Opinión
La banca es como un dinosaurio: cada vez más grande y más amenazada
Juan Fernando Robles
Los bancos no levantan cabeza. Sobre ellos gira la transmisión de la política monetaria que no permite, actualmente, que sus márgenes financieros se recuperen, aunque les den palmaditas en el hombro en forma de inyecciones de liquidez a largo plazo, de las que tampoco pueden abusar, pues el mercado vigila su financiación mayorista.
Un sector hiperregulado, vigilado, sometido al mercado y que arrastra aún los coletazos de la última crisis. Con unos gastos generales demasiado altos para ser todo lo eficientes que necesitan y con unos clientes poco proclives a pagar por servicios que cada día requieren más y más inversiones en tecnología.
El modelo de negocio de la banca tradicional parece haberse quedado antiguo y surgen nuevos competidores desde la banca en la sombra para casi todos sus segmentos de negocio, ya sea el crédito, el ahorro o la inversión. Solo la regulación, muy restrictiva para algunos de sus nuevos competidores, es una tabla de salvación. Eso, y subirse al carro, porque algunos ya están haciendo sus pinitos en todos los crowds habidos y por haber.
¿Podemos afirmar que la banca comercial, tal y como la conocemos, es una reminiscencia del pasado que se resiste a morir? Hace veinte años ya se afirmaba que las sucursales bancarias eran dinosaurios, pero la crisis ha sido el meteorito que las está exterminando a un ritmo que ni los más osados podían prever. En España se han perdido ya 100.000 empleos en el sector financiero y la sangría continúa con EREs en las principales entidades financieras, que afectan a miles de empleados.
La razón de esta sangría es algo que al sector bancario le ha costado comprender: el dinero actualmente no es otra cosa más que información y el tratamiento de la información puede automatizarse con mucha eficiencia. Además, las nuevas generaciones de clientes bancarios, y no tan nuevas, se pasan meses, incluso años, sin pisar una sucursal y casi todo lo que el banco puede ofrecernos se resuelve online.
"Las sucursales mueren porque las generaciones nuevas no las necesitan"
La predicción del comportamiento de las carteras, el cálculo del capital, las coberturas y todo lo que es relevante en banca, se automatiza por las grandes instituciones en base a modelos matemáticos aprobados por el supervisor y empieza a ser superfluo que un empleado se involucre, por lo menos hasta un determinado nivel, en las decisiones que toma "la máquina". Así, la banca es como el gran hermano que fríamente decide sobre crédito y ahorro, porque sus sistemas adquieren capacidad de decisión.
En ese entorno, las personas empiezan a sobrar y, como en Terminator, se llega a la conclusión de que sus decisiones y su actuación contribuye a empeorar los resultados, por lo que cualquier empleado o directivo puede ser sustituido por la inteligencia artificial. La tecnología, al final, es el liquidador que está exterminando al empleado bancario, pues el cliente no le quiere ver, el banco no le quiere pagar y sus decisiones pueden ser menos eficientes que las de cualquier sistema. Es el apocalipsis del bancario inmerso en un mundo virtual que lo fagocita a una velocidad de vértigo, pues no hay nada mejor para un banco que el cliente haga de empleado haciendo online todo lo que antes hacía éste, soportando una parte del riesgo operacional y sin pagarle ni la nómina ni la seguridad social e, incluso, derivándole un coste.
"El banquero teme a lo nuevo y eficiente y por eso trata de cerrarle la puerta con regulación"
Pero al igual que la tecnología supone la oportunidad de que las entidades incrementen su eficiencia y hagan descender sus costes drásticamente, también favorece la aparición y crecimiento de competidores que se comen, y se pueden comer aún más, una parte del pastel, sin tener que soportar ningún coste de transformación. Es por lo que muchos banqueros hablan de la transformación del modelo de negocio, pero en la práctica tampoco saben muy exactamente lo que quieren decir, porque los nuevos modelos de negocio están en constante evolución y es dudoso que en este mundo tan cambiante algo que se define hoy en el sector servicios sirva durante mucho tiempo sin que aparezca alguna iniciativa mejor, más económica, más eficiente, más adaptada al mercado y más rentable.
Ese es el temor del banquero, del supervisor y de los bancos centrales. Cómo cerrar la puerta a todo aquello que pueda venir a desestabilizar el sector financiero. Hay quien afirma que hasta los mismos bancos centrales se han quedado obsoletos con la aparición de las monedas virtuales, pero obviamente esta afirmación no tiene en cuenta que son los Estados los que, al final, mandan y regulan el dinero, en cuya estabilidad, finalmente, todos fiamos nuestro bienestar, algo que las monedas, que no lo son, virtuales, no han conseguido ni conseguirán.
Al margen del precio del dinero, que ahora está como está pero que mañana estará de otra manera, al margen de la regulación, que hace que al banquero cada vez le quede menos capacidad de manejar su negocio fuera de unos parámetros, y al margen de coyunturas, la actividad bancaria en este siglo puede realizarse sin necesidad de tener un banco. Y ese es el principal reto del sector y el principal reto de la regulación.
Mientras tanto, los bancos cada vez son más grandes, que es una forma de proteger su negocio y su regulación, tan exigente, por una parte, pero tan privilegiada por otra, haciéndose imprescindibles, sistémicos y fundamentales para la estabilidad económica.