Opinión

El reto tras las elecciones del 26-M


    J. R. Pin Arboledas

    A nivel español todos han ganado y todos han perdido. Incluso el que más ha perdido, Pablo Iglesias, ha salvado su posibilidad de seguir de líder debido al descalabro de su contralíder, Errejón. Pablo Iglesias no ha ganado pero Errejón ha perdido porque no estará en el poder, ni en el Ayuntamiento de Madrid ni en su Autonomía, ni en Cibeles ni en la Puerta del Sol. Iglesias quería ir a Moncloa y sentarse en la mesa del Consejo de Ministros, pero después del domingo pasado eso está por ver.

    El presidente interino, cara a ser definitivo, Pedro Sánchez, ha ganado en votos en España, y en algunas autonomías y ayuntamientos gobernará. Pero no ha conseguido derrotar al centro derecha en la capital. Una derrota simbólica que el PP y Ciudadanos no van a dejar de utilizar meditativamente. Tanto que Pablo Casado se consolida como líder gracias a ella. El PP ha perdido apoyos, pero aún mantendrá mucho poder territorial en toda España. Tres semanas después de las elecciones generales la situación dentro del partido se ha serenado. Curiosidades de la política, perder puede ser ganar.

    Con Ciudadanos, Albert Rivera no puede decir que hayan tenido los resultados esperados por ellos mismos. Sin embargo, como ya anunciaron las elecciones en Andalucía, se va consolidando como partido liberal centrado. Mantenerse en esa situación no va a ser fácil. Sobre todo si el PP responde ensanchando su electorado al centro y el PSOE hace lo mismo. Un PSOE que seguro que en cierto tiempo hará lo que siempre hizo: deglutir a los desertores de la izquierda radical, desencantados de una oferta electoral que conduce a la inanidad. Lo veremos con Errejón y quizás con parte de Unidas Podemos, que irán comprendiendo, como dijo Ortega y Gasset, que "el trabajo inútil conduce a la inanidad". Algo en lo que también deben pensar los dirigentes y los votantes de Vox si quieren ser útiles a sus ideas.

    Porque el bipartidismo, con los nacionalistas de bisagra, ha sido una buena fórmula para la estabilidad política de este país, y la vida tiende al equilibrio. Tarde o temprano las aguas volverán a su cauce de la estabilidad Constitucional. Sobre todo si no hay cambio electoral, del que se están olvidando todos los protagonistas de la política. El político tiene vocación de poder y con la ley d'hondt en vigor la tendencia a los reagrupamientos partidistas es clara.

    La gran virtud del es-trés electoral de estos meses será que hasta dentro de un tiempo no habrá otras elecciones estresantes, salvo las posibles de Cataluña de otoño. Por eso, los partidos y sus dirigentes deben aprovechar la serenidad para recomponer su panorama. Empezando por unos pactos de Gobierno nacional, autonómico y municipal que den estabilidad a la economía, que no aumenten el desempleo, que generen riqueza, bienestar y libertad y que consoliden la democracia. Es decir, que resuelvan los problemas de los ciudadanos. Ese es su trabajo, no crearles nuevos problemas.

    Sánchez, Casado, Rivera, Iglesias, los líderes autonómicos, los locales, los nacionalistas y también los independentistas, tienen que pensar en nosotros, en los ciudadanos. Por eso después de esos pactos de gobierno tienen que recomponer sus partidos: ensancharlos, dar cauces de participación política, hacerlos responsables e inclusivos. Tienen tiempo porque la presión electoral se calmará, al menos durante un buen tiempo. Los que sean capaces de hacerlo, además de cumplir con su función, fortalecerán sus ofertas electorales para el futuro y dejarán instituciones democráticas útiles.

    Para ello, una condición es olvidarse de la crispación. Si algo han demostrado estas elecciones es que las posturas radicales pueden ser flor de un día y, luego, siempre el pueblo español vuelve a la moderación como hizo en la transición, el mayor periodo de modernización de la historia moderna de España.

    Así que ahora hay que ponerse a trabajar en política partidista. Al contrario de lo que se puede pensar, el trabajo político no debe acabar en las instituciones que manejan el poder oficial. El trabajo interno de recomposición de los cauces de participación, fundamentalmente los partidos, debe ser intenso. De su fortaleza y reagrupación dependerá en el futuro el éxito de este país. Ese es el reto.