Opinión

Zuckerberg y Trump, un cóctel explosivo


    Amador G. Ayora

    La tecnología fue la protagonista de la semana. Pero no por las caídas en bolsa o por los beneficios y las facilidades para la vida de las personas, como defendían pioneros como Steve Jobs, sino por todo lo contrario. Facebook prestó datos de 50 millones de americanos a Cambridge Analytica sin ningún control sobre su uso. Su presidente, Mark Zuckerberg, tendrá que comparecer ante el Congreso de Estados Unidos para dar explicaciones.

    Después de guardar silencio durante más de 24 horas, entonó el mea culpa para anunciar una investigación interna para evitar más errores. Sin embargo, empiezan a existir sospechas fundadas de que no se trata de un simple fallo, sino de una pauta de conducta muy extendida en la firma de Menlo Park (California).

    La tecnológica utiliza los perfiles de sus usuarios para hacer negocio. En España, la Agencia de Protección de Datos lo sancionó recientemente por usar sin permiso los datos de los 21 millones de usuarios que tiene. Es decir, la totalidad de las fichas de sus clientes son cedidas a terceros.

    El propio Zuckerberg reconoció que hay una brecha en la legislación sobre las plataformas de Internet. Ésta va muy por detrás de las empresas. El caso español de préstamo de datos sin conocimiento del usuario muestra que es una práctica extendida y no un caso aislado.

    La presunta violación de las leyes europeas se produce porque Estados Unidos tiene una legislación mucho más permisiva sobre el tratamiento de los datos de terceros. Por eso, la Unión Europea quiere tomar cartas en el asunto para impedir que se atropelle la intimidad de millones de ciudadanos.

    Es necesario incrementar la transparencia para que los usuarios sean conscientes, en todo momento, de las cesiones que autorizan. Hasta ahora, saltarse la ley sale casi gratis. También habría que elevar la cuantía de las multas. En España, la Agencia de Protección de Datos solo sancionó con 1,6 millones las transgresiones de Facebook. Una cantidad ridícula, en relación a los alrededor de 200 millones que factura en nuestro país.

    El mismo día que Zuckerberg salió a la palestra para pedir disculpas, la UE desvelaba un impuesto del 3 por ciento a las empresas online que eluden tributar en un país porque no tienen presencia física en él.

    Mientras que el comercio tradicional paga religiosamente sus impuestos, las firmas de Internet le roban los clientes mediante costosos sistemas de reparto de sus productos gracias a que no pagan un euro al fisco. "La tecnología os hará libres", nos dijeron. Pero nadie nos contó que nos empobrecería.

    Por fin, las autoridades europeas se percatan de que junto a la transparencia y el fomento de las buenas prácticas se impone una mayor tributación fiscal de estas empresas.

    ¿Y qué opinan los sindicatos? Parece que están en Babia. El secretario general de UGT, José María Álvarez o el de CCOO, Unai Sordo, se empeñan en echar cada fin de semana a millones de ciudadanos a la calle para protestar por las pensiones, pero no mueven un dedo por los miles de jóvenes que trabajan en condiciones precarias, casi tercermundistas, para las empresas de la llamada economía colaborativa. Pero eso es harina de otro costal.

    Si el desarrollo de la tecnología, de la inteligencia artificial o del Big Data au-guran el mundo feliz que describió Aldous Huxley ya en la década de los treinta, no puede ser al precio de perder la privacidad o de empobrecernos. ¡Así no queremos el mundo feliz que nos prometieron!

    Aunque para decepcionante, el comportamiento del presidente Trump, que después de amenazar con levantar un muro infranqueable con México o con duras sanciones a las importaciones de aluminio y de acero del resto del mando, acabó imponiendo aranceles por 60.000 millones a China. El premier norteamericano va dando tumbos en sus decisiones, que cambian de minuto en minuto. Es como gobernar el mundo a golpe de Twitter o de corazonadas.

    China es el primer socio comercial de Estados Unidos y, además, el causante de más de la mitad de su gigantesco déficit comercial. Por tanto, tarde o temprano iba a estar en la diana de los improperios o de las sanciones de Trump.

    El presidente norteamericano lleva razón en que el imperio de Xi Jinping se apropia de la tecnología occidental para aplicarla con éxito en China, mientras que su mercado sigue ce-rrado a las empresas del resto del mundo. Gracias a eso fue posible la creación de gigantes como Alibaba o Tencent, que actúan sin restricciones en EEUU, mientras que sus homólogos, como Amazon, Google ó Apple no pueden entrar en China.

    Pese a los esfuerzos de apertura hechos en los últimos años por el Gobierno chino, está aún muy lejos de que haya reciprocidad en el tratamiento comercial. Pero resulta improcedente anunciar una tarifa arancelaria de esas proporciones de la noche a la mañana, sin haberla negociado ni contar con el respaldo de su partido. Vamos a ver en qué queda, porque aún no hay detalles de los productos afectados y el montante total pasó de 50.000 millones a 60.000 millones en cuestión de minutos.

    China es el mayor tenedor de bonos americanos y una de las medidas de revancha de Pekín podría ser deshacer paulatinamente esas carteras, ahora que el euro está fortaleciéndose, o dejar de ser un inversor relevante en títulos del Tesoro de EEUU.

    Es mejor no hacer juicios precipitados y no guiarnos por la sobrerreacción de Wall Street. Ya ocurrió con el Brexit o con la victoria electoral del propio Donald Trump y luego no fue para tanto. La primera prueba de que la guerra puede durar solo unos asaltos es que China reaccionó con sanciones por solo 3.000 millones, un 5 por ciento de las impustas por Trump. Lo que sí es cierto es que nos hemos metido en un buen lío. La combinación del conflicto comercial, la caída de Facebook y la incipiente subida de tipos de interés son una digestión muy difícil para los mercados.

    PD.- El tuit también fue el instrumento elegido por Rajoy para anunciar que España cumple con el déficit presupuestario por primera vez en esta década. Rajoy, desde la cumbre de la Unión Europea, quiso anticiparse así a la presentación de las cifras oficiales por Cristóbal Montoro, cuando la mayoría de los españoles estaremos ya disfrutando de unas merecidas vacaciones de Semana Santa. Sin duda, es una excelente noticia. En medio de la carrera de locas propuestas de gasto que se han embarcado Pedro Sánchez o Pablo Iglesias, el Gobierno quiere enviar un mensaje de austeridad al cumplir con el objetivo de déficit. Sobre todo, cuando se quedó tan solo una décima por encima del límite fijado en el 3 por ciento, que permitiría abandonar el procedimiento de déficit excesivo de Bruselas y dejar de estar supervisados por parte de los hombres de negro.

    De todas formas, después de que Turull haya sido enviado a la cárcel y procesado por rebelión, a Rajoy le va a resultar muy difícil sacar adelante los Presupuestos, ya que la supresión del 155 puede demorarse varios meses. Sin Presupuesto, la austeridad sale reforzada y las propuestas de gasto de Montoro se tendrán que realizar a golpe de decreto-ley. Eso sí, el circo electoral se ha puesto en marcha y el pin pan pum político está garantizado. Así que abróchense los cinturones, porque entre los conflictos de Trump o Zuckeberg y los líos internos de España esta primavera se presenta animada.