Opinión

El 'Mesxit' y la guerra de los hombres de paz


    Juan Fernando Robles

    Hay que ver la guerra que dan los hombre de paz. Tenemos pacíficos que igual justifican el terrorismo de ETA que promueven la desobediencia civil y el destroce del coche policial. Con estos hombres de paz no necesitamos de guerra, porque son de los que las montan y, eso sí, además van de éticos y morales, cuando no de religiosos.

    Aún está por descubrir la religión que ampara la discordia entre hermanos, vecinos y compañeros de trabajo. Tiempo habrá de que nos escriban el catecismo del rencor y la biblia del odio a España, pues práctica en estas piadosas virtudes no falta. Lo que sí es seguro es que esa religión donde lleva es a la pobreza, voto que se impone a toda la sociedad. Quizás tengamos que respetar tan extrañas convicciones, aunque por los hechos no las reconozcamos ni como cristianas, musulmanas o budistas. Sin duda hay más religiones, más que ligas de fútbol. Nos quedan tantas cosas por saber acerca de la Cataluña independiente: en qué liga jugará el Barcelona, qué religión será esa que fomenta el odio, con qué países tendrá frontera (pues si el Barcelona juega en la liga inglesa, es posible que Cataluña linde con Gales y Escocia).

    El asunto se pone muy complejo, sobre todo desde que ha aparecido Tabarnia. Porque ya no estamos hablando de un país, sino de dos, y no hablamos de independencia, sino de la independencia de la independencia, que es su cuadrado por la suma del cuadrado de los catetos, que deben ser los payeses soberanistas que viven de las ayudas comunitarias que perderían en caso de independizarse.

    Vamos, que no es de extrañar que Messi haya firmado una cláusula de Mesxit con todo este pa- norama, pues no quiere jugar en la liga catalana, supongo que porque, además de lo deportivo, ve inviable que le puedan pagar el pastón que tiene firmado.

    Tiene que ser Messi el que ponga el dedo en la yaga para escarnio del separatista futbolero: serás independiente, pero sin La pulga. La pregunta pitagórica que se debería plantear el separatista, ya sea cateto o hipotenusa, es de cuánto más tendrá que prescindir por sacudirse las pulgas españolas, que, al parecer, debe ser una epidemia muy molesta en la Cataluña profunda, pues el cansino español que merodea por lugares como el Monasterio de Poblet, Monserrat o Cadaqués deja dinero a cambio de consumir los escasos productos del país o compra a distancia los bienes preciados que se producen. Intolerable transferencia económica que enriquece Cataluña, pero la hace dependiente del resto de España, que es en lo que debe consistir el robo: bebernos el cava, comernos el cerdo y zamparnos el fuet.

    Al hombre de paz que acata lo que le están obligado a acatar, pero que no lo acataba cuando de su propia vo- luntad dependía, el Tribunal Supremo le sigue dejando en prisión precisamente por eso. En su última misiva le ha entrado el lirismo estoico, que en esta melé de fútbol y política, podría ser Stoich-kov, pero con mejores maneras. Creo que se ha equivocado de corriente filosófica, porque está más cerca de los cínicos, ya que desprecia la convivencia y civilización en la que vive España gracias a su Constitución y sus leyes y aspira a que Cataluña viva empobrecida, pero feliz, desprendida de toda preocupación material.

    En sus reflexiones romanas, se olvida que ha sido el responsable de Economía del cesado Govern y sería interesante someterle a un careo, ya que está en los juzgados, con los trabajadores que están yendo al paro como consecuencia de su brillante política económica, y de la otra, que ha conseguido expulsar a más de 3.200 empresas y hacer que Messi también sitúe su domicilio social en la liga española, porque lo de las otras ligas es pura retórica de la casa. Aunque el cínico, que no estoico, dirá que la culpa de todo eso es de Mariano Rajoy, porque no es sensible al sentir mayoritario del pueblo catalán. Nuestro presunto estoico representa a poco más del 20 por ciento de electores catalanes, lo que no le ha impedido, ni los jueces creen que le impediría, imponer religiosamente la independencia al cien por cien.

    Tras las últimas decisiones judiciales, la república lleva camino de ser más factible en Estremera que en Cataluña. Tendremos que seguir soportando las lecciones de filosofía grecorromana y el delirio flamenco en perjuicio de todos, pero lo que ya parece meridianamente claro es que la impunidad se ha terminado para los que perturban la convivencia social y el orden constitucional. Perseverar sin concesiones en esta línea es la única salida que han dejado al Estado para defender los derechos de todos, incluidos los que creen que no son defendidos.