Opinión
Coalición, cooperación y voto de castigo
José María Triper
Define la Real Academia la palabra cooperación como el "procedimiento para la adopción de decisiones que requiere un acuerdo de voluntades entre dos o más partes, bien para producir un acto o plan conjunto, bien para asegurar la participación de unas entidades en los procedimientos que deben ser resueltos o decididos por otros". Un significado que aplicado en su literalidad en nada implica la participación de todas las partes en los órganos de ejecución en los asuntos o procedimientos. Más bien al contrario, puesto que indica que dichos asuntos deben ser "resueltos o decididos por otros". Todo lo opuesto de la coalición que la RAE define como la "unión transitoria de personas, grupos políticos o países con un interés".
Esto es lo que, más o menos, ha debido explicarle Pedro Sánchez a Pablo Iglesias, en esa reunión secreta de la que los podemitas se encargaron de que nos enteráramos todos. O lo que es lo mismo, que el presidente en funciones le tradujo a su interlocutor lo que quiere decir con ese concepto tan innovador de "gobierno de cooperación". Una cooperación que, de atenernos a la literalidad de la definición, y a lo que piensan en La Moncloa y en el PSOE, supone un rotundo "no es no" a las aspiraciones de los podemitas de entrar en el Gobierno, por mucho que el increíble hombre menguante de Galapagar siga implorando entrar en un Ministerio aunque sea de bedel.
Y, por si hubiera dudas desde el Ejecutivo socialista, con idéntica celeridad que la filtración desde Unidas Podemos, ya se han encargado de decir que "las posiciones están muy alejadas" y que de haber algún miembros de la formación morada en el próximo Go-bierno será en puestos de segundo nivel, pero que ninguno de ellos se sentará los viernes en el Consejo de Ministros.
Sánchez no va a tener problemas en dilatar la investidura hasta septiembre si es preciso
Porque en este juego de negociaciones, Pedro Sánchez y su gente tienen muy claras dos cosas: que Unidas Podemos no tiene otra alternativa que apoyar su investidura, porque cualquier otra decisión sería "injustificable e inadmisible" por y para su electorado y que si al final hay que ir a nuevas elecciones, todas las encuestas, propias y ajenas, confirman la subida del PSOE a costa del hundimiento de la formación morada, que quedaría relegada a una posición aún más testimonial que la que ya le han deparado los comicios recientes, locales y autonómicos. Y a ello se añaden las "recomendaciones" de Macron, su ahora gran valedor en Europa, para que se olvide de maridajes con Podemos si quiere ocupar ese puesto de relevancia en la UE a la que aspira y que desde Berlín y París le tienen reservada por el declive italiano.
Por eso, Sánchez no va a tener problemas en dilatar la investidura, hasta septiembre si es preciso, lo que también le daría tiempo para ver si fructifican esas presiones que desde la empresa, la banca y desde sus socios en Europa se están acentuando sobre Ciudadanos y Rivera, que son también el socio preferente en las aspiraciones de Sánchez y el PSOE.
Y si no, pues a elecciones, que el profeta Tezanos ya se ha encargo de vaticinar que depararían un voto de castigo para quienes hubieran impedido la formación de un Gobierno estable... y socialista por supuesto.