Opinión

Las tres tareas en las que Theresa May ha fracasado

    Theresa May, primera ministra británica en funciones. Imagen: EFE

    Javier Santacruz Cano

    La dimisión de la primera ministra británica Theresa May, no por ser menos esperada, está siendo menos traumática. Como se esperaba desde hace varios días, ha anunciado su dimisión al frente de un Gobierno completamente agotado para hacer frente a un proceso negociador que lleve a la aprobación por parte del Parlamento de un acuerdo aceptado por los dos principales partidos y acorde a lo pactado con la Comisión Europea.

    En sus casi tres años de mandato, May ha hecho todo lo posible por, en primer lugar, poner en marcha la salida de Reino Unido de la Unión Europea, tal y como la mayoría de los ciudadanos británicos pidieron en el referéndum de junio de 2016; en segundo lugar, alcanzar un acuerdo favorable tanto a los intereses británicos como europeos y, en tercer lugar, planificar una transición ordenada hacia el nuevo estatus en medio de una reconfiguración radical de la geopolítica global.

    Sin embargo, ninguna de las tres tareas ha podido ser llevada a cabo de forma satisfactoria. A pesar de la buena voluntad de la primera ministra, no ha sido capaz de generar un consenso básico, enfrentándose a las posiciones más duras de su propio partido y a las tesis irresponsables del líder laborista Jeremy Corbyn. Por ello, es necesaria la búsqueda de un nuevo liderazgo en el Partido Conservador (sucesor como líder del partido, que sería automáticamente el nuevo primer ministro salvo que haya elecciones antes) que sea capaz de conciliar a las partes, pacificar la revuelta interna y conseguir que los laboristas no radicalizados apoyen el acuerdo de salida.

    A día de hoy no es evidente el recambio, aunque el nombramiento que más pueda inquietar sea el del exministro de Exteriores y exalcalde de Londres, Boris Johnson. Incluso en este escenario, se eleva la probabilidad de un nuevo referéndum más que la de una salida desordenada de Reino Unido de la Unión Europea. Sea como sea, en el proceso de decisión actual, es necesario introducir nuevas alternativas que influyan en el criterio de los diputados y contribuyan a desbloquear la situación.

    El nuevo liderazgo partirá de una herencia envenenada, como fue la del primer ministro David Cameron, la cual apenas ha podido ser enderezada por May. El tesón de la primera ministra en los últimos meses al menos ha permitido clarificar algunos de los escenarios más probables y, a día de hoy, asentar una certeza que es la baja probabilidad de un no deal Brexit (ruptura unilateral de relaciones entre Europa y Reino Unido) por la mayoría en contra de esta posibilidad en la Cámara de los Comunes y el propio diseño institucional del sistema inglés.

    Sin embargo, el resto de escenarios está bastante abierto. Un hard deal (Reino Unido no consigue enmendar el acuerdo firmado con Bruselas, generando una ruptura desfavorable para el país) supone un escenario económico difícil para Reino Unido, además de una crisis política fuerte. En segundo lugar, un soft deal tampoco es descartable si el nuevo Gobierno es capaz de generar un consenso dentro de Reino Unido que fuerce a Bruselas a aceptar cambios en el acuerdo de salida, como serían las libres fronteras con Irlanda y Francia. Y, por último, el best deal, que es muy complicado pero no imposible: Reino Unido mantendría un estatus comercial y de inversiones igual que Noruega o Suiza (mismas condiciones que cuando era miembro).

    Las estimaciones de impacto sobre el PIB de Reino Unido realizadas por el Departamento de Hacienda aluden a un quinto escenario, que sería un acuerdo de libre comercio como el que firmó Canadá con la Unión Europea recientemente. Sin embargo, en esencia no hay grandes diferencias entre una ruptura total y este escenario, ya que sería más bien un acto ex-post y no ex-ante.

    En términos de balance económico de Brexit, aunque se estuviera en el best deal, es decir, un acuerdo satisfactorio basado en el libre comercio entre los bloques europeo e inglés, ya se está creando un "efecto frontera". Los flujos comerciales y de inversión entre las economías europeas y Gran Bretaña se ven sensiblemente alterados y, dependiendo de cuál sea la evolución de las variables económicas básicas -PIB, empleo, inflación o tipo de cambio de la libra esterlina con el euro-, posiblemente también se vean amenazados.

    La primera amenaza es la del efecto del tipo de cambio libra-euro sobre los flujos comerciales, que parece estar siendo sorteada sin mucha dificultad, ya que las exportaciones europeas (y, muy especialmente, las españolas) hacia Reino Unido parecen estar notablemente poco correlacionadas con respecto al tipo de cambio: aunque la libra esterlina ha sufrido una alta volatilidad desde el referéndum del Brexit, las exportaciones, tanto en términos nominales como reales de España hacia Reino Unido, han seguido creciendo notablemente.

    El balance de la gestión de May del Brexit está dominado por la ruptura de un área económica con libertad de movimiento de personas, mercancías y capitales como es la Unión Europea

    Sin embargo, Reino Unido está empeorando sus cuentas exteriores vía balanza comercial: el déficit por cuenta corriente registrado hasta febrero es de 13.600 millones de libras esterlinas frente a 5.650 millones de libras en el mismo período de hace dos años (2017). La aportación del comercio de bienes con Europa es menos negativa que con el resto de países de fuera de la UE, lo cual es un indicador importante a la hora de observar la dependencia de Reino Unido del resto de Europa y las vías alternativas que tendría este país para proveerse de los bienes básicos diarios.

    En esencia, el balance de la gestión del Brexit por parte de May está dominado por la ruptura de un área económica con libertad de movimiento de personas, mercancías y capitales como es la Unión Europea. Las dos primeras consecuencias para la UE y para todos y cada uno de los países miembros son, por un lado, la partición de un mercado donde las posibilidades de producción y generación de riqueza van a ser menores (a menos tamaño de mercado, y más si este ya es un "mercado maduro", menos posibilidad de generar crecimiento económico) con creación de barreras comerciales y, por otro lado, la continuación de un conflicto político e institucional a corto y medio plazo entre Londres y Bruselas, cuyo resultado todavía es imprevisible.

    A estas consecuencias, que podríamos calificar de "primera ronda", se unen otras de "segunda ronda" no menos importantes, como son más presión regulatoria sobre la economía europea, el riesgo de una "huida hacia adelante" de la Comisión Europea en busca de una unión política que no está madura o el riesgo enorme de contagio de los populismos y fuerzas nacionalistas que ganan peso electoral en muchos países de la actual Unión Europea. Una mayor presencia de fuerzas centrífugas abre la puerta a nuevas tensiones en países contribuyentes netos al presupuesto comunitario como Países Bajos, Finlandia o Austria, entre otros.