La 'dolce vita' económica
Amador G. Ayora
E l ministro de Hacienda y Función Pública, Cristóbal Montoro, animaba esta semana a los asistentes a los premios Emprendedor del año, de EY, a divertirse y disfrutar del acto, ya que "los sentimientos no tributan". La frase despertó rápidamente la hilaridad del público ante su conocido ánimo recaudatorio.
No es por llevar la contraria a Montoro, pero la posibilidad de que Grecia saliera del euro provocó un terremoto, que condujo a la doble W de la recesión europea en 2012; ese mismo temor se despertó con el triunfo del Brexit en junio pasado. La victoria de Donald Trump en noviembre actuó, contra lo previsto, como un revulsivo para la economía americana, mientras que la posibilidad (hoy remota) de que Marine Le Pen logre la presidencia francesa deprime la moneda única y frena las inversiones en este país.
¿Qué ha cambiado para que el año pasado por estas fechas los mercados financieros cayeran en torno al 20 por ciento por temor a que China arrastrara al mundo a una recesión global y ahora suban alrededor del 5 por ciento? Nada en absoluto o muy poco.
La economía se mueve por expectativas, esperanzas o temores la mayoría de las veces incumplidos. Esta semana, hemos visto cómo las bolsas prolongaban el rally de fin de año porque Trump, en el discurso ante el Congreso, dejó finalmente de lado la mayoría de sus amenazas de extorsión comercial contra otros países.
También, porque un fiscal amenaza con imputar a Le Pen en un delito por incitar a la violencia, castigado con hasta tres años de cárcel, lo que permite a su principal rival político, Enmanuel Macron, pisarle los talones en los sondeos electorales.
Las dudas sobre el euro existentes hace unas semanas se esfuman ante la mejora de las perspectivas para que el exministro de Economía acceda al Elíseo. Pero no hay ninguna certeza de que vaya a ser así.
Igual ocurre en el Reino Unido, donde los mercados aplauden que la facción unionista de los torys, encabezada por el exprimer ministro John Major, se percate de que el 48 por ciento de los británicos votaron a favor de permanecer en la UE y su opinión merece ser tenida en cuenta. Además, está el revolcón que la Cámara Alta le dio esta semana a la primera ministra, Theresa May, por intentar pisotear los derechos de millones de europeos residentes en Gran Bretaña.
Los británicos comienzan a valorar que sin esta mano de obra, en su mayoría muy cualificada, su nivel de vida se resentirá y, probablemente, empeore. Las multinacionales americanas ya advirtieron a Trump de que los millones de inmigrantes de alta calificación, que engrosan sus plantillas, son imprescindibles para la buena marcha del negocio.
Hasta los mexicanos se atreven ya a levantar el dedo contra el todopoderoso presidente de EEUU para advertirle de que adoptarán represalias si restringe caprichosamente el comercio fronterizo de mercancías y personas entre los dos países. El Tratado de Libre Comercio (TLC) debe ser revisado, pero para evitar el tránsito de delincuentes y de productos ilegales por ambas partes. Trump también tiene vergüenzas que esconder bajo sus alfombras: se calcula que existen alrededor de 15.000 puntos clandestinos para el traspaso de armas por la frontera. El marco de relación debe ser el diálogo y no la amenaza permanente.
El propio Montoro dibujó a España, en el foro de EY, como una isla de estabilidad institucional en Europa, que los empresarios deberían aprovechar para impulsar el crecimiento y reducir el paro.
Las primarias del PSOE bloquean la aprobación de los Presupuestos o la convalidación del Real Decretó para acabar con los privilegios de los estibadores. Pero ambas circunstancias pasan de momento desapercibidas. Sólo la remota posibilidad de que Ciudadanos rompa el pacto de Gobierno tras el conflicto en Murcia o que la huelga de estibadores, que arranca la próxima semana, se radicalice, empañan el horizonte.
Vivimos un momento económico dulce, respaldado por los buenos datos económicos a ambos lados del Atlántico. La subida de tipos en Estados Unidos se ve como un trámite necesario, que no abortará la velocidad de crucero de su economía, gracias a la potente rebaja impositiva de Trump.
En el Viejo Continente, los datos macroeconómicos empiezan a arrojar mejoras en la producción industrial, en la salud financiera de la banca y en las cuentas de resultados de las grandes empresas, a la par que sube la confianza, tanto de los consumidores como de los empresarios.
Los sentimientos positivos prevalecen sobre las incertidumbres políticas y cotizan al alza en los mercados. En definitiva, vivimos un momento agradable, dentro de un mundo confuso y alocado. Como la bella Roma descrita por Federico Fellini en La Dolce Vita, el escenario de las andanzas de Marcelo Mastroiani. Hasta Montoro sonríe feliz, pensando en hacer una buena caja en los próximos meses. Que aproveche, porque lo que no sabemos es cuánto durará.
P.D.- Otra muestra de la desorientación y el aislamiento del gobernador del Banco de España, Luis María Linde, es el nombramiento de Julio Durán al frente de la Supervisión de la entidad. Durán no es siquiera inspector, proviene del Servicio de Estudios y luego dirigió el departamento de Regulación y Estabilidad Financiera. Su mérito es ser el fiel seguidor de Linde, que lo rescató cuando fue nombrado en el verano de 2012. En vez de aprender del pasado, persiste en los errores para la próxima crisis financiera.