Crisis turca, riesgo europeo
Marcos Suárez Sipmann
Turquía sufre el desplome de la lira. En este año la moneda nacional ya ha perdido un tercio de su valor. Ha caído a mínimos históricos frente al dólar. El mercado ha perdido la confianza en Recep Tayyip Erdogan y acecha la posibilidad real del colapso. La divisa continúa con su desmoronamiento, lo que causa más presión inflacionista ya que se encarecen las importaciones.
Si bien aún no es considerada "crítica", la delicada situación ha llevado al Banco Central Europeo a reforzar su vigilancia ante la exposición de la banca continental al mercado turco. BBVA, Unicredit o BNP Paribas se cuentan entre los más perjudicados con la crisis turca según informa el Financial Times.
"Ellos tienen el dólar, nosotros a Alá". Con comentarios de este cariz Erdogan pide tranquilidad sin demasiado éxito. Ante el preocupante escenario y la fuga de capitales el presidente echa la culpa a "campañas" urdidas y lanzadas desde el extranjero.
En cualquier caso, una parte significativa de los problemas de Turquía viene dada por las disputas con EEUU. Ankara y Washington no han logrado hasta el momento un acuerdo para rebajar las tensiones. Continúan las sanciones impuestas por EEUU el primero de agosto a dos ministros turcos por el asunto del pastor estadounidense Andrew Brunson, encarcelado en Turquía desde hace dos años, bajo la acusación de vínculos terroristas que el religioso niega. Washington exige además de la liberación de Brunson la excarcelación de otros doce ciudadanos norteamericanos que permanecen en cárceles turcas. En la lista figuran asimismo dos individuos de nacionalidad turca empleados en su Embajada en Ankara, cuya detención ya provocó la suspensión mutua de visados en octubre pasado. Diversos medios como The Wall Street Journal apuntan que la Casa Blanca podría imponer nuevas sanciones. Turquía respondió a las sanciones con contramedidas similares contra altos cargos estadounidenses.
La relación bilateral tiene más frentes abiertos. El apoyo estadounidense a milicias kurdas en Siria que Ankara considera "terroristas". Turquía, por su parte, acusa a EEUU de no querer extraditar al predicador islamista Fethullah Gülen, al que achaca el fallido golpe de Estado de 2016. La Justicia estadounidense asegura que no se han aportado pruebas suficientes que justifiquen su extradición.
Otra complicación es la firme intención turca de seguir comprando petróleo y gas a Irán, sin hacer caso a las sanciones impuestas desde EEUU tras abandonar el pacto nuclear. Ankara quiere garantías para no verse afectada por seguir comerciando con la República Islámica. Las sanciones de EEUU han acelerado la depreciación de la lira turca y ha aumentado la desconfianza de los inversores en la nación euroasiática. La subida de tipos de interés de la Reserva Federal encarece su endeudamiento en dólares y cierra las puertas de los mercados a la lira si esta sigue depreciándose. Aunque Turquía ha crecido en los últimos años, lo ha hecho basando el modelo en el endeudamiento exterior. En un entorno de tipos bajos esto no suponía mayores costes, ya que el dinero fluía y la inversión extranjera llegaba al país. Sin embargo, las subidas de tipos en EEUU han repatriado fondos y limitado el acceso a financiación.
Este conjunto de factores ha provocado que se dependa del consumo interno, en la actualidad lastrado por la inflación -alcanzó en julio el 16% interanual-; que se tenga un alto déficit comercial, ya que se crece con deuda y no con exportaciones; y que se necesite de inversiones extranjeras para crecer.
Una de las soluciones para Turquía sería subir los tipos de interés para limitar la inflación y estabilizar la moneda. Algo a lo que se niega Erdogan quien insiste en mantener unos tipos estables para que el dinero se mueva en la economía local. El autoritario presidente llegó a hacer un llamamiento a los ciudadanos para cambiar sus divisas y oro en liras para apuntalar la moneda.
El mandatario se resiste a renunciar a su modelo económico. Pero su ministro de Finanzas -que es también su yerno- no tendrá más remedio que presentar un nuevo plan que contemple la reducción de la deuda y del déficit público. Mientras tanto, se especula con la posibilidad de que se establezcan controles de capitales, elevar finalmente los tipos o, incluso, pedir un rescate al Fondo Monetario Internacional. Una derrota en toda regla para el ego del autócrata turco quien se vanagloria de haber cancelado la totalidad de las deudas del país ante el FMI en 2013.
En Europa siempre se ha subrayado la importancia geoestratégica de Turquía y su papel en la crisis migratoria. Mas no se prestó mucha atención a la economía. Un error. Ahora las graves dificultades financieras turcas golpean los mercados y representan una seria amenaza para la UE y el euro.