Reflexiones sobre el fracaso empresarial
Pedro B. Martín Molina
Desde hace años, la doctrina ha tratado de aportar definiciones amplias de fracaso; pero en ningún caso se ha llegado a definir el fracaso con rigurosidad. Esta laguna permite que los estudiosos hagan apreciaciones subjetivas.
Como la definición de fracaso legal está regulada legalmente a partir del concepto de quiebra, suspensión de pagos o concurso de acreedores, es la que habitualmente se ha utilizado porque se considera que aporta objetividad al análisis que se realice.
En mi opinión el fracaso empresarial se entiende como el incumplimiento de los objetivos que se ha propuesto la empresa. En este sentido, se ha de plantear cuáles son esos objetivos cuyo incumplimiento puede motivar situaciones de fracaso. Esos objetivos generales de la empresa dependen del momento y de sus circunstancias particulares.
Destacan algunos objetivos, tales como los de: rentabilidad, crecimiento, estabilidad, colectividad… Pero la verdadera discusión se centra en la polaridad entre "rentabilidad-seguridad" y "solvencia-estabilidad".
La doctrina agrupa estos objetivos en los siguientes grupos que son: crear un valor económico añadido, prestar un servicio a la sociedad a la que pertenece, obtener la rentabilidad esperada de la inversión, alcanzar una seguridad o estabilidad de permanencia en el tiempo, una asignación eficiente de recursos que, en última instancia, garanticen la continuidad de la empresa en el tiempo, y, la creación de valor, siempre y cuando se asegure la continuidad en el tiempo.
Las relaciones que determinan la capacidad de creación de valor de una empresa son la de solvencia y la de rentabilidad:
a) La solvencia-estabilidad financiera representa la capacidad de la empresa para hacer frente a la devolución o el reembolso de sus deudas. Debe mantenerse una estructura financiera óptima que permita obtener recursos financieros en los momentos necesarios, por el tiempo previsto y al menor coste posible, lo que a su vez comporta la existencia de una adecuada relación entre la disponibilidad del activo y la devolución del pasivo.
b) La estabilidad económica o la rentabilidad-seguridad que se refiere al aumento de la riqueza de una compañía en relación con los recursos empleados para ello; se busca la mejor combinación de los factores productivos.
Con ello, se consigue un equilibrio entre el activo no corriente y el activo corriente que permite obtener la máxima rentabilidad sin poner en peligro la continuidad de la empresa en el tiempo.
La solvencia y la rentabilidad están claramente relacionadas, dado que la rentabilidad se presenta como un requisito necesario para asegurar la estabilidad de la empresa. Cuando prevalece la solvencia sobre la rentabilidad, los modelos de predicción basados en la solvencia se ven limitados en cuanto a sus posibilidades de aplicación en cuanto a la estabilidad empresarial y su continuidad en el tiempo. Una cosa es que la rentabilidad es un factor determinante de solvencia, y otra es que la rentabilidad no garantiza la solvencia:
a) Hay empresas con rentabilidades positivas, que tienen problemas financieros de liquidez que merman su capacidad de pago y, por lo tanto, su solvencia; b) hay empresas con rentabilidades negativas, que derivan en insolvencia -la insolvencia disminuye la rentabilidad llegando a ser negativa-.
La doctrina ha planteado las distintas formas de fracaso, aunque ninguna se ha aceptado por unanimidad.
Se pueden dar diferentes situaciones: a) El fracaso económico donde se dan distintos escenarios: la rentabilidad del capital invertido es inferior a la obtenida en otras inversiones alternativas; b) los ingresos no son suficientes para cubrir los costes o la rentabilidad media de la inversión se sitúa por debajo del coste del capital de la empresa; c) el fracaso mercantil que aparece bajo las siguientes figuras: i) los negocios que dejan de funcionar por mandato o quiebra; ii) las ejecuciones, los juicios hipotecarios o embargos; iii) las pérdidas para los acreedores; iv) los que se retiran voluntariamente sin pagar sus obligaciones; v) los que se ven involucrados en acciones judiciales tales como intervenciones, reorganizaciones o acuerdos o los que llegan voluntariamente a un acuerdo con los acreedores: vi) la insolvencia técnica o inminente: coincide con problemas de falta de liquidez; y vii) la insolvencia definitiva o actual: cuando existe un patrimonio neto negativo.
El fracaso económico y el fracaso financiero están interrelacionados. Normalmente, el proceso de fracaso se inicia cuando la rentabilidad de los capitales propios es inferior a la que se obtiene con inversiones similares -y no se corrigen- y cuando los ingresos de la actividad de explotación empiezan a ser inferiores a los gastos, dando lugar a la aparición de resultados negativos.
El mantenimiento de esta situación en el tiempo deriva en problemas de liquidez más o menos gravosos. Si se cambian estos hechos por sus términos equivalentes, el comienzo del fracaso económico se produce cuando la rentabilidad de los fondos propios es inferior a la que se obtiene por inversiones similares, alcanzando el punto álgido cuando aparece la existencia de pérdidas, cuya prolongación en el tiempo suele dar lugar a problemas de liquidez, manifestación que es el fracaso financiero.
En otro orden de cosas, los modelos de predicción de fracaso empresarial pretenden que se conozca, con suficiente antelación, la posición de la compañía, con el objeto de adoptar una serie de medidas tendentes a evitar su desaparición.
Existen situaciones diferentes, dificultades varias que determinan que las medidas a adoptar también difieran, resultando adecuado discriminar cada una de las posibles situaciones de fracaso. Ante estas circunstancias, gran parte de los modelos desarrollados para la predicción del fracaso buscan soluciones: 1) Desde la comprobación de las empresas sanas que siguen funcionando en períodos posteriores; 2) hasta el uso de un modelo previo que discrimine entre empresas con o sin problemas financieros de las definidas como no quebradas.
A pesar de todo lo expresado, es conveniente que se utilice un concepto amplio de fracaso que refleje la verdadera situación económica o financiera de la empresa, sin limitarse a los aspectos legales.
Además, se deben diferenciar varios estados de fracaso, puesto que la realidad económica muestra que las empresas pueden pasar por diferentes dificultades, para los que adopta distintas medidas, que abarcan desde simples desequilibrios económicos o financieros de carácter temporal a otros de carácter estructural que pueden conducirla a situaciones muy diversas en el futuro –como puede ser el aplazamientos de las deudas o la renegociación de sus condiciones, hasta el cierre definitivo de la empresa–.
Abogado, economista, auditor, doctor y profesor titular Sistema Fiscal. Socio fundador de Firma Martín Molina