Opinión

EEUU-China: un acuerdo frágil en Osaka


    Thomas Costerg

    Trump ha decidido mantener el statu quo respecto a aranceles a importaciones de China, reiniciando las conversaciones comerciales: "vamos a seguir trabajando con China donde lo dejamos y ver si podemos llegar a un trato". También ha declarado que China ha acordado comprar una "tremenda" cantidad de alimentos y productos agrícolas y la eliminación de la prohibición que impide a grupos estadounidenses vender software y equipamientos al gigante chino de telecomunicaciones Huawei, con excepción de productos vinculados a la seguridad nacional.

    Es posible que China haya ampliado los asuntos a cuestiones geopolíticas, incluyendo Corea del Norte e Irán. Además China tiene ases en la manga, como su dominio de tierras raras, clave para el hardware, con lo que puede amenazar a grupos estadounidenses suministrados por exportadoras chinas. El caso es que la declaración de China tras la reunión del G-20 menciona que las negociaciones se están reiniciando en igualdad y respeto mutuo y que cualquier acuerdo tendrá que abordar preocupaciones de ambas partes. Esto no ha sido mencionado por Trump. China lleva mucho tiempo insistiendo en que se eliminen los aranceles antes de reanudar conversaciones, pero parece haber renunciado. En resumen, para ambos probablemente ha tenido sentido una tregua.

    Ahora bien, seguimos viendo alta posibilidad de que Trump suba la apuesta antes de las elecciones presidenciales de EEUU de noviembre de 2020 y decrete un tipo arancelario del 10% a las importaciones chinas aún no grabadas. Está en nuestro escenario central.

    Hay que tener en cuenta que las tensiones tienen raíces profundas, más allá del déficit comercial bilateral (o acuerdo de China de aceptar más importaciones de soja estadounidense, enfoque inicial de Trump). La administración estadounidense parece atenta al surgimiento de China como rival económico y tecnológico. De hecho la cuestión de propiedad intelectual sigue en el centro de preocupaciones respecto a que el ascenso tecnológico de China se produzca a expensas de EEUU, que la acusa de robo de propiedad intelectual (fundamento jurídico de los aranceles). Más aún, la Casa Blanca sigue poblada de escépticos que influyen en Trump (como Peter Navarro, su asesor comercial; Robert Lighthizer, el representante comercial de EEUU y Wilbur Ross, Secretario de Comercio).

    Efectivamente, los ataques verbales contra China han formado parte de la campaña de Trump, destinado a apoyar a Estados del Rust Bealt del noreste de EEUU, clave de la aritmética electoral. Así que Trump probablemente se vea obligado a parecer duro. Es cierto que los agricultores estadounidenses son la principal víctima de las tensiones (China tomó represalias comprando mucho menos soja de EEUU), pero Trump ha favorecido el subsidio y elevado a los agricultores a la categoría moral de "Patriotas". Además los Demócratas presionan a Trump a medida que el centro de gravedad del partido se mueve hacia la izquierda, con una postura mucho más dura hacia China los últimos años.

    Así que asignamos una probabilidad de 5% a que antes de las elecciones presidenciales de EEUU de 2020 se eliminen todos los aranceles a las importaciones chinas, con un acuerdo que aborde las cuestiones tecnológicas y de propiedad intelectual y 35% a una ruptura completa de las conversaciones, con imposición inmediata de un arancel del 25 % a bienes chinos adicionales y quizá más restricciones a la tecnología China. En ese caso, con Trump revelándose como proteccionista comercial, ¿ sería Europa la siguiente?. Ello resultaría particularmente perjudicial para el comercio, el sentimiento y la inversión empresarial.

    El caso es que la tregua mantiene los aranceles existentes en vigor, incluido aumento de 10 al 25 % para aproximadamente la mitad de importaciones de China. Esto, junto con los caprichos de la política comercial de Trump (como la amenaza a las importaciones de México del pasado junio), afecta al sentimiento empresarial estadounidense. Por su parte la Reserva Federal ha tendido a atribuir la desaceleración desde principios de año a la incertidumbre comercial (aunque también se debe a que disminuye el impacto de las reducciones de impuestos de diciembre de 2017). Su presidente, Powell, se ha mostrado a favor de la facilitación monetaria, encajonándose de alguna manera en la posición. La tregua comercial puede no ser suficiente y un recorte de tipos de interés puede basarse en la debilidad de las encuestas recientes. De manera que seguimos que reduzca los tipos de interés 0,25 % el 31 de julio y 0,25% en septiembre), sobre todo por "seguridad", aunque no creemos que la economía estadounidense esté entrando en una recesión. Ahora bien si la tregua con China llega a final abrupto, las expectativas de inflación entran en espiral a la baja y/o la economía de EEUU en recesión, los posibles recortes podrían ser del 0,5%. Incluso la Reserva Federal ha insinuado la posibilidad de reiniciar la política de expansión monetaria cuantitativa.