Opinión

El día en que lo iban a matar (II)


    Javier Palau

    El día en que lo iban a matar, el Hospital de La Ribera se acostó a la 1.30 de la madrugada para esperar el coche en que llegaría, hacia las 11.00 de la mañana, la consellera. El Hospital soñó que atravesaba un campo de naranjos y limones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros.

    Así empezaba mi entrega anterior publicada en la revista valenciana de elEconomista del 29 de marzo, parafraseando a Gabriel García Márquez en su Crónica de una Muerte Anunciada, para sintetizar lo que había supuesto la reversión del Hospital público de La Ribera que, tras 19 años de gestión privada, pasó el 1 de abril de 2018 a ser de gestión directa a cargo de la Conselleria de Sanitat. Y en esta nueva entrega, paso a relatar los principales logros de esta nefasta decisión.

    El balance del primer año tras la reversión es francamente malo. Los hechos demuestran que la reversión fue una decisión errónea, crónica de una muerte anunciada, y los efímeros responsables de la misma deberían reflexionar, allí donde estén, sobre la oportunidad perdida de mejorar un sistema que funcionaba y deberían rendir cuentas sobre el despilfarro económico que está suponiendo, aun a día de hoy, su mala decisión. Reflexión, rendición de cuentas, democracia en suma.

    Y así es, porque enseguida se supo que se habían contratado 500 profesionales más, profesionales interinos que fueron a aumentar la tasa de precariedad en el empleo del Departamento. Hay que recordar que los profesionales con contrato fijo antes de la reversión eran más del 85 por ciento y que no se pudo alcanzar el objetivo del 90 por ciento precisamente por las trabas que la propia Conselleria puso durante el año previo. En la actualidad ese porcentaje ya es muy inferior. Además, la situación de personal a extinguir en la que quedaron los profesionales es compleja desde el punto de vista laboral y habrá que ver cómo se desarrolla en los próximos meses, con la finalización del convenio colectivo que tenían vigente hasta final de 2018.

    De momento, por primera vez en la historia de este hospital, los sindicatos convocaron el pasado diciembre una protesta unánime contra el cambio de condiciones laborales, el pago de incentivos, las presiones y hasta el acoso que sufren muchos trabajadores de la plantilla, poniendo en entredicho la mala gestión laboral que se está produciendo. Grandes profesionales han optado por irse a otros hospitales o están buscando el modo de hacerlo, algunos de ellos presionados con actitudes muy cercanas al mobbing.

    La reversión fue mal planificada y peor ejecutada. La Conselleria no convocó las reuniones de coordinación para el traspaso de la gestión hasta apenas unas semanas antes. Inicialmente se produjo un colapso de los sistemas de información que no permitían realizar el correcto aprovisionamiento del hospital. Las compras se dificultaron enormemente y la Conselleria tuvo que volcarse desde el resto de departamentos, con consignas específicas, para evitar problemas de abastecimiento. Se ha sabido que algunas facturas se han pagado hasta un 70 por ciento más caras que anteriormente, fruto de la mala gestión de compras, con el consiguiente impacto en las cuentas del hospital.

    "El balance del primer año tras la reversión es francamente malo en La Ribera. Los hechos demuestran que fue una decisión errónea, crónica de una muerte anunciada, y los efímeros responsables deberían reflexionar, allí donde estén"

    Hubo problemas con el mantenimiento de las instalaciones, las citaciones, las nóminas, los turnos y las sustituciones. Los contratos externos se prolongaron de manera ilegal en muchos casos y los concursos se produjeron tarde, o no se produjeron, cuando hubo tiempo más que suficiente para ello.

    El caos en el aparcamiento ha sido espectacular: se ha expropiado por una cantidad que acabará siendo superior a los diez millones de euros, y tanto profesionales como visitantes tienen que acabar aparcando a varios kilómetros del hospital, aunque algunos de los nuevos directivos han minimizado esta cuestión y consideran los paseos como una actividad saludable dentro del programa de promoción de la salud.

    Por cierto, de los directivos del Departamento que empezaron en abril, ya casi no queda nadie. Muchos han sido cesados, otros han dimitido o se han jubilado y otros ya han anunciado su huida o su vuelta a las catacumbas de Micer Mascó 31. A estas alturas alguien podrá pensar que, al menos, los indicadores asistenciales deben haber mejorado mucho con la inversión hecha en recursos humanos. Sin embargo, la realidad es muy diferente un año después.

    Han aumentado las listas de espera quirúrgica más de un 10 por ciento y eso que la entrada en lista se ha controlado específicamente para que disminuya en torno al 22 por ciento. La demora para una primera visita de especialidad es cada vez mayor. Además, las reclamaciones por parte de los pacientes han aumentado, y decenas de ellos han decidido hacer uso de la libre elección de centro y, en pocas semanas, se han vuelto a La Fe, lo que echa por tierra la labor que durante años se había hecho para ganarse su confianza.

    Pero lo más llamativo es que la reversión, la medida supuestamente desprivatizadora más importante tomada por un gobierno, se ha acompañado de la más importante reprivatización vivida nunca en La Ribera: miles de pacientes son derivados a centros privados para hacerse pruebas que se hacían antes en el hospital por no ser capaces de dar soluciones con medios propios. Lo que jamás había pasado.

    Aun con todo, la simbólica muerte del Hospital de Alzira no es la muerte de su modelo. Esperemos que las lecciones aprendidas en este año, y las que nos quedan aún por aprender, sirvan para que las futuras decisiones, algunas muy importantes, se tomen con un criterio acorde con las necesidades ciudadanas y con la vista puesta en la sostenibilidad futura de la sanidad pública valenciana, que es nuestro foco, nuestro objetivo y debiera ser el de todos.