Opinión
Saracho marca su propio camino
elEconomista.es
El proyecto Sunrise de Banco Popular queda en vía muerta. Así se iba a llamar la inmobiliaria cotizada a la que, según el plan original aprobado por el consejo, se segregarían 6.000 millones en activos de ese tipo que ahora lastran el balance de la entidad.
Sunrise era un pilar clave del plan de saneamiento que el presidente saliente, Ángel Ron, creó para paliar la difícil situación. Nadie puede acusar a Ron de haberse paralizado ante ese deterioro ya que, además del diseño de la inmobiliaria, también acometió una nueva ampliación de capital y un fuerte recorte de plantilla y de oficinas.
Merece valorarse todo ese esfuerzo, lo que no impide reconocer que Sunrise se enfrentaba a grandes dificultades. La CNMV iba a ser muy exigente con el volumen de provisiones que debían respaldar a la inmobiliaria, en previsión de que sus activos se depreciaran o su valor no remontara.
A ello, se deben sumar las reservas que también mostraba el BCE, y el bajo interés que los bancos de inversión manifestaban hacia la operación. Son todas razones de peso a la hora de explicar por qué Emilio Saracho, quien será el nuevo presidente a partir del lunes, se desmarca del proyecto Sunrise. Es más, lo que se valorará de su labor en la entidad no es su grado de fidelidad a una hoja de ruta que ya está establecida.
No en vano, Saracho desembarcará en Popular sin ningún mandato definido, por parte del consejo, lo que le permitirá evaluar por sí mismo cuál es la viabilidad real de la entidad. El resultado de ese análisis todavía no puede preverse, pero es ya posible anticipar que la capacidad del nuevo presidente a la hora de marcar su propio camino será decisiva a la hora de encontrar una solución de futuro para Popular.