Opinión
Javier Echenique, una persona inolvidable
- Pocos han logrado todo lo que consiguió Javier por sus propios méritos y en diferentes sectores
- Fallece Javier Echenique, vicepresidente del consejo de Telefónica
Pedro Luis Uriarte
Voy a tratar de recordar a esa gran persona, irrepetible y maravillosa, que fue mi gran amigo Javier. Fue un auténtico coloso en todos los variados campos de eso que llamamos "vida", muchos de los cuales he tenido el honor y el placer de compartir con él. Voy a comenzar por lo que para mí es menos importante, su brillantísima trayectoria profesional, que además ha destacado, con detalle y total merecimiento, elEconomista.es.
En ese campo, Javier fue un hombre de super relevantes cualidades ejecutivas, muy inteligente, tremendamente rápido, resolutivo y agudo que, además, poseía una cualidad singular: sabía convertir lo complejo en algo simple, como consecuencia de la significativa capacidad analítica que tenía.
Yo le incorporé a BBV a principios de los noventa y allí destacó de inmediato, hasta llegar a ser, lo mismo que en BBVA, un director general clave de aquel banco que alcanzó relevancia mundial, gracias, entre otras, a las brillantes aportaciones realizadas por Javier.
Dejó voluntariamente el banco el mismo día en que yo me prejubilé y lo que para otra persona hubiera representado el fin de una valiosa carrera profesional, fue, muy al contrario, el inicio de otra magnífica y muy variada, en la que supo desempeñar responsabilidades de máxima relevancia. Pocas personas han logrado todo lo que consiguió Javier por sus propios méritos, en numerosos y muy diferentes sectores.
En la actualidad, además de Vicepresidente del Consejo de Telefónica, una compañía a cuyo Consejo se incorporó hace casi treinta años, y miembro de su Comisión Ejecutiva, también era miembro del Consejo de ACS y lo fue en otras relevantes compañías como Repsol, ENCE, Sevillana de Electricidad, Hidroeléctrica del Cantábrico, Metrovacesa, Abertis Infraestructuras, etc.
Por si todo lo anterior no fuera ya mucho, Javier recuperó su antigua profesión bancaria, pero a mayor nivel aún, pues fue nombrado Presidente del Banco Guipuzcoano y, posteriormente, Vicepresidente del Consejo de Banco Sabadell y miembro de su Comisión Ejecutiva.
A esa faceta profesional, súper conocida, se une otra que lo es menos, pero que conviene recordar, porque demostró su valentía y también su generosidad: en 1980, con solo 29 años, dejó una prometedora carrera en el sector seguros y se incorporó a una arriesgada aventura, desempeñar el cargo de Director de Seguridad Social en el naciente Gobierno Vasco, un cargo sin mesas, sin sillas, sin presupuesto, sin nada, excepto la ilusión de levantar su Euskadi.
Supo sacrificarse y dar un paso al frente para trabajar en la recuperación de un País Vasco hundido, a quien se sentía unido, lo mismo que a su lengua, por convicciones muy profundas que nunca ocultó.
Todo lo anterior justifica sobradamente que haya empleado antes la palabra "coloso" para calificar a Javier, pues esa creo que es la que mejor define su increíble trayectoria profesional e institucional, en la que supo cosechar éxito tras éxito.
Pero es que, y lo que voy a escribir es singular, lo que realmente proyectaba Javier no era solo su tremenda capacidad como ejecutivo, sino los valores que guiaron cada una de sus acciones y su propia vida.
En primer lugar, su inmensa generosidad, como colaborador de distintas fundaciones e iniciativas sociales, a lo cual se añadía que, sin ser un fervoroso creyente, cumplía a raja tabla, y con creces, el precepto evangélico de que "tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha", porque, calladamente, ayudó a muchas personas que estaban pasando por situaciones críticas.
A ello se unía su lealtad inquebrantable, su señalada humildad y una simpatía natural que hacía que todo aquel que lo conociera se sintiera valorado y querido.
Proveniente de un hermoso valle navarro en los Pirineos y nacido en Isaba, en 1951, Javier llevaba consigo la serenidad y fortaleza de aquellas bellas montañas, valores que aprendió desde joven, y que supo transmitir a quienes lo rodeaban, gracias a sus padres, dos magníficas personas a las que pude conocer.
No puedo dejar de mencionar también a otra persona muy próxima a mí y a quien admiro muchísimo, su hermano Pedro Miguel, otra gran luminaria, pues es un gran físico que ha merecido numerosos reconocimientos como el "Principe de Asturias de Investigación Científica y Técnica 1998", con quien compartía un vínculo fraternal y entrañable, lleno de camaradería...menos cuando competían a muerte, en todo tipo de deportes.
Y es que Javier era, además de todo lo anterior, un gran deportista, una cualidad que confirmaba su condición de verdadero superdotado.
Brilló, por tanto, en todas las facetas de la vida: creó una familia feliz, completó una carrera profesional excelente y llena de éxitos, compitió a magnífico nivel en todos los deportes que practicó, y, por encima de todo, acreditó unas cualidades humanas muy valiosas.
Todo ello le permitió contar con una extensa comunidad de amigos y amigas, que lo admirábamos y queríamos profundamente, porque su capacidad para destacar y, al mismo tiempo, mantenerse cercano, lo convirtió en alguien único e inolvidable.
Hoy lloramos su partida, pero también celebramos la huella indeleble que deja en nuestras vidas. Javier vivirá siempre en nuestros recuerdos.
Descansa en paz, allí donde estés, seguro que en lo más alto.