Opinión

Preludio obligado para entrar en la UE

    España necesitaba estar en Europa por su débil estructura económica

    Juan Velarde Fuertes

    Ante nuestra economía surgió una nueva realidad clarísima no solo desde el Tratado de Roma, sino previamente al observar las ventajas que, desde la Guerra Fría, con la ayuda de EEUU- el Plan Marshall- creaba una vinculación especial en lo económico en Europa, que afectaba incluso a Portugal. Contemplábamos que en principio éramos ajenos. Ahí se encuentra la satisfacción, en lo económico, derivada de nuestra participación en la Guerra Fría a partir de 1953, gracias a los acuerdos de tipo militar y económico con los Estados Unidos.

    Se comenzó a saborear entonces la ventaja de una integración económica internacional, como consecuencia de no solo nuestro ingreso en el Fondo Monetario Internacional, sino en la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE).

    En esos momentos, precisamente, fue cuando un académico, José Larraz, que había tenido una formación intelectual vinculada con el ámbito católico europeo, contempló cómo la Alemania de Adenauer, la Francia de Schumann y la Italia de De Gásperi, profundamente católicos los tres, pasaba a tener unos planteamientos nuevos, los que acabaron capitalizando en el Mercado Común Europeo. Desde el Vaticano, esto se contemplaba con satisfacción extrema. Larraz, que había sido un ministro de Hacienda muy destacado, y que si leemos su Diario, editado por la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, creo que queda claro que quizá se imaginó ser algo así como un posible Salazar de la nueva situación creada en España a partir de 1939, con un Franco que podría tener un papel análogo al del General Carmona en Portugal, se enfrentó con otro aspirante al control político supremo en España: Serrano Súñer. Larraz perdió la batalla política. Tras su rotunda dimisión, volvió a labores políticas muy claras, al reunir todo un conjunto de altos expertos de la economía, y publicar, en una serie de volúmenes datos que señalaban de qué modo el Mercado Común Europeo estaba siendo una oportunidad grande para el desarrollo de todos y cada uno de sus miembros, y cómo España podría encajar en eso su economía.

    No es posible dejar a un lado estos estudios como un preludio de una marcha nueva que se iniciaba. Precisamente, porque esa conjura de grandes expertos, del mundo español de la ciencia económica, dejó a un lado a poquísimas autoridades, si es que dejó a alguna. Enlazaba además el mensaje de Larraz con otro que sobre todo en la Sección de Economía del Instituto de Estudios Políticos y en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas había dejado von Stackelberg, y que ahora ha quedado claro tras los trabajos Baunert, que destacaban que la marcha de éste a España se debía a sus enlaces con la conjura de Canaris contra Hitler. Ullastres era miembro del Instituto de Estudios Políticos, y además había quedado impactado por el ensayo de Perpiñá Grau, De Economía Hispana (Labor, 1936), cuando en él se señalaba que el sendero que seguía la búsqueda de la autarquía generaba, automáticamente, la decadencia económica de España. Y por el gran cambio político, creado por la Guerra Fría frente a la Unión Soviética nuestra participación en ella, obligaba a alterar, todos los planteamientos habituales hasta entonces, y como indicaba la OECE, exigían un cambio radical en la política económica.

    Un grupo de intelectuales cambió la política económica hacia el mundo comunitario

    Ullastres, derivado de todo esto, se convirtió, como ministro de Comercio, primero, y además de modo muy brillante, y como embajador en Bruselas ante el Mercado Co-mún, en un hombre esencial, que completaba con su acción y la de su equipo algo que culminaría con el famoso acuerdo preferencial de 1970 con el mundo comunitario, primer paso definitivo para la futura integración plena.

    Pero en el ámbito del Instituto de Estudios Políticos, y como Decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas desde 1944, había convivido con todo este nuevo mundo, Fernando María Castiella. Sus asesores, en economía, mas destacados, se iniciaron con la persona de Valentín Andrés Álvarez, que capitaneó posteriormente instituciones europeístas, y con Manuel de Torres, otro enemigo del modelo castizo de nuestra política económica, quien desde sus estudios iniciales buscaba soluciones de apertura. Y ambos economistas, en el ámbito de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, seguían insistiendo en eso y en la necesidad de, para comprender el camino acertado futuro, que era preciso implantar puntos de vista con un adecuado instrumento macroeconómico. La consecuencia fue la puesta en marcha, a partir de 1954, de la Contabilidad Nacional de España y también desde 1954 de una Tabla Input-output. Desde Keynes a Leontief, todo esto estaba en un planteamiento adecuado para un futuro que culminaría con el camino europeo, iniciado desde la OECE por Es-paña. Era necesario, pues, integrarnos, en lo que des-de el Tratado de Roma había surgido.

