Sin productividad no hay pensiones
elEconomista.es
La caída de la productividad española arrancó en la crisis financiera de 2008-2013. El problema es que dicha tendencia se mantiene en la actualidad a una tasas que ya triplican la propia de la eurozona desde el periodo previo a la pandemia (2017-2018) hasta el año pasado. Así lo refleja Eurostat, con una pérdida de 8 puntos en esta variable frente a los 2,6 de la Unión Monetaria.
Esta brecha refleja que España tiene lastres propios, que hacen que la falta de productividad sea un problema especialmente arraigado. No en vano, problemas inherentes a nuestra economía como la excesiva proliferación de empleos de bajo valor añadido o el auge del empleo público impiden recortar diferencias con Europa. La baja productividad ya ha provocado en el pasado, incluso en la época del milagro económico nacional previo a la crisis de las subprime, que los españoles sean los ciudadanos europeos que más riqueza han perdido en el siglo. Pero ahora la factura del pobre rendimiento tanto por trabajador como por hora en nuestro país también amenaza la sostenibilidad de las pensiones. Así lo estima el propio Gobierno, que frente al envejecimiento de la población y los menores flujos migratorios, sitúa un incremento de la productividad como uno de los pilares de la nueva reforma de pensiones. Una mejora que será muy difícil de lograr. Pero no solo porque la evolución reciente de esta variable la pone en seria duda.
La histórica caída del rendimiento por trabajador y el alza de costes salariales compromete las pensiones futuras
También influye la propia normativa impulsada por el ministro Escrivá con medidas como elevar los costes salariales mediante un incremento de las cotizaciones sociales, que castiga la capacidad de las empresas para captar y retener a los profesionales más productivos. Una total incongruencia que compromete el futuro de las pensiones.