Opinión

Mérito y capacidad

    <i>Foto: Archivo</i>

    Joaquín Leguina

    La buena selección del personal es condición sine qua non para que una empresa prospere en cualquier actividad. Prospere en eficiencia y en prestigio social.

    ¿Y qué pasa en la esfera pública?

    En ese campo, el espíritu de la Constitución obligaría a que se llegara a cualquier cargo público por "mérito y capacidad", es decir, por lo ya realizado (mérito) y por la adecuada formación profesional del aspirante (capacidad). Pues bien, los partidos políticos han decidido con todo tipo de excusas no aplicar ni aplicarse este principio, aunque exista una ley -que señala cómo ha de nombrarse, por ejemplo, a los dirigentes de las empresas públicas- que los sucesivos gobiernos se saltan a la torera. Sánchez no es el único que ha entrado a saco en la cosa pública. Quizá los dos nombramientos que más han llamado la atención sean los de Manuel Escudero, nombrado embajador de algo inexistente como es la OCDE, con una residencia señorial cerca del Arco del Triunfo en París, y el de José Félix Tezanos al frente del CIS. Sin olvidar a Juan M. Serrano, dirigiendo Correos sin ninguna experiencia en tal actividad.

    ¿Y cuál es el criterio de selección que siguen los partidos en las listas electorales? Cualquiera menos el de "mérito y capacidad". En el caso del PSOE (de Sánchez) el criterio es claro: o votaste a Sánchez en las primarias que le ganó a Díaz o te quedas fuera. Un caso de limpieza étnica mayor que la de los Balcanes. A esa "limpieza" hay que añadir la edad, pues los "viejos socialistas son de otra época y no están en condiciones de entender lo que ocurre en la actualidad" (Sánchez dixit). Puro sectarismo.

    Pero no es el PSOE de Sánchez el único partido dedicado a la limpieza interna. Ahí está el PP para demostrarlo, donde la "limpieza" se disfraza de renovación. Un ejemplo de ella nos lo mostraba el periodista Ferrán Boiza: Íñigo Henríquez de Luna (número dos de Esperanza Aguirre en el Ayuntamiento de Madrid), que se enteró de que no repetiría como concejal en un pasillo del Ayuntamiento. "No tienes el perfil del nuevo PP", le dijeron. Lo de no dar "el perfil" es lo que le debió de decir Nerón a Petronio antes de mandarle a Tigelino para que le diera matarile, aunque esta vez Henríquez de Luna ha encontrado enseguida refugio en Vox.

    Por otro lado, no es fácil de entender que Alicia Sánchez-Camacho, expresidenta del PP catalán, vaya en el número nueve de la lista para la Asamblea de Madrid, o que Andrea Levy, diputada en el Parlament, sea la número dos en la lista para el Ayuntamiento de la capital. Tampoco se entiende que haya sido descabalgado de la lista Pedro Corral, uno de los concejales más valiosos del Partido Popular en la Villa de Madrid.

    ¿Y Podemos y sus aledaños? Allí el estalinismo es la norma. Claro que tales prácticas las están pagando caro en escisiones. El caudillismo también lo aplica Alberto Garzón en IU, cuyas bases madrileñas votaron en amplia mayoría (60,5%) romper con Podemos, pero van a tener que tragarse la coalición con ellos. Las bases no van a estropear un pacto entre los dos líderes máximos.