Opinión
Lo que nos espera
Amador G. Ayora
Algunos ministros apelan a la conocida fábula de la rana y el escorpión atribuida a Esopo para describir el panorama político que viene. El escorpión, identificado figurativamente con el PSOE, clavó su aguijón mortal sobre la rana, cuando ésta le ayudaba a cruzar el río sobre sus hombros.
-¿Cómo haces algo así? ahora moriremos los dos, se lamentaba el anfibio
-No he tenido elección. Está en mi naturaleza, respondió el escorpión.
Los populares colaborarán con los socialistas para evitar el mal trago de la división del partido, tras la dimisión de su secretario general y el nombramiento de una gestora.
-Pero inevitablemente quedaremos en sus manos, de manera que el nuevo Gobierno tendrá los días contados en el momento que pierda su apoyo para aprobar las grandes reformas, reflexiona un ministro.
La primera prueba de fuego está a la vuelta de la esquina, en los Presupuestos Generales, que este viernes se prorrogaron temporalmente. El ministro de Hacienda en funciones, Cristóbal Montoro, tiene la intención de elaborar unos nuevos para que entren en vigor el próximo año. El proyecto debe incluir ajustes por 5.000 millones, como mínimo, a fin de alcanzar el déficit del 3,1 por ciento pactado con Bruselas para 2017, un punto y medio inferior al actual.
Su aprobación parlamentaria requerirá el apoyo de Ciudadanos y la abstención de una parte del PSOE, como ocurrirá en la sesión de investidura de Rajoy.
La colaboración con Ciudadanos es también imprescindible. Su líder, Albert Rivera, muestra su disposición a respaldar al Gobierno en las principales leyes a cambio del cumplimiento del acuerdo alcanzado hace unos meses. Uno de los puntos conflictivos de ese compromiso es la modificación de la reforma laboral para acercar su diseño al contrato único, diseñado por Luis Garicano, entre otros asuntos.
La ministra de Empleo en funciones, Fátima Báñez, se reunirá este lunes con patronal y sindicatos para hablar, entre otros temas, de cómo abordar el exceso de temporalidad en el trabajo. La sentencia del Tribunal Superior de Justicia de la Unión Europea (TSJUE) puso en tela de juicio el encadenamiento de los contratos, que abarrotan tanto la Sanidad como la Educación.
Los sindicatos exigen cambios profundos para combatir la excesiva temporalidad también en el sector privado, una de las lacras de los contratos laborales que se firman desde finales de la crisis. El secretario general de la UGT, Josep María Álvarez, advirtió en una entrevista concedida esta semana a elEconomista, que convocará una huelga general si el Gobierno aplica el acuerdo alcanzado con Ciudadanos.
Todos esperamos como agua de mayo la formación de un Gobierno, que ponga en marcha el mecanismo de la economía. Pero éste se va a encontrar un camino lleno de espinas, muy difícil de transitar, incluso para un "karateka" como Rajoy, según lo califica The Wall Street Journal.
Quien también lo tiene muy complicado es la première británica, Theresa May. Su visita esta semana a Madrid pasó desapercibida, pese a la estrecha relación existente entre ambos países. España es el segundo inversor en la City británica y uno de los países de acogida de mayor número de ciudadanos británicos residentes fuera del Reino Unido. May cometió en su corto mandato varios errores imperdonables: primero, se dispuso a pedir la lista de ciudadanos extranjeros que trabajan en las empresas de su país para dar prioridad en la contratación de empleados nacionales. Una actitud contraria a las normas básicas sobre libertad económica, que imperan en cualquier país civilizado.
Después, amenazó con restringir la entrada de europeos, pese a que pretende mantener sus privilegios comerciales sobre libre circulación de mercancías con la UE. Por último, puso la fecha de comienzo de negociaciones en marzo, solo un mes antes de los comicios franceses y en la antesala de los alemanes. Una provocación en toda regla a los dos mandameses europeos, François Hollande y Ángela Merkel, que necesitan reafirmar los aspectos positivos de la pertenencia a la Unión ante sus electores.
El resultado es que la libra se hundió el 20 por ciento desde el Brexit, lo que comienza a disparar los precios de los productos básicos y limita el crecimiento económico. Un informe interno de su propio Gobierno, filtrado por la prensa, evaluaba el impacto