    Se estableció así, por ejemplo, una relación To-rres-Ullastres en la negociación del mencionado Acuerdo Preferencial, el cual consiguió ventajas claras en el terreno de la negociación comunitaria.

    Basta recordar decisiones como la de Ullastres sobre el tipo de cambio de la peseta

    Y dentro de este panorama no es posible dejar a un lado la postura de Castiella, ministro de Asuntos Exteriores desde 1957. El tema de la asociación de España de forma definitiva al conjunto europeo pasó a situarse, gracias a Castiellam en primera línea. Él fue quien envió una carta, con la aprobación del Gobierno, para iniciar las negociaciones de entrada plena y definitiva en el ámbito comunitario. La fecha de 1962, de ese envío a Bruselas, causó algo así como una adhesión colectiva. Recuerdo que yo me encontraba en un almuerzo, a causa de una reunión con los colegiales, en el Colegio Mayor Covarrubias, que dirigía entonces el académico Fernando Suárez, quien me parece que fue el que dio la noticia del envío de la carta de Castiella, y ello produjo un aplauso general por parte de aquel conjunto universitario. Y esto se amplió a todo el ámbito español.

    Y esa influencia del mundo intelectual acabaría culminando con la futura acción de otro académico, Leopoldo Calvo-Sotelo. La formación inicial de éste fue en la Escuela de Ingenieros de Caminos, donde concluyó sus estudios con el número 1. La Escuela de Ingenieros de Caminos pasa a ser esencial, desde el siglo XIX, para explicar la evolución del pensamiento económico español, y en grandísima parte hacia senderos de apertura.

    Los antecedentes de Leopoldo Calvo-Sotelo se encuentran ahí, y acaba de ser publicado un libro donde esto se expone de modo claro, a través de sus discursos, programas, debates, conferencias, a lo largo del periodo de culminación de nuestro paso a ser un país comunitario más.

    Fue todo un conjunto de intelectuales el que creó el cambio de la política económica española, hacía el mundo comunitario, con la colaboración de altos expertos internacionales. Basta recordar la decisión de Ullastres en torno a la fijación de un tipo de cambio racional para la peseta, y el apoyo que tuvo, en una audiencia con Franco, del gran economista Per Jacobson. Jacobson era un hombre clave del Fondo Monetario Internacional. Así fue posible caminar simultáneamente para integrarnos en el Acuerdo General Sobre Aranceles y Comercio, o sea el GATT. La conexión Ullastres, Navarro Rubio – también académico- y Castiella pasó a ser esencial, y en el caso de Ullastres, la colaboración de dos futuros catedráticos de Madrid: Manuel Varela y el académico Enrique Fuentes Quintana, y en Hacienda, con otro futuro catedrático y académico, José Barea. Finalmente, en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas escuchaba estos mensajes un alumno, Carlos Solchaga, que pasó a ser el hombre clave que posteriormente sería esencial para que el euro sustituyese a la peseta, superando el trauma que había causado la incorporación de la peseta al Sistema Monetario Europeo. En 1990 todo esto pasó a ser la base de nuestra economía en adelante.

    Un río de nombres de académicos, de profesores universitarios está, pues, detrás de este cambio que creó, en vez del Modelo Castizo existente desde 1808 –tras el final del Modelo Imperial iniciado en 1492- y que permaneció triunfante hasta 1953, cuando nació el actual Modelo Comunitario, que no se entiende sin este apoyo que resultó fundamental, por parte de las personas que he citado.

    Sin ese preludio intelectual expuesto ante los políticos en la sociedad española, ¿nos hubiera ido tan bien como ahora sucede? Y ello porque no tenemos, ni de lejos, la estructura económica que posee Noruega, que por ello se permite permanecer ajena a la UE.