Opinión
El capitalismo no es sinónimo de codicia
- Los sistemas totalitarios tienden a restringir el capitalismo
Rainer Zitelmann
El economista británico, Paul Collier ha elaborado una serie de propuestas orientadas a "reformar el capitalismo". En su obra, critica el "déficit moral del mercado" y sostiene que "la codicia no es buena", en contradicción con la icónica película Wall Street, donde el banquero corrupto Gordon Gekko plantea la codicia como una palanca moral en base a la cual desarrollar la producción capitalista. Dando por bueno el relato de una película de ficción, Collier pide "una corrección ética urgente" del modelo de libre mercado.
En su obra Greed is Dead, que firma al alimón con su colega John Kay, también británico, Collier dibuja una imagen sesgada del capitalismo, que define como un sistema basado en el "fundamentalismo de mercado" y el "individualismo". Así, "los mercados no serían mecanismos para el intercambio en búsqueda de un beneficio mutuo, sino que operarían como lugares donde solamente las personas más astutas logran sacar un rédito personal". La solución propuesta pasa por "restaurar el concepto del interés público y ponerlo en el centro de la vida económica", exigiendo a las empresas que se alineen con ese concepto y no con la búsqueda de beneficios.
Collier propone que los ciudadanos desempeñen un papel propio de "policías" que vigilan a las empresas para asegurarse de que siempre actúan de forma coherente con el "interés público". No propone una policía estatal, pero sí una red de "activistas auto-empoderados" dedicados a espiar y monitorear el comportamiento de las empresas. "Todas las regulaciones pueden ser subvertidas, todos los impuestos pueden sortearse, todo mandato puede alterarse… y la única defensa contra este tipo de acciones es levantar una fuerza policial capaz de verlo todo".
¿Son realmente la codicia y el egoísmo las fuerzas motrices del capitalismo? ¿Tan corrupto es el sistema? La cruda realidad es que la búsqueda del interés propio no es una motivación humana exclusiva o relacionada con ningún sistema económico en específico. Lo que sí es cierto, en cambio, es que los sistemas totalitarios tienden a restringir el capitalismo y la autonomía personal, porque quieren subordinar el "yo" al "nosotros". Lo vemos en el nacional-socialismo: Du bist nichts, dein Volk ist alles ("Tú no eres nada, el Pueblo lo es todo").
En esta línea, en un discurso pronunciado en noviembre de 1930, Adolf Hitler pronunció las siguientes palabras: "en toda la esfera de la vida económica, habrá que acabar con la idea de que el beneficio del individuo es lo esencial y con la noción de que el beneficio común se construye a partir del beneficio del individuo. Es justo al revés: el beneficio de la totalidad es lo que debe determinar el beneficio del individuo (…). Si no se admite este principio, entonces inevitablemente estableceremos un modelo de egoísmo que desgarrará a toda la comunidad".
Adam Smith enfatizó los beneficios inherentes al egoísmo, pero no lo hizo principalmente en referencia al mero interés propio, sino que recalcó el hecho de que ese egoísmo se entrelaza con la necesidad mutua de colaboración y cooperación económica que tenemos los seres humanos. Célebre es su comentario de que "no es por la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero que conseguimos nuestra cena, sino gracias a la consideración que brindan a su propio interés. No apelamos, pues, a su humanidad, sino a su amor propio, y tampoco hablamos de nuestras propias necesidades, sino de las ventajas que éstos pueden lograr".
El egoísmo siempre ha sido un rasgo humano. La diferencia está en que, bajo el capitalismo, el egoísmo está restringido y limitado por el mero hecho de que solamente un empresario que se vuelva principalmente en resolver las necesidades de sus clientes puede tener éxito y ganar dinero. La empatía, no la codicia, está en la base del capitalismo. La capacidad de reconocer y comprender los sentimientos y motivaciones de otra persona se convierte, pues, en el factor que orienta la producción. Y esta es la cualidad más importante de los empresarios de éxito, que son los que entienden mejor que cualquier otro las necesidades y los deseos de las personas que forman la sociedad moderna.