Opinión
El tren de la recuperación llega en 2024 con la bajada de los tipos
Amador G. Ayora
¿Por qué va a confiar en las predicciones para 2024, si la mayoría de los economistas preveían una recesión para 2023 y ésta no ha ocurrido, ? La macroeconomía no es una ciencia exacta, está sometida a miles de factores externos, muchos de ellos impredecibles y muy volátiles, que complican las predicciones. No es como el tiempo, donde una nube de satélites permite desentrañar si estas vacaciones podrá disfrutar de unas jornadas soleadas ó no.
Ante la perspectiva de subidas de los tipos de interes y las consecuencias derivadas de la guerra de Ucrania, en diciembre del año pasado era muy improbable pensar que la economía iba a resisitir como lo ha hecho. Un ramillete de prestigiosos expertos como la secretaria de Estado del Tesoro, Janet Yellen, ó el economista Paul Krugman predijeron incluso una recesión para el año que acaba de terminar en Estados Unidos.
La economía americana está, sin embargo, a punto de lograr un milagro no visto en décadas, un aterrizaje suave después de más de encadena una docena de subida de los tipos de interés consecutivas.
¿Ocurrirá lo mismo en Europa? Pese a la prudencia que mostró la presidenta del BCE, Christine Lagarde, tras la última reunión de su consejo de Gobierno, todo apuntan a que la reducción del precio del dinero podría ser tan intensa el año que viene en el Viejo Continente como al otro lado del charco. Los expertos auguran entre cinco y seis bajadas del precio del dinero, que podrian arrancar en primavera.
Si los pronósticos se cumplen, Europa puede sorprender, saliendo del letargo en el que lleva inmersa desde el Covid. Esto son buenas noticias. ¿No decían que los economistas son unos cenizos? Lo cierto es que para que los buenos propósitos sean una realidad en 2024, deberán mantenerse condiciones como los bajos precios de la energía, la desaceleración de los precios alimentarios o la moderación de la subida de los salarios, el elemento que más preocua a Lagarde, ante la próxima renovación de convenios colectivos. Una conjunción de factores que abriría la puerta al ansiado recorte de las tasas de interés y haría que la actividad comenzará a despegar con fuerza.
Los tipos han subido en una decena de ocasiones en la zona euro en el último año y medio y sus efectos se dejarán sentir hasta finales de 2025. El Banco de España pronostica, que estos incrementos mermarán 1,2 puntos al crecimiento en 2024. Con este panorama y pese a la ausencia de shocks externos, nuestro país crecería sólo el 1,6%, según la institución que preside Pablo Hernández de Cos, es decir, al menor ritmo en más de una década, descontado el período del Covid. Una tasa, desde luego, insuficiente para reducir el porcentaje de desempleo, entre los más altos de Europa. Así que ¡menos lobos, Caperucita!
Si, además, el Gobierno implanta la jornada laboral de 37,5 horas como pactó con el partido de Yolanda Díaz, la pérdida de competitividad será enorme, lo que anticipa la destrucción de empleo en lugar de continuar creándose, como en los últimos años.
Los dos sectores, que han permitido mantener una velocidad de crucero por encima de la media europea en estos años, el sector exterior y el turismo, están perdiendo fuerza, con lo que la actvidad descansará en el consumo interno, que a su vez dependerá mucho de que se relajen las condiciones de financiación. Como se ve, la política del BCE va a ser determinante.
La economía española escapará a la recesión y la actividad se mantendrá en parámetros parecidos a los actuales en 2024. Que nadie espere una catástrofe. Como le gusta decir al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, "cada vez que el PP augura un desastre, hemos respondido con un dato positivo". El fin del mundo no sobreviene de manera rápida, pero puede ir cocinándose a fuego lento, si no ponemos remedio. Tanto el Banco de España como la Autoridad de Responsabilidad Fiscal (AIReF) coinciden en que deberíamos empezar a hacer los deberes para afrontar a la montaña de gastos que viene en los próximos años por culpa de las pensiones y de las subidas de las tasas de interés.
La vicepresidenta y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, desaprovechó 2021 y 2022, los años de las vacas gordas, con excedentes de recaudación superiores a los 30.000 millones para atajar el déficit y la deuda rampantes. Para 2024, aprobó un incremento del gasto público, descontados el efecto de los fondos Next Generation, del 9 por ciento, hasta rozar los 200.000 millones, que debería compensarse con un incremento similar de la recaudación.
Pero, con la excepción del IRPF, ni Sociedades ni, sobre todo, IVA crecen ya al ritmo de años pasados. En 2023, el Impuesto de Valor Añadido terminará plano, pese al aumento de los precios. ¿Cómo va a lograr Montero que los ingresos tributarios suban casi dos dígitos con una economía a la baja? Sólo cabe esperar que la presidenta del BCE emule a Jesús cuando multiplicó los panes y los peces para saciar el hambre y la sed de miles de sus súbditos.
El panorama es mucho peor porque en 2025, deberíamos volver a tener un déficit por debajo del 3 por ciento, lo que obligará a un ajuste adicional de 0,6 por ciento del PIB (unos 8.000 millones anuales), que nadie sabe de donde saldrán, cómo no sea de una congelación presupuetaria, que aún desconocemos. Hacienda prorrogó parcialmente las medidas fiscales para combatir la inflación en el decreto ómnibus aprobado este martes por el Gobierno, lo que tendrá un coste superior a 2.500 millones.
Una prueba de las dificultades para cuadrar las cuentas es que menos de 24 horas después de que Sánchez dijera que se iba a estudiar si los impuestos a eléctricas y energéticas se quedaban como permanentes, se confirmó a través del Boletín Oficial del Estado. Sin ese dinero, el objetivo de déficit es inalcanzable. No quiero pensar, lo que pasará como se declaren inconstitucionales, como ya ocurrió en Alemania.
Pero aún hay más, si hasta ahora hemos presumido de tener una de las inflaciones más bajas de Europa, la perspectiva para el nuevo ejercicio es que los precios termien en el 4,6 por ciento, frente al 3,8 por ciento de éste.
El restablecimiento progresivo de los impuestos a la luz y al gas, así como la retirada de las subvenciones al IVA de los alimentos básicos en el segundo trimestre impulsarán de nuevo los precios y volverán a inflar la factura de las pensiones y del gasto a finales de año. Es una pena que vayamos a perder el tren de la recuperación por culpa del exceso de gasto.