Opinión
El 'secreto' de EEUU y la bolsa
- El inversor debe tomar posiciones de cara a 2020, de gran incertidumbre
Ken Fisher
En una columna anterior expliqué por qué el estancamiento político derivado del auge del populismo, a pesar de su falta de prestigio en Europa, favorece la inacción política y, con ella, la actividad compradora en la bolsa. A este fenómeno se le suma otro con origen en Estados Unidos que contribuirá a la revalorización de las acciones en todo el mundo y, en particular, en España. El año 2019 es el tercer año de Gobierno de Donald Trump, antesala del momento dulce que atraviesan los inquilinos de la Casa Blanca todos los cuartos años. No se lo pierda. Su potencial alcista debería servir para que las acciones mundiales y españolas afiancen sus rebotes en forma de V iniciados a principios de año. Compre acciones si quiere aprovechar esta tendencia y no se olvide de los títulos estadounidenses.
Como ocurre en España y en toda Europa, el secreto del momento dulce de EEUU es la parálisis política. A los títulos de los mercados desarrollados no les sientan bien los gobiernos activos, ya que las nuevas leyes alteran las reglas de juego, generan ganadores y perdedores y desalientan la asunción de riesgos. El estancamiento político rebaja dichos riesgos. Al precio de las acciones le sienta bien las administraciones con escaso margen de maniobra legislativo, porque, en la medida que limitan los factores incontrolables, ofrecen a los directivos de las empresas mayor seguridad a la hora de diseñar y aplicar sus estrategias de inversión; además, evita que surjan ganadores y perdedores a consecuencia de la nueva legislación. En resumidas cuentas, el bloqueo político da paso a un escenario más previsible.
A diferencia de lo que ocurre en España, la política estadounidense se estructura a partir de un calendario perfectamente establecido: las elecciones presidenciales se celebran irremediablemente cada cuatro años. Dicha singularidad nos permite observar a las claras la positiva incidencia del estancamiento, cuya evolución vendría a ser algo así: el resultado de las elecciones legislativas de mitad de mandato, durante el segundo año de presidencia, sirve para consolidar el bloqueo político, dado que, como en 2018, el partido del presidente normalmente pierde escaños. Por ello, los gobernantes tienden a concentrar las grandes reformas durante los primeros dos años. Este entusiasmo regulador genera incertidumbre -vientos de cara para invertir-, si bien las legislativas provocan parálisis durante la segunda parte del mandato. En este último bienio, además, los presidentes empiezan a centrarse en la reelección, redundando en mayor inactividad durante el último año, dado que en campaña no conviene espantar a los posibles votantes con nuevas iniciativas.
Desde 1925 la bolsa estadounidense ha acogido con los brazos abiertos la placidez que caracteriza a los terceros años, cosechando subidas en el 91% de las ocasiones. ¿Saben cuándo fue la última vez que bajó? En 1939, y solo lo hizo un 0,9%. No está mal si tenemos en cuenta que aquel año estalló la Segunda Guerra Mundial. La media de las ganancias de los terceros años es del 17,8% (en dólares estadounidenses); el último año de legislatura, que registra un avance total del 83% y un promedio del 11,1%, también suele ser propicio para la renta variable. Los resultados de ambos ejercicios han sido sistemáticamente superiores a la media -espectaculares en el caso del tercero- y mucho mejores que los de los dos primeros.
Si consideramos que la correlación entre EEUU y Europa es de 0,84 ?siendo 1 una correlación absoluta?, el estancamiento político debería repercutir positivamente en las bolsas de este lado del Atlántico; también en España, cuya correlación con el mercado estadounidense es de 0,67. A pesar de que los factores propios de cada empresa y país pesan mucho en la rentabilidad de parqués como el madrileño, nunca debe subestimar la influencia de las tendencias globales en cualquier mercado local.
Asimismo, si bien tanto el tercer año de mandato como el cuarto rompen esquemas, se diferencian en el camino que siguen para conseguirlo. El tercero empieza con la celebración de la parálisis política: en un primer momento, las acciones se disparan y luego bajan el ritmo. No lo dude, ahora que se prevén alzas es el momento de comprar.
Por su parte, en el cuarto, el ascenso arranca despacio, puesto que aumenta la incertidumbre en torno a los comicios presidenciales. Con todo, a medida que van cayendo los aspirantes, hasta que solo quedan dos, la incertidumbre disminuye paulatinamente, impulsando con ello los repuntes del segundo semestre. Se trata de cálculos medios, no de previsiones rigurosas, pero los patrones se repiten y para aprovecharse de ellos lo mejor es ignorar el ruido de la campaña electoral. Hoy, más de 17 candidatos demócratas optan a derrotar a Trump y seguramente se presentarán más. Esta incógnita debería frenar el incremento de precios a principios de 2020.
Cómo ocurrirá esta corrección es algo que ignoro, si bien muchos apuntan a la impopularidad del actual presidente. La realidad es que las encuestas no nos sirven porque pronostican el voto popular -un procedimiento imperfecto, ya que muchos trumpistas no responderán-, a pesar de que son los Colegios Electorales de cada estado los que inclinan la balanza de uno u otro lado. De hecho, el magnate inmobiliario ganó en 2016 sin haber alcanzado la mitad más uno del sufragio, gracias a los votos de los compromisarios de los Estados más disputados. Podría suceder de nuevo, incluso por mayor diferencia.
Supongamos que Trump pierde en California, el Estado más poblado y tradicional semillero de votos demócratas. En cambio, en el republicano Texas -segundo en habitantes- es más probable que venza, pero seguramente por un margen más estrecho. Si se hundiera en otros Estados demócratas y ganara por los pelos en los republicanos, perdería el voto popular con una diferencia de entre el 3por ciento y el 5%, si bien, como ocurrió en 2016, conseguiría el favor del Colegio Electoral y llegaría a la Casa Blanca.
Dicho esto, cabe recordar que a las acciones les afectan las regulaciones, no el líder ni el partido político. 2019 será un año de apacible pasividad, así que ha de empezar a tomar posiciones para cuando la incertidumbre previa a las elecciones presidenciales se disipe en 2020. Cada vez coparán más titulares las campañas, las caóticas primarias, las convenciones, los debates electorales, la contienda definitiva entre los dos candidatos... No se deje confundir por todo este guirigay: cuantas menos leyes se aprueben, más despuntarán las acciones.