Opinión

Una demografía en caída libre en España


    Joaquín Leguina

    El pasado jueves, el INE publicó una serie de datos demográficos en verdad preocupantes (o que deberían preocupar). Para empezar -y no es el primer año- las muertes superaron en 2018 a los nacimientos en 56.751.

    En Orense, por ejemplo, hubo 3,2 muertes por cada nacimiento; en Zamora 3,1 y solo en ocho provincias hubo más nacimientos que muertes. Pero es que si solo contabilizamos los nacimientos y las muertes de autóctonos, las muertes superan a los nacimientos en todas las provincias. El saldo vegetativo (nacimientos menos muertes) viene siendo negativo desde 2015 y si tomamos ese saldo para la población autóctona viene estando por debajo de cero desde 2011, llegando a 133.660 en el año 2018.

    Hubo en 2018 un 6,1 por ciento menos nacimientos en total que en 2017, y 7,6 por ciento menos bebés con madre española, respecto a 2017. En Galicia un 11,5 por ciento y en La Rioja un 9,8 por ciento. Un 9,2 por ciento en Cataluña. Una caída tan fuerte como inesperada en unas cifras que suelen evolucionar muy lentamente, como son las demográficas.

    Hubo en 2018 menos de 370.000 nacimientos y se estima que en torno a 270.000 bebés de madres nacidas en España, un nivel propio de hace unos cuatro siglos. En 1976 na-cieron 676.000 niños (casi el doble que en 2018 y 2,5 más veces en el caso de madres nacidas en España).

    El número de hijos por mujer o Índice Sintético de Fecundidad (ISF) dentro de la población autóctona fue de 1,19 y en Canarias de 0,98. El norte de España ha entrado hace ya tiempo en barrena (en 2018: Asturias 1; Galicia 1,02; Cantabria 1,1; País Vasco 1,17). Téngase en cuenta a este respecto que para no perder población se estima que el ISF ha de estar, al menos, en 2,05.

    El caso de Canarias es llamativo, pues en 2018 fue la región más infecunda de España y, probablemente, también de toda Europa, más que Asturias, y no hace tantos años la natalidad en Canarias era la más alta de España. En ninguna comunidad autónoma española se llegó en 2018 siquiera a 1,4 hijos por mujer.

    En conjunto, las españolas tuvieron un 43 por ciento menos niños que los precisos para el relevo generacional. La caída en el número de hijos de españolas en 2018 fue especialmente abrupta en Galicia, pero también en La Rioja, Cataluña, Extremadura, Cantabria, Canarias y el País Vasco.

    Esta baja fecundidad conduce inexorablemente a un creciente envejecimiento y cuando las niñas que nacen ahora lleguen a edades fecundas el proceso será irreversible, incluso con tasas crecientes de fecundidad. Al fin y al cabo, el número de niños que nace durante un año es el producto de dos factores: el número de mujeres y las tasas de fecundidad. Y si ambos factores caen, el proceso se reduplica. Y si las mujeres tuvieran los hijos que dicen desear tener (Encuesta de Fecundidad 2018), que son más de 2, tampoco el número de nacimientos crecerá.

    La encuesta última de fecundidad del INE volvía a mostrar que, pese a estos datos, las mujeres españolas dicen desear tener más el doble de hijos que luego tienen, lo cual denuncia la presencia de factores externos contra la fecundidad, entre los que están, sin duda, la precariedad laboral y los bajos salarios.