Haga lo que haga, Theresa May pierde
Eva M. Millán
Londres,
Theresa May, primera ministra del Reino Unido, se enfrenta en el Consejo Europeo de esta semana a lo que en la lengua inglesa se denomina una lose lose situation: haga lo que lo haga, pierde.
Conseguir un acuerdo con la Unión Europea era el gran reto de un mandato propiciado, precisamente, por el referéndum que aprobó el divorcio del Reino Unido. Antes incluso de llegar al Número 10 de Downing Street, la primera ministra había hecho suyo el objetivo de promover un Brexit rotundo, quizá para despejar dudas por su pasado a favor de la continuidad dentro de la Unión, y durante demasiado tiempo había coqueteado peligrosamente con las facciones eurófobas, generando unas expectativas que la realidad política e institucional demostraría imposible de materializar.
Por ello, pese a sus evidentes lagunas como líder, el pragmatismo que había marcado su período en la Cartera de Interior regresó para redefinir su aproximación a las negociaciones, después de que Bruselas le dejase claro que los trucos tácticos y la munición retórica no le servirían al sur del Canal. Esta evolución, a la que ayudó el relevo en el Ministerio del Brexit, ha permitido que el acuerdo sea factible, pero, a la vez, ha aumentado en casa las posibilidades de una crisis política de escasos precedentes.
Como consecuencia, May afronta dos escenarios igualmente aterradores y ambos con idéntico desenlace: una salida sin acuerdo.
Pactar con la Unión Europea amenaza no solo con provocar su defenestración de Downing Street (el DUP ha amenazado con rechazar el Presupuesto que se presenta el día 29), sino que podría resultar en vano, ya que, tal como está planteado, el protocolo consensuado con Bruselas no cuenta, de momento, con suficiente apoyo en Westminster.
Mantener las líneas rojas que le exigen en Reino Unido, por el contrario, haría descarrilar el proceso, ya que la UE ha evidenciado que está dispuesta a dejar marchar a Reino Unido sin acuerdo, antes de menoscabar la cohesión del bloque.