La furia que recorre Estados Unidos
Andrew Sheng, Xiao Geng
Muchos culpan de la rebelión populista de hoy en día en Occidente a la extrema derecha, que ha ganado votos al pretender responder a los agravios de la clase obrera, a la vez que aviva el miedo y promueve la polarización. Pero, al culpar a los líderes que se han apoderado de la ira popular, muchos pasan por alto el poder de esa ira en sí misma, que está dirigida a las élites cuya riqueza se ha disparado en los últimos 30 años, mientras que la de las clases media y trabajadora han permanecido estancadas.
Dos análisis recientes llegan al centro de las cuestiones en juego, en particular en EEUU, pero también en el resto del mundo. En su nuevo libro, el periodista Steven Brill argumenta que las instituciones estadounidenses ya no son aptas, porque protegen solo a unos pocos y dejan al resto vulnerable al comportamiento depredador en nombre del libre mercado. Según Brill, éste es un resultado de la meritocracia de EEUU: los mejores y más brillantes tuvieron la oportunidad de subir a la cima, pero luego, esencialmente, derribaron la escalera que dejaron detrás, ya que capturaron las instituciones democráticas y las utilizaron para afianzar privilegios especiales para sí mismos.
El autor Matthew Stewart está de acuerdo, argumentando que, "la clase meritocrática ha dominado el viejo truco de consolidar la riqueza y pasar el privilegio a expensas de los hijos de otras personas". Stewart muestra que a mediados de la década de 1980, la proporción de la riqueza estadounidense en manos del 90 por ciento más pobre de la población alcanzó un máximo del 35 por ciento; tres décadas más tarde, solo poseían el 20 por ciento, y casi todo lo que perdieron fue a parar al 0,1 por ciento más alto. El 9,9 por ciento entre estos dos grupos -lo que Stewart llama la "nueva aristocracia americana"- comprende lo que solía llamarse la clase media. En 1963, el 90 por ciento habría tenido que multiplicar por seis su riqueza para alcanzar el nivel del 9,9 por ciento; en la década de 2010, necesitarían 25 veces su riqueza para alcanzar ese nivel.
Gran parte de la población de EEUU está trabajando más duro que nunca, sin embargo, ha sufrido un descenso en el nivel de vida, agravado por los altos niveles de deuda de los hogares y, en muchos casos, la falta de seguro médico. El 10 por ciento más rico tiene fácil acceso a la educación superior, lo que permitirá que sus hijos tengan los mismos privilegios que ellos; el 90 por ciento más pobre debe trabajar mucho más duro para cubrir las elevadas tasas de matrícula y, por lo general, se gradúa con una pesada carga de la deuda. El 10 por ciento más rico recibe atención médica de primera clase; el otro 90 por ciento a menudo no la recibe o debe pagar un precio excepcionalmente alto por ella.
Se supone que la fiscalidad debe nivelar el campo de juego. Pero los republicanos estadounidenses han presionado durante mucho tiempo para que se reduzcan los impuestos sobre los ricos, argumentando que la reducción de las tasas impositivas marginales promoverá la inversión, el empleo y el crecimiento económico, lo que hará que la riqueza se filtre al resto de la sociedad. De hecho, los recortes tributarios para los ricos no hacen más que afianzar aún más sus ventajas, exacerbando la desigualdad.
Para empeorar las cosas, los pobres pagan más impuestos indirectos (sobre la tierra, bienes raíces y bienes de consumo), y el 20 por ciento más empobrecido de la población de EEUU paga más del doble de lo que el 1 por ciento más rico paga en impuestos estatales. Si a esto se añaden los retos que plantean la automatización y la robotización, por no hablar de los desastres naturales cada vez más frecuentes e intensos, no es difícil entender por qué tanta gente está tan furiosa.
Donald Trump se ha aprovechado de la ira popular para promocionar sus propios intereses
Según Stewart, el 9,9 por ciento es "el personal que hace funcionar la máquina que canaliza los recursos del 90 al 0,1 por ciento", tomando alegremente su "parte del botín". Pero la desigualdad que genera esta máquina puede tener graves consecuencias, ya que estimula el descontento social y, como estamos viendo hoy en día en EEUU, la formulación de políticas erráticas. Como sostiene el historiador austriaco Walter Scheidel, la desigualdad ha sido históricamente contrarrestada a través de la guerra, la revolución, el colapso del Estado o los desastres naturales.
Evitar un evento tan dramático requeriría que el 10 por ciento hiciera un trabajo mucho mejor en la promoción de los intereses del 90 por ciento, en términos de ingresos, riqueza, bienestar y oportunidades. Sin embargo, una combinación de miopía económica y polarización política ha llevado a muchos a tratar de desviar la ira popular hacia los inmigrantes, China y el comercio (incluso con aliados cercanos). Como resultado, el mundo entero está atrapado en una guerra proteccionista en aumento que nadie ganará.
Contradicciones históricas
Es cierto que, históricamente, las contradicciones y desequilibrios internos han conducido a menudo a conflictos interestatales. Pero eso no es inevitable. Más bien, el resultado depende de la calidad del liderazgo. En EEUU, por ejemplo, George Washington, Abraham Lincoln y Franklin D. Roosevelt lograron fortalecer su país porque reconocieron la necesidad de abordar las divisiones internas a la luz de los valores fundamentales, la posición global y los objetivos a largo plazo.
El presidente Donald Trump se ha aprovechado de la ira popular para promover sus propios intereses. Pero él no creó esa ira; las élites de EEUU han pasado décadas haciendo eso, creando las condiciones para que una figura como Trump emerja. Ahora que Trump está a cargo, las condiciones del 90 por ciento se deteriorarán aún más. Su enfoque del comercio, en particular, no solo no ayudará a las personas a las que pretende representar, sino que también destruirá el sentido de la Justicia y de la Administración.
Culpar a otros países es políticamente conveniente. Pero la única manera de "volver a hacer grande a EEUU" es abordando sus injusticias internas. Ningún arancel de importación o muro fronterizo puede hacer eso.