Opinión
La 'democracia participativa' de Obrador
Marcos Suárez Sipmann
Andrés Manuel López Obrador asume el cargo de presidente de México. Ya antes había empezado a gobernar mediante la "democracia participativa" vía consultas populares y referendos informales.
Anunció en octubre que suspenderá la construcción del nuevo aeropuerto de Ciudad de México tras llamar a una consulta al respecto. Un proyecto a medio construir y con una inversión de 13.000 millones de dólares. Un segundo referéndum informal, en el que votó menos del 1 por ciento de los mexicanos, ha decidido la construcción de una nueva refinería de petróleo destinada a aumentar la debilitada producción de Pemex, además de dos proyectos ferroviarios en el empobrecido sur. Vienen asimismo consultas populares para decidir si se revierte la reforma energética de 2014, que abrió los nuevos proyectos petroleros a la inversión privada y extranjeras, entre otros temas de interés nacional.
La presentación del proyecto de Morena en el Congreso, a comienzos de noviembre, llevó a un derrumbe de las acciones de los bancos
A ello se añade un proyecto de ley del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), la formación política creada por López Obrador para eliminar una serie de comisiones que cobra el sistema financiero. La presentación del proyecto de Morena en el Congreso, a comienzos de noviembre, llevó a un derrumbe de las acciones de los bancos, que sólo se recuperó parcialmente después de que la iniciativa fuese retirada.
Con su discurso nacionalista, izquierdista y populista el nuevo presidente promete sacar al país de su espiral de violencia, corrupción y desigualdad. Con su mayoría en ambas cámaras del Congreso su poder es grande. Los mercados están nerviosos. Los inversores se preguntan si se propone cumplir promesas de campaña que a su vez presionarán el gasto fiscal. Una mayor ayuda financiera para estudiantes y ancianos, amnistía para algunos delitos de drogas, acceso universal a las universidades públicas. Aumento de los subsidios a la agricultura, en el gasto social y descentralización política, llevando departamentos y agencias de gobierno de Ciudad de México a los estados.
Con independencia de la economía hay otros dos puntos por los que se medirá su gestión: la reducción de la violencia y la lucha contra la corrupción
Las cuentas no acaban de cuadrar ya que implementar las medidas citadas le llevaría a incumplir otras de sus promesas. Las de equilibrio fiscal, no aumentar impuestos a las empresas, independencia del Banco Central y un crecimiento económico del 4 por ciento anual.
Con independencia de la economía hay otros dos puntos por los que se medirá su gestión. Dos males endémicos: la reducción de la violencia y la lucha contra la corrupción.
Respecto al primero el Ejecutivo saliente no ha conseguido ponerle coto. Se estima que este año la tasa de asesinatos llegará a la cifra récord de 32.000. López Obrador quiere crear una Guardia Nacional que combinará fuerzas de la policía militar y civil bajo un comando militar. Se aleja de su promesa inicial de enviar a los militares de vuelta a los cuarteles. En todo caso, la propuesta será sometida en marzo a consulta popular. Otras acciones anunciadas son el establecimiento de una nueva estrategia de seguridad, la promesa de explorar am-nistías para delincuentes encarcelados por delitos menores y la descriminalización de la marihuana.
Se ha cuidado de no provocar a Trump llegando a señalar que ambos presidentes lucharon contra el establishment y ganaron
En cuanto a la corrupción el plan general para combatirla brilla por ausencia. Hay, es cierto, una serie de medidas de austeridad personal. Reducir la mitad de su sueldo, vender el avión presidencial, abrir el palacio de Los Pinos a los mexicanos, inclusión de un tope de salario de los demás funcionarios, anulación de la pensión otorgada a los expresidentes, reducción del financiamiento público a los partidos políticos, anulación del fuero y posibilidad de juzgar al presidente por corrupción y revocación de mandato a la mitad del sexenio. Sin duda, una buena estrategia de marketing que, sin embargo, no elimina la corrupción a todos los niveles.
Curiosamente el único tema en que el presidente ha resultado conciliador ha sido la relación con EEUU. Se ha cuidado de no provocar a Trump llegando a señalar que ambos presidentes lucharon contra el establishment y ganaron. Y en los problemas con la caravana de migrantes, Trump, por su parte, se ha preocupado de no insultar a México. Se logró también que las negociaciones del nuevo acuerdo de libre comercio, Nafta, concluyeran con éxito.
Es revelador que el presidente se haya centrado en intentar cumplir propuestas de campaña mucho antes de empezar a gobernar. Estamos ante un nuevo paradigma de la vida política mexicana. Las consultas, que aún no están reguladas, serán el instrumento legitimador de las propuestas de campaña. Una constante de todo el sexenio. Pero con plebiscitos improvisados y decisiones abruptas resulta complicado gobernar un país. Para solucionar las enormes dificultades a las que se enfrenta deberá rediseñar la arquitectura institucional del Estado. Y hacerlo mediante un amplio consenso con las fuerzas políticas opositoras y la sociedad civil mexicana.