Opinión

Taxi vs VTC: el problema es el origen


    Cristina Triana

    El tiempo muerto en la batalla entre taxistas y VTC que marcó la semana pasada el Ejecutivo de Pedro Sánchez, no es más que un pequeño respiro para un conflicto que lleva años cocinándose y que puede todavía dar mucho que hablar, porque se anticipa que ninguna solución contentará a todo el mundo. Darle al taxi lo que demanda -aplicar la relación 1/30 o incluso exigir una doble licencia- puede abrir un conflicto legal amplío, largo y complejo, que repercutirá directamente nuestro bolsillo.

    Los españoles nos hemos acostumbrado a poder elegir entre parar un taxi por la calle o pedir un coche desde el móvil; entre pagar con tarjeta o efectivo lo que cueste una carrera, o entre conocer el precio del trayecto antes de subirnos al coche. Es una necesidad que ya está creada, por lo que parece complicado justificar cambios que restrinjan de manera importante esas alternativas. El reto, por tanto, está en impulsar una modernización del taxi -que impulse al cliente a elegirlos por voluntad propia y no por obligación ante la ausencia de alternativas- y, a la vez en ser capaces de medir las necesidades de cada ciudad desde una perspectiva estratégica, porque son un activo económico clave.

    Desde la liberación total de las VTC aprobada por el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, hasta la huelga de taxistas de la semana pasada en Madrid y Barcelona, han pasado muchos años en los que las administraciones públicas han demostrado su incapacidad para planificar y pactar un plan de movilidad con una perspectiva estratégica para las grandes ciudades, que son, claves para el desarrollo económico de nuestro país.

    Estas, sin embargo, no se han quedado quietas y han ido diseñando sus propios caminos. Madrid y Barcelona, llevan años insistiendo en que es necesario reducir el número de coches particulares y han ido dando pasos adelante, cada una a su manera y bajo la bandera de que el objetivo último es reducir la contaminación.

    Barcelona se ha convertido en una impulsora de la bicicleta y de la moto y mantiene abierto el metro 24 horas el fin de semana, mientras que Madrid ha trabajado en mejorar el transporte público, dando prioridad, hasta hace poco, a los vehículos sobre la bicicleta, y abriendo las puertas a la multiplicación de empresas que ofrecen alquileres de vehículos compartidos, quizás ya hasta unos límites que ya llegan a la saturación. Si a esta revolución del sharing, le unimos las VTC concedidas antes de que se implantara la ratio 1/30, a nadie le parece raro que el taxi esté preocupado por el futuro del sector. Lo que sí extraña es que el gobierno del Estado quiera delegar responsabilidades cuando está en juego la transformación del transporte dentro de las dos ciudades más importantes de la economía española. La actual crisis puede ser una oportunidad para crear -por fin- una estrategia reflexionada.