Opinión
La resaca electoral en los mercados
javier amo
El resultado final de las elecciones en Estados Unidos nos ha supuesto una sorpresa no sorprendente, valga la redundancia, dado que después del Brexit, que además de sorpresa nos sumió a todos en la incredulidad, en el fondo teníamos unos ciertos temores de que se produjera lo que finalmente ocurrió.
En primer lugar, porque todos somos conscientes de una confluencia de datos sociológicos que en su conjunto nos mostraban un panorama más complicado que el de los datos macroeconómicos. Por un lado, el empobrecimiento de las clases medias, y, por el otro, un aumento desmedido de la desigualdad, con la capacidad adquisitiva del americano medio prácticamente por debajo de la que tenía en los años 60 y una conciencia generalizada de que la siguiente generación iba a vivir peor que esta.
A estos factores habría que añadir un desprestigio creciente de las ideologías y sobre todo de las clases políticas que, instaladas en sus respectivas zonas de poder, se alejan cada vez más de las realidades ciudadanas. Todo esto aderezado por una evidente falta de calidad intelectual de la clase política, que incluso llevó al Gobierno iraní a permitir la transmisión en directo de los debates para mofa de sus habitantes. En segundo lugar, está el personaje. No es la primera vez que nos quedamos atónitos ante la irrupción de personalidades que nos parecen fuera de toda consideración en una elección inteligente: Reagan, Berlusconi... Pero detrás de estos fenómenos subyace siempre una razón.
En este caso, Trump ha sido brillante al convertirse en el político antisistema por excelencia (de hecho, hasta su propio partido estaba en contra de su candidatura) desarrollando un gran producto (él mismo) que vender al electorado ansioso de oír a alguien que se hiciera eco de los problemas que les asaltan cotidianamente. Además, ha sabido localizar muy bien quiénes son los posibles clientes potenciales de este producto: las clases medias y especialmente las de raza blanca asustada por la pujanza del resto de comunidades. Y, finalmente, unos canales por los que acceder a esta población frustrada, que la política tradicional todavía no ha desarrollado, como las redes sociales. ¿Y la economía qué? Pues básicamente como buen programa populista, no había propuesto nada concreto, simplemente "dejadme hacer que yo tengo las soluciones". Por un lado, estímulos fiscales y reducción del gasto público (sin concretar cómo y cuándo) y, por otro lado, instalación de barreras proteccionistas que aislasen aún más la economía americana, lo cual no es extremado dado que el PIB americano depende en torno al 16 por ciento de la exportación.
Por su parte, en los mercados, en primer lugar, vimos unos momentos de bajada acusada que rápidamente cambiaron de signo. Tiene algún sentido: por un lado, la incertidumbre económica hace suponer que la tan anunciada subida de tipos no se va a producir próximamente porque la prudencia nos permitiría pensar que hasta que no se sepa el impacto de las nuevas políticas en la economía sería mejor no mover ficha, si bien sería un retraso no muy largo porque las anunciadas medidas proteccionistas tenderían a generar algo de inflación, lo cual haría que la curva de tipos se inclinase un poco más llevando a una apreciación del dólar.
Y finalmente una bajada de impuestos que obviamente siempre tiende a contribuir al crecimiento (no así a la mejora de las desigualdades y de los compromisos que le han llevado al poder). Todo esto nos lleva a predecir quienes serán los grandes beneficiados y perjudicados.
Entre los sectores ganadores: defensa y seguridad, basado en el mensaje de uso de la fuerza en Oriente Medio; construcción, (plan de infraestructuras de más de 500.000 millones); consumo, inherente a una bajada de tipos e impuestos; biotecnología, sector al que Clinton tenía bajo amenaza; y petróleo (negacionista en el tema del calentamiento global).
Por contraposición, los sectores que acusarán dificultades serán el sector salud (Obamacare), las energías renovables y empresas que basan su P&L en la mano de obra barata. ¿Y los bancos? Trump proclamó en su día que los bancos vivían aplastados por un tsunami de regulación que les impedía planificar para el futuro y pretendía la derogación de la Ley Dodd-Frank, lo cual ha sido acogido de manera muy favorable por el sector y así se ha reflejado en las cotizaciones. Al final dependerá del equipo del que se rodee (lo cual sigue siendo una incógnita) y de la capacidad de maniobra que tenga a la hora de aplicar su ideario.