Opinión
La becerrada
Mariano Guindal
Con la manipulación política que se hizo del primer aniversario del 17-A empezó lo que algunos medios ya llaman "el otoño caliente catalán". Una serie de acontecimientos dirigidos a exaltar los ánimos independentistas con objeto de crear la expectativa de que la independencia está al alcance de la mano. Como declaró el abogado de Puigdemont, en dos años "Cataluña tendrá silla propia en la ONU".
Esta estrategia puede producir una enorme frustración cuando una parte de la población compruebe que la realidad es muy diferente a las ensoñaciones. Como en la película La becerrada (1954) dirigida por José María Forqué e interpretada por Fernando Fernán Gómez y Amparo Soler Leal, todo puede terminar en una especie de comedia bufa que dificulte el plan de Sánchez de desinflamar la herida antes de buscar una solución.
Si analizamos la programación de festejos para la vuelta del verano es comprobable que se sucederán las efemérides de fechas muy sensibles para el soberanismo: la Diada, el aniversario del 1-O, la declaración unilateral de independencia y la aplicación del 155. Momentos a los que hay que sumar el previsible juicio del procés, cuya sentencia no están dispuestos a aceptar, como dijo el presidente Torra, si no es absolutoria.
Por supuesto, los soberanistas intentarán que se olvide lo que ocurrió el 6 y 7 de septiembre cuando el Parlament aprobó la Ley del referéndum en contra de la Constitución y del Estatuto. Una sesión parlamentaria donde se visualizó el desprecio más absoluto a la oposición, a los principios democráticos más elementales y a la Ley. Una sesión parlamentaria que produce vergüenza ajena.
Es decir, un escenario sombrío muy poco propicio para que pueda prosperar la política de deshielo diseñada por Moncloa. Y todo en medio de un clima electoral y con la amenaza de unas nuevas elecciones catalanas donde la CUP se convertiría en la pieza clave del mapa político catalán.
El soberanismo no está interesado en la distensión, muy al contrario, su estrategia es mantener la crispación. Es desde el planteamiento de la bronca desde la que se pretende plantear una negociación del Estado español con un Gobierno débil y un bloque soberanista cuarteado.