Opinión

Continuará la sangría en Cataluña


    Miguel Ángel Bernal Alonso

    Por desgracia, no hay semana desde el verano que no tengamos que volver los ojos hacia Cataluña. Como saben, hemos conocido los datos de desempleados registrados por las oficinas de los Servicios Públicos de Empleo. En un escenario invadido por la deriva secesionista, este dato, como muchos otros, nos señala las terribles consecuencias económicas que la política ilegal y anticonstitucional de la dupla lisérgica, Puigdemont y Junqueras, está teniendo en aquella parte de la geografía española.

    Los datos mensuales de desempleo nos muestran una Cataluña, otrora un motor de empleo, transformada en un lastre para el resto del país. Es la segunda comunidad autónoma con peor evolución en el mes. El desempleo en Cataluña ha aumentado en 7.391 personas, lo que supone una subida relativa de los trabajadores sin puesto laboral de un 1,78 por ciento. La caída de los afiliados a Seguridad Social disminuye en 4.038 personas. Evidentemente que en las cifras hay que tener en cuenta que en Cataluña el sector de la hostelería tiene una peso especifico importante. Viene a ser un 13 por ciento del PIB, suponiendo un 14 por ciento de la mano de obra ocupada. Ahora bien, en Cataluña los datos vienen impulsados por la caída de las reservas hoteleras, de menor número de viajes, todos ellos relacionados con la Declaración Unilateral de Independencia, aún cuando parece que ahora ya no era unilateral.

    Es previsible, a pesar de las elecciones y aún suponiendo una victoria de los partidos constitucionales que la economía catalana no se recupere de los palos recibidos, al menos durante mucho tiempo. De esas, de momento, 3.000 empresas ninguna va a volver a Cataluña, es más van a seguir saliendo. El ritmo de salida lo marcará el resultado de las urnas, donde una mayoría independentista aceleraría la salida, y que un empate entre los bloques tampoco solucionaría nada. Por cierto, una victoria de los grupos constitucionalistas frenarían y reducirían el número. Pero, en mi opinión, no es suficiente para permitir una recuperación de las compañías que han hecho las maletas.

    Una empresa, más con la importancia que algunas tienen, como los bancos, no hacen las maletas para volver al poco, lo hacen de forma definitiva. Es algo que han reconocido importantes figuras del mundo empresarial, toman las decisiones de forma racional y fría. Es más, su vuelta podría ser hasta perniciosa para las mismas. No, no es esto algo que me invente, fíjense que los antisistema que tanto han condicionado la rebelión para la sedición se muestran orgullosos de la estampida de empresas de allí: "Hemos podido ver que, con el chantaje de las empresas que han cambiado de sede social haciendo el juego en España, se demuestra que cuanta menos dependencia tenemos de estas grandes empresas financieras, energéticas y de infraestructuras más soberanos somos". Tampoco van a volver si la CUP perdiera importancia en el bloque golpista, no van a volver porque tanto Puigdemont, Junqueras o cualquier otro responsable político, en vez de reconocer su error, siguen diciendo que es culpa del Gobierno de España. ¿Culpa por defender la ley y la Carta Magna? ¿Culpa por no haber sembrado la inseguridad e incertidumbre de la ilegalidad? Lo único que los predicadores del desastre consiguen con estas manifestaciones es demostrar, a los que tomaron las decisiones de cambiar su sede social y fiscal, lo acertado de esa decisión.

    Cómo van a volver empresas, flujos de recursos inversores, devolver la confianza a los agentes sociales responsable de localizar a una empresa, si allí no se enmienda la plana y se reconoce el error. Cómo van a entender los responsables empresariales que Cataluña vote por las mismas personas, no por el partido político, sino por las personas, que han llevado al desplome.

    Estas ideas, especialmente la de que las empresas no van a volver, las ha expuesto con claridad rotunda José Luis Bonet, presidente de Freixenet y de la Cámara de Comercio de España. Es más, ha agradecido expresamente la aplicación del artículo 155, si bien en mi opinión debería haber añadido que es una medida que tendría que haberse tomado mucho antes. De haberse aplicado antes el 155 y si al Gobierno español, con Rajoy a la cabeza, no le hubieran temblado las canillas, hoy el problema de Cataluña sería mucho menor. No habría habido la salida de empresas que ha habido, no tendría Cataluña los nefastos efectos económicos que la asolan, los inversores no tendrían dudas. Desengañémonos ya de una vez, cuando la pasta dentífrica se saca del tubo es imposible meterla nuevamente.

    Algunos dicen que es una visión, la mía, pesimista. Bueno, es lo mismo que decían sobre que un golpe de estado secesionista no tendría ninguna repercusión. Es más, que esa independencia sería apoyada y reconocida por Europa. Sin embargo, mi visión no era negativa, era realista y ajustada totalmente a lo que ha ocurrido. Una vez más hay que repetir que esto se podía haber evitado, bastaba con algo tan sencillo como hacer que la Ley se cumpliera en una parte del territorio español. Lo siento y me duele por esa buena parte de la sociedad catalana, que es la que más está sufriendo el maldito proceso.