Opinión

La España invertebrada


    Amador G. Ayora

    El ministro de Hacienda la vuelve a liar. Los Presupuestos que presentó Montoro el martes deberían haber sido los del optimismo por la falta de recortes, pero han acabado en controversia. El titular de Hacienda guardaba un caramelo envenenado, el recorte de la inversión pública nada menos que del 21 por ciento por término medio. Un porcentaje que supera el 30 por ciento en autonomías como Andalucía, Comunidad Valenciana, Galicia, Castilla y León ó Asturias. Naturalmente, todos sus dirigentes protestaron de inmediato.

    Sobresalen por su dureza las reacciones de la presidenta andaluza, Susana Díaz, y de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, quien calificó la inversión de "decepcionante" y promovió una moción en contra en la Cámara regional. La Comunidad Valenciana está entre las más castigadas no sólo en comparación con el ejercicio anterior, sino en cifras totales. Es el farolillo rojo en inversión por habitante, con solo 119 euros, por debajo de los 185 euros de la media nacional y, por supuesto, de los 439 euros per cápita de Melilla o los 405 de Castilla y León, las dos que están en el top.

    Casualmente, Cantabria, tierra natal del ministro de Fomento, Iñigo de la Serna, es de las más beneficiadas, con 344 euros. Alberto Núñez Feijóo tampoco puede quejarse, porque recibe 341 euros, muy por encima de los 138 de Andalucía.

    Montoro intentó defenderse comparando con el presupuesto ejecutado y no en relación al previsto, con lo que empeoró más las cosas. El presupuesto lo ejecuta el Gobierno central, sobre todo, Fomento. Es decir, que acabó echándose la culpa a sí mismo.

    Tampoco sirvió el intento de calmar los ánimos con un aumento de las transferencias a las autonomías en más de 5.000 millones. Esos dineros responden a retrasos y a la expectativa de incremento de su recaudación.

    El recorte se produce sólo unas semanas después de que los empresarios y las instituciones de la Comunidad Valenciana y Murcia se reunieran para quejarse por la práctica parálisis del Corredor Mediterráneo, que pretende unir Algeciras con Rotterdam, en una primera fase.

    En otro artículo anterior, ya expuse mis dudas sobre las grandes expectativas creadas en este corredor, ya que Rotterdam, el gran puerto de Europa, podrá competir con Valencia para importar o exportar los productos de la península ibérica. Pero lo cierto es que hay sectores esenciales para la economía regional, como el hortofrutícola o el automovilístico, que tienen puestas sus esperanzas en este corredor.

    Es inaudito, además, que Barcelona y Valencia, la segunda y tercera ciudades españolas, aún no estén comunicadas por AVE. La conexión ferroviaria con Zaragoza, la siguiente ciudad por población, es a través de una vía precaria, que solo permite circular trenes a velocidad de tortuga y con escasa capacidad de carga de mercancías. La vía aragonesa facilitaría una alternativa a Cataluña en caso de que arrecie el conflicto territorial.

    La pugna entre Montoro y Ximo Puig viene de atrás. A finales del año pasado, cuando el presidente de la Generalitat congregó a los principales representantes de la vida civil valenciana en el Círculo de Bellas Artes, de Madrid, para quejarse por el reparto histórico de los fondos regionales. La cita sentó como una bofetada en Alcalá, 5, sede del Ministerio de Hacienda, que está a solo unas decenas de metros del Círculo de Bellas Artes. La España Invertebrada que José Ortega y Gasset escribió en 1922 tras la pérdida de las últimas colonias y el resurgimiento de los nacionalismos vasco y catalán sigue vigente.

    Montoro se equivoca, no solo porque Valencia es uno de los bastiones de su partido, sino porque el Arco Mediterráneo es el principal motor de la economía española, si se exceptúa a Madrid, y no se pueden desatender las demandas de una zona tan próspera y tan importante para España.

    Agotada, por el momento, la vía de la subida de impuestos, Montoro recurre al recorte de las inversiones productivas para contener el déficit al 3,1 por ciento. Todo menos dar un tijeretazo a las empresas públicas y al gasto de la administración. Las autonomías no tendrán que hacer ningún ajuste este año para cumplir su objetivo de déficit del 0,6 por ciento, cuando deberían aprovechar los años de bonanza para reducir su tamaño y las necesidades de financiación antes de la próxima crisis económica

    El Presupuesto no debería salir adelante a cualquier precio. Resulta bochornosa la técnica de presión desplegada por el diputado de Nueva Canarias, Pedro Quevedo, que esta semana subió a 5.000 millones la puja para dar su conformidad a las cuentas del Estado. El archipiélago es la única autonomía en que se incrementa la inversión pública en este año, a falta de conocer las enmiendas que se pacten con otros grupos, como los vascos del PNV. Un flaco favor del ministro.

    Popular y Gamesa.- Por lo demás, la semana trajo dos sorpresas: los ajustes en las cuentas del Popular y la renuncia del consejero delegado de Gamesa, Ignacio Martín, después de la larga negociación mantenida por el equipo del presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, para defender su puesto en la fusión. Martín, artífice del milagro de crecimiento del fabricante eólico español, se sintió desairado por la creación de una presidencia no ejecutiva. De todas formas, Gamesa seguirá teniendo el sello español, ya que su presidenta será Rosa García, máxima ejecutiva de Siemens en nuestro país.

    En cuanto al Popular, la caída de su número dos, Pedro Larena, estaba cantada después de que el presidente, Emilio Saracho, tumbara su proyecto inmobiliario e introdujera cambios en las cuentas presentadas por él. Larena procedía del sector inmobiliario y carece de un perfil para gestionar la banca al por menor, y menos con las dificultades actuales. Su sucesor, Ignacio Sánchez Asiaín, se curtió en estos temas con el reflotamiento que hizo de CajaSur desde Kutxabank.

    La decisión de Saracho de no reformular las cuentas para no dar pie a demandas por parte de fondos y particulares, y la reticencia mostrada por la gran banca española a acometer una fusión hasta que se sanee, deja sólo una vía expedita: achicar el tamaño del banco mediante ventas de activos, para dar tiempo a plantear una ampliación de capital dentro de un año. Se ve que a Saracho le gustan las emociones fuertes.