Opinión

Exijamos la mayoría de edad financiera

    Foto: Dreamstime.

    Joaquín Gómez

    Cuando era pequeño no me dejaban ver el Pájaro Espino porque tenía dos rombos. Cuando en la mosca de la pantalla aparecían -- suponía que el programa no era adecuado para menores de 18 años. Hoy los niños se reirían de lo que entonces se censuraba. La sociedad ha decidido que la mayoría de edad en muchas cosas se cumple antes de tiempo, pero curiosamente para una de las cuestiones más importantes, la educación financiera, la gran mayoría prefiere vivir tutelada durante toda su vida.

    Los motivos de la escasa formación financiera son lógicos. Si la mayor parte de la sociedad ya tiene bastante con llegar a fin de mes, es muy difícil que pueda sentir ningún interés por aprender algo de finanzas. A lo que contribuye que si el ahorro, como ocurre hoy, no genera rentabilidad alguna sin riesgo, el aprendizaje es desmotivador. Esta es una de las causas por la que hoy la tasa de ahorro ha vuelto a bajar a niveles histéricos (más que históricos), y lo que los españoles guardamos en el colchón no llega a seis euros de cada cien que ganamos. Un porcentaje que es menos de la mitad que el que alcanzamos hace justo una década cuando la evidencia de la crisis que se nos avecinaba nos obligó a hacer despensa.

    Pero hay una causa endógena que acentúa la escasa educación financiera que hay en nuestro país. El español tiene instalado en su ADN que su ahorro ha sido, es y será tener una vivienda. Desde el momento en el que alguien es capaz de ahorrar, una vocecita le dice que ha llegado la hora de comprarse una casa, y cuando ya ha pagado una, a por la segunda. Y si la vocecita no le sale a él, ya vendrán sus padres o el resto de la tribu a meterle en la senda del buen camino. Esta forma tribal de trasladar la cultura financiera es la que hace que nuestro país tenga la estructura de ahorro financiero más ineficiente de los países desarrollados, con 4 de cada 5 euros de ahorro en ladrillo.

    Romper esta dinámica es uno de los objetivos de elEconomista, donde somos conscientes de que una parte del trabajo que hacemos cuando analizamos, seleccionamos y auditamos las ideas de inversión, para que nuestros lectores puedan utilizarnos para tomar sus decisiones, nos dirigimos a solo una pequeña parte de la sociedad que es la afortunada de tener un capital que invertir. Este público, que alcanza ya la mayoría de edad en su educación financiera, es el que conoce no solo la dificultad hoy de preservar el capital, sino de perder lo menos posible para no hacer un mal año.

    Nuestra obligación es proporcionarle primero acceso al mejor seguimiento del mercado. Segundo, reconocimiento a las mejores ideas de inversión de los profesionales para que pueda desprenderse de la condescendencia interesada con la que la industria trata al cliente tutelado. Y tercero, criticar a gobiernos, como el actual, que quieren criminalizar algo tan liberal como es la especulación o están tentados de subir las rentas del capital, olvidando que en su mayor parte son una doble tributación.