Opinión

Antes el más sabio era el jefe de la tribu, ahora el jefe es el que maneja los datos

  • La revolución tecnológica y social, ¿un fenómeno sin precedentes?
Imagen: Archivo

Fernando Botella

Decía el gran Ortega y Gasset que la vida se vive en gerundio, o sea, cambiando, haciendo… que el hombre no tiene naturaleza, sino que lo que tiene es Historia.

Viene esto a cuento porque parece, por lo que se dice y por lo que se escribe, que la apasionante revolución tecnológica y social que estamos viviendo en la actualidad es un fenómeno único en la Historia, sin precedentes. Y no lo es. O sí, en cuanto a que es apasionante y único en cierta manera, al menos, lo es para nosotros. Pero sobre lo de que no hay precedentes... Los hay. De hecho, la historia está repleta de ellos.

El cambio continuo siempre ha existido, no es ninguna novedad. La evolución del hombre, el sentido mismo de su existencia, se cimienta en el cambio. El ser humano va construyendo su destino sobre sucesos que ya han pasado antes, su devenir es cíclico.

Una transformación profunda

Así que no, no es la primera vez que la humanidad se encuentra en un momento de transformación profunda. En esta ocasión viene marcada de una forma clara por la evolución tecnológica, pero eso es algo que ya sucedió en el pasado con la piedra, con la rueda, con la imprenta, con la máquina de vapor, con la revolución industrial y con cientos de avances técnicos que modificaron profundamente las estructuras sociales y económicas de su época.

De manera que, ¿dónde está la novedad? Cada uno de esos grandes cambios tuvo sus particularidades, y la del momento actual sin duda viene marcada por dos características: la velocidad exponencial a la que se están produciendo todas estas transformaciones y la irrupción del dato a gran escala. La transformación digital es vertiginosa, no espera a nadie. Y es desbordante en cuanto a la información que produce. Estas dos particularidades nos obligan a adoptar un cambio de mentalidad para adaptarnos al nuevo escenario. Nos obliga a ser más líquidos, más flexibles, más humildes respecto a nuestras propias capacidades y menos apegados al dogma. Nos obliga a ser más creativos.

Pues bien, ni siquiera eso es una novedad. Porque todas las grandes transformaciones de la historia de la humanidad comparten un rasgo en común: que requirieron a quienes las experimentaron de un cambio de mindset, de mentalidad. También aquellos hombres de la prehistoria que descubrieron la piedra no sabían muy bien qué hacer con ella. Ni aquellos burgueses y eruditos de finales de la Edad Media que se encontraron con la imprenta. Todos ellos tuvieron que cambiar el chip, y hacer algo que es muy difícil de hacer, no importa cuál sea la época que te haya tocado vivir: cuestionarse el statu quo y abandonar, si ello es necesario, las propias creencias.

Volviendo al actual momento de transformación digital y revolución tecnológica, una de las creencias que nos hemos visto obligados a replantearnos tiene que ver con el manejo del dato. Antes había un teorema básico que afirmaba que la información generaba datos, los datos conocimiento y el conocimiento sabiduría. Y en este teorema se ha sustentado la evolución a lo largo de toda la historia de la humanidad. Pero esta "verdad" inmutable ha dejado de serlo. Ahora los datos que se generan y se manejan han alcanzado tal magnitud que escapan a la capacidad del ser humano, ya no podemos organizar por nosotros mismos toda esa información, así que el conocimiento no genera sabiduría; sino que el "dataísmo", la destreza para manejar las herramientas que procesan todos esos datos, la que lo hace.

El poder del "dataísta"

En esta nueva etapa tecnológica ser más sabio no me hace más fuerte, sino saber manejar los datos. El propio concepto de sabiduría se ha convertido en un gran dilema que debe ser sometido a revisión. Tradicionalmente, el más sabio era el jefe de la tribu; ahora el jefe es el "dataísta". Otro parámetro que cambia y que hay que tener en cuenta es que el conocimiento ha dejado de ir por delante de los avances tecnológicos; ahora la tecnología va más rápido. En la era de la robótica una enciclopedia no sirve para nada, sino que la clave está en la agilidad de aprendizaje.

Pero que no cunda el pánico. Otras cualidades que ya sirvieron al ser humano en el pasado siguen vigentes para ayudarnos a cruzar este nuevo puente hacia el talento del futuro: la imaginación, el sentimiento, el liderazgo, el pensamiento disruptivo...

Ahora se habla mucho de los entornos VUCA, pero, ¿es que acaso no ha sido el mundo siempre así? ¿Cuándo la vida no fue volátil? ¿Cuándo el cambio no fue incierto? ¿Cuándo no hubo cuestiones complejas de resolver? ¿Cuándo no fueron las soluciones a los retos que se presentaban ambiguas? La vida es, por definición, ambigua.

Hoy también lo es, solo cambia el enunciado de las preguntas que nos formulamos. La clave, en esta época como en las anteriores, consiste en entender que la transformación digital no es otra cosa que una transformación cultural. Y que, aunque nunca dejará de ser un apasionante desafío, sí dejará de ser un problema el día que aprendamos a integrarla en nuestra vida.