que luego recordamos. El que será responsable del Plan de Recuperación, que reconoció que dependerá de la financiación y la generosidad de todas las administraciones, intentó quitar hierro a la falta de coordinación y las duplicidades entre los organismo públicos, aunque para ello desveló un ejemplo de las misma.
El militar retirado desveló que la empresa pública Tragsa llegó a recibir el mismo encargo de dos organismos distintos, aunque finalmente al detectarse que las dos encomiendas eran para lo mismo se destinó el dinero de una de ellas a otras funciones, según explicó.
Un peligroso precedente cuando ya se vive un pulso político continuo entre administraciones por la gestión de la catástrofe, con el cruce de acusaciones entre Gobierno central y Gobierno autonómico, con la sensación para el ciudadano que cada una de ellas está yendo por su cuenta, cuando no chocan. Un peligroso precedente para un Plan de Recuperación que aún no se ha diseñado pese a que desde hace semanas se publicita y para el que el ingrediente fundamental, el dinero, sigue aún sin cuantificarse.