Opinión

Opinión: Sequía

  • Han existido muchas civilizaciones y pueblos que sucumbieron porque explotaron su entorno en demasía
El abogado Juan Carlos Giménez-Salinas. Foto: Luis Moreno.

Juan Carlos Giménez-Salinas

En toda España, incluida Cataluña, vivimos largos meses sin que la anhelada lluvia aparezca. Este largo período de sequía ha provocado una disminución alarmante de las reservas de agua en los pantanos y, con ella, grandes extensiones de terrenos dedicados a la agricultura y la ganadería, así como muchos municipios, carecen de este líquido indispensable para la vida.

Estos períodos secos no son fenómenos nuevos. Hoy agravados por el cambio climático derivado del uso de combustibles inapropiados que utiliza nuestra civilización actual, se han venido produciendo de un modo aleatorio a lo largo de nuestra historia. Aparentemente, hoy poseemos tecnología que nos advierte de estas épocas secas, pero esta constatación no es garantía de que se asuman con rigor las medidas necesarias para intentar paliar estas carencias.

Nuestra aletargada y burocratizada administración pública, unida a la incapacidad de nuestros políticos de contemplar el largo plazo, inmersos únicamente en sus luchas partidistas cotidianas, imposibilitan cualquier decisión que se prolongue más allá de un período electoral.

Esta sequía y el cambio climático requieren de medidas en todos los ámbitos de nuestra economía y modo de vivir. Los terrenos dedicados al regadío se han multiplicado, y donde antes eran de secano, hoy aparecen vergeles. Lugares casi vírgenes por su terreno desértico, como Los Monegros, las provincias de Murcia y Almería, zonas de Castilla y el oeste de Andalucía, hoy aprovechan las aguas freáticas hasta que llegue su extinción.

Los bosques jamás se han cuidado y en lugar de enriquecer la tierra y el clima, se incendian sin control. Los municipios son incapaces de mantener sus canalizaciones con el fin de que no se produzcan enormes fugas. En Cataluña, el 25% del agua canalizada se pierde por su falta de mantenimiento. Somos incapaces de reciclar el agua residual, la proveniente de la refrigeración y la que dejamos perder después de haberla utilizado en nuestros hogares.

En cuanto a la agricultura, quizás podría limitarse la producción hortofrutícola y limitar cualquier nueva explotación. Queda mucho por hacer en cuanto a la desalinización del agua de mar, pero a largo plazo también será insuficiente si no se limita con eficacia su consumo.

Un ejemplo de un modo de hacer de nuestras administraciones es el anuncio e inicio de obras de canalización que se llevaron a cabo en la época de José Montilla como president. Recordemos que en marzo y abril de 2008, Cataluña sufría una sequía como la actual. En aquellas fechas los partidos catalanes defendieron posturas antagónicas.

El Govern defendía el Plan Segre, y ERC y CIU el trasvase de agua del Ródano, nada menos, mientras que los del PP proponían traer barcos de la desalinizadora de Carboneras, Almería.

Como resultado de esta dispersión partidista de ideas, las obras quedaron paralizadas hasta hoy, ya que cuando comenzó la lluvia y se vio que no era necesario y había pasado de largo la urgencia, se acabó el proyecto. Hoy estarían acabadas las obras y tendríamos un mejor instrumento para economizar el agua que nos falta. Quince años después de aquella terrible sequía de 2008, estamos igual que entonces, sin haber previsto nada.

Quince años después de aquella terrible sequía de 2008, estamos igual que entonces, sin haber previsto nada

Nos avisa la tierra, nos avisa el clima y nos advierte de su sobreexplotación, su cansancio y su agotamiento. Repasando la historia, han existido muchas civilizaciones y pueblos que sucumbieron porque explotaron su entorno en demasía, desertizándose los campos circundantes. Se despoblaron grandes ciudades y sucumbieron imperios por no poder sobrevivir como deseaban, regresando a etapas primitivas.

El imperio maya se agostó por carecer de medios para alimentar y desarrollar su creciente población. Idéntico fenómeno les ocurrió a los habitantes de la isla de Pascua. También a la civilización mal conocida del Valle del Indo, la cultura de Harappa, nombre de su capital, situada entre India y Pakistan 2.000 años a.C. y a varias culturas de Mesopotamia y sur este asiático, en las mismas fechas.

Egipto, el país más rico de aquella parte del mundo hasta la época de las cruzadas y conquistado por Saladino hacia 1.170 de nuestra era, decayó por la superexplotación del Nilo. Estos son algunos de los muchos ejemplos de culturas desaparecidas por desertizar su rico entorno natural.

Si este fenómeno ha ocurrido muchas veces a lo largo de nuestra historia, ¿por qué razón no puede pasar hoy con nosotros?, incapaces de aprender de nuestros antepasados y a pesar de la ingente tecnología que poseemos.

Debe ser el momento que nuestros políticos superen sus luchas de poder en aras de encontrar soluciones lógicas para contener nuestra voracidad y ambición sin límites y consensuen una política a largo plazo para preservar nuestro entorno, aún a costa de presiones e intereses de todo tipo.