Opinión

La monarquía y la economía

  • El papel de Felipe VI es clave para España y su futuro económico y financiero
<i>Foto: Archivo</i>

Juan Velarde Fuertes

Merece la pena analizar la importancia que se puede derivar de la existencia de un régimen monárquico para una economía, y efectuar el análisis desde el punto de vista español. Incita a ello la reciente publicación de la obra de Luis María Cazorla Prieto Legitimidad monárquica y gestión económica, (Aranzadi, 2018).

En torno a la Monarquía, en el caso de España, existen dos cuestiones diferentes. Una, que al ligarse, por un lado, con una línea hereditaria continua que llega desde los reyes astures hasta Felipe VI, constituye una vinculación tal con la historia de España que se convierte, sólo por eso, en un activo de calidad extraordinaria. Y, simultáneamente, esta proyección histórica, como sucede también en Gran Bretaña o en Suecia, convierte a esa historia de reyes sucesivos en una garantía de la permanencia, desde el pasado y hacia un lejano porvenir, de la comunidad política que el monarca rige. Y esa permanencia garantiza, entre otras cosas, la existencia continua de una sociedad, lo cual, desde el punto de vista del bienestar económico, también asegura la vida activa de un mercado, tanto de los factores de la producción como de los bienes originados por esos factores. Sin esos respaldos, el desarrollo de cualquier comunidad nacional sufre continuas agresiones. Y por eso, la Monarquía también crea la permanencia hacia el futuro del mercado del país donde existe un monarca.

Añádase a esto, en el caso concreto de España, que la Monarquía amplía el mercado nacional, como consecuencia de su permanente prestigio en toda Iberoamérica. Lo observé en mis estancias en países iberoamericanos y, recientemente, tras la reunión en Madrid de las Academias Hispanoamericanas que tienen lazos permanentes con la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, volví a comprobarlo.

A quien debemos una puntualización definitiva de ese papel clave de la Monarquía es a Ortega y Gasset, en su Prólogo para franceses (fechado en 1937), situado en esa obra magna que es La rebelión de las masas. Señala el motivo de que se haya conmemorado multitudinariamente la coronación entonces de un nuevo rey británico con numerosas fiestas y adhesiones, motivado todo ello, para los expertos, porque "la monarquía inglesa es una institución meramente simbólica". "Esto es verdad, pero diciéndolo así dejamos escapar lo mejor. Porque, en efecto, la Monarquía no ejerce en el Imperio Británico ninguna función material y palpable. Su papel no es gobernar, ni administrar la justicia, ni mandar el ejército. Más no por esto es una institución vacía, vacante de servicio. La Monarquía en Inglaterra ejerce una función determinadísima y de alta eficacia: la de simbolizar. Por eso el pueblo inglés, con deliberado propósito, ha dado ahora inusitada solemnidad al rito de la coronación. Frente a la turbulencia actual, ha querido afirmar las normas permanentes que regulan su vida. Nos ha dado una lección más". Ahora mismo, eso es cierto para España.

De ahí se deriva algo que se subraya en este libro cuando se señala que "la legitimidad funcional o de ejercicio tiende a ser la marcadamente prevaleciente en las sociedades contemporáneas que cuentan con un monarca a la cabeza de la Jefatura del Estado".

Pero no se puede olvidar que un amplio desarrollo económico exige simultáneamente otro amplio desarrollo de la economía libre de mercado. A partir del avance de la Revolución Industrial esto es bien visible. También que, cuando a partir del siglo XIX surgieron modelos alternativos, como fueron, por ejemplo, los derivados del pensamiento de Marx, vemos que, tras una cierta presencia en el siglo XX, hoy se encuentran en un claro camino de abandono. Pensemos en los casos tanto de Rusia como de China. O, en otro planteamiento frente a la libertad de mercado, el del mensaje de Manoilescu, de integración en el ámbito del mercado nacional, para favorecer en él la industrialización, que debería surgir un corporativismo empresarial y dentro del desarrollo de los sectores productivos con una simultanea presencia del Estado, modelo que tuvo una derivación concreta, encabezada por Prebisch en el ámbito denominado de estructuralismo económico latinoamericano. Todo ello hoy se encuentra en plena descomposición, pero sus retos y el fenómeno de la transnacionalización económica que surge con puntos de apoyo en paraísos fiscales se expone con claridad en este libro de Cazorla, cuando señala, en el apartado La impecable base económica esta frase: "Tres son a mi parecer las palancas fundamentales de la exigencia impuesta por la legitimación monárquica funcional o de ejercicio consistente en que la gestión de todos los asuntos de carácter económico que afectan al Rey sean impecables. Se trata de la publicidad, la transparencia y el control".

En el caso concreto de España, la tesis del profesor Cazorla muestra la necesidad de admitir la presencia de un proceso de juridificación creciente donde señala que "este calificativo responde a la necesidad imperiosa de que en la delicada actividad del monarca no haya zonas excluidas de la juridificación, comparadas en lo que siempre se ha hecho o en la más pura inercia, salvo las previstas excepcionalmente en la máxima expresión del Estado de Derecho que es la Constitución".

En ese sentido, el primer aspecto del que se ocupa Cazorla, en el caso concreto de España, es el Presupuesto de la Casa del Rey. Por eso, en las págs. 68-69 exponen, comparativamente, las cifras de los ejercicios presupuestarios de 2013, 2015, 2016, 2017 y 2018 de las Casas de las Jefaturas de Estado monárquicas de Noruega, Holanda, Gran Bretaña, Bélgica, Dinamarca, Suecia y Luxemburgo, añadiendo las paralelas Jefaturas de Estado republicanas de Alemania y Francia; naturalmente agrega a España. Todas las de estos diez países ofrecen cifras más altas de consignación presupuestaria, en todos los casos, respecto a la de España. La consignación superior es la de Francia, seguida de Holanda y Gran Bretaña; por encima de España, pero en cifras bajas, están Luxemburgo y Bélgica.

Ratifica esta realidad española con unas palabras de Xavier Errasti Martínez de Antoñanza, en el artículo Nuestra Monarquía y sus números, publicado en la Revista de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, de la Universidad Pontificia de Comillas, Marzo 2015, que en la página 66 escribe: "parece... que en comparación con otras Monarquías y con las Repúblicas de nuestro alrededor (el español) resulta un sistema barato".

También en esa obra se destaca lo que se califica como "la incorporación por Felipe VI de técnicas y procedimientos propios del control del Sector Público a la actuación de la Casa del Rey", (págs. 87-117), donde, por lo que respecta al control externo -el control interno es expuesto en las págs. 90-110-, o sea al papel del Tribunal de Cuentas, tiene una contestación muy clara que se encuentra en el artículo 65.1 de la Constitución vigente: "El Rey recibe de los Presupuestos del Estado una cantidad global para el sostenimiento de su Familia y Casa y distribuye libremente la misma". El planteamiento polémico en torno a esto creo que lo expone a la perfección el profesor Cazorla, ratificando algo que yo expuse en una visita que efectuó al Tribunal de Cuentas Juan Carlos I, quien me preguntó directamente -yo entonces era en este Tribunal, consejero-: "¿Quién de vosotros es quien controla mis cuentas?" A lo que respondí: "Ninguno, porque la Ley Orgánica de este Tribunal -se trata de la 2/1982 de 12 de mayo- no señala a la Casa del Rey en el ámbito de control que debe efectuar ese Tribunal". Por lo tanto, estoy de acuerdo con que el control adecuado corresponde a la Intervención General de la Administración del Estado. Este interesante libro nos informa también que con Felipe VI "se han dado pasos importantes y positivos en el camino de la incorporación de las pautas rectoras de la gestión económica del Sector Público como elemento fundamental de la legitimación funcional monárquica o de ejercicio". Son destacables en este sentido, el tratamiento jurídico y comercial de la Casa del Rey, la regulación del control económico-financiero externo, la fijación de los criterios de atención a la Familia Real y de la Casa del Rey y los códigos de conducta del personal al servicio de ésta última.

A mi juicio tras consultar este libro, es evidente que la gestión económica de la Corona, cuando tantísimas gestiones económicas nos deben preocupar, no plantea problema serio alguno capaz de disminuir ese papel clave que, para España y su futuro -incluyendo el económico y financiero- significa positivamente el papel de nuestro Monarca.