Opinión
¡Es la economía, estúpidos!
José María Triper
Durante el gobierno de Sánchez se ha reducido el crecimiento, aumentan el déficit y la deuda y el desempleo ha crecido en cien mil parados más. Sánchez ha admitido que su único proyecto para afrontar la desaceleración de la economía es el proyecto de presupuestos que fue rechazado en el Congreso.
Mientras los organismos internacionales y los analistas nacionales alertan de una nueva desaceleración de la economía -el FMI rebaja el crecimiento español al 2,1% en 2019 y por debajo del 2% en 2020 y 2021 y el BBVA estima que la inestabilidad política restará 5.000 millones de euros al crecimiento de este año con una previsión de estancamiento en la reducción del desempleo y descontrol del déficit en ambos casos- el PP y Ciudadanos "siguen empeñados en hacer la campaña al PSOE y a Vox", en palabras de un exportavoz económico del Grupo Popular. Y así les va.
Las encuestas del CIS, que no se cree nadie en intención de voto pero marcan tendencia, si aciertan al reflejar que la principal preocupación de los españoles hoy es el empleo, mientras que el problema de Cataluña está en un segundo plano y "con muy poca influencia en el voto real", en palabras del máximo responsable de esta entidad, José Félix Tezanos.
"Es la economía, estúpidos". Ese fue el eslogan que catapulto la campaña electoral de Bill Clinton en 1992, y entre las muchas carencias de Pedro Sánchez está su falta de proyecto y soluciones para una economía que por mucho que las cheerleaders del Gobierno se empeñen en negar las evidencias, al más puro estilo Zapatero, está entrando en clara desaceleración.
Los números, como el algodón no engañan y muestran que en los ocho meses de gobierno del sanchismo hemos asistido a una reducción del crecimiento del PIB al 2,6%, cuatro décimas menos que en 2017; un déficit público también del 2,6%, el más alto de la UE; una subida de la deuda que roza ya el 100 por ciento del PIB; además de a la contracción de la demanda eléctrica y las ventas en grandes superficies, la caída del 20% en el crédito a las pymes, una caída de siete meses consecutivos en las ventas de automóviles y casi cien mil parados más.
Y frente a esto la oferta económica de Sánchez -lo ha dicho él- es el proyecto de Presupuestos que ya fue rechazado en el Congreso y que obligó al adelanto electoral. Unas cuentas que pretendiendo ser eminentemente sociales a quienes perjudican es a las clases medias y a los más desfavorecidos, a quienes se pretende engañar con cantos de sirena como la subida del salario mínimo o de las pensiones (por cierto la misma que ya estaba en los Presupuestos de Rajoy) pero a las que se exprime con una orgía de subidas fiscales directas en el IRPF y Patrimonio, e indirectas en el IVA, el impuesto sobre el diésel, la llamada tasa Google para las empresas digitales y tecnológicas, o la tasa Tobin para las transacciones financieras.
¿O es que hay alguien que piensa que tanto las tecnológicas, los bancos o las petroleras no van a repercutir estas subidas fiscales a los clientes en precios, comisiones o tipos de interés? Y a todo ello se añade un incremento desmedido en la carga fiscal sobre las empresas que crecerá en conjunto un 14%, incluyendo el gravamen del 5% a los dividendos en el extranjero que suponen un lastre a la creación de empleo y a la ineludible internacionalización de nuestro tejido empresarial.
"A pesar de su doctorado en económicas -con una tesis plagiada y un tribunal de amiguetes- no recuerdo ninguna intervención de Sánchez en las reuniones del grupo", apunta quien fuera su jefe en el equipo económico del Ayuntamiento de Madrid. A lo mejor por eso tiene tanto miedo a los debates. ¡Es la economía, estúpidos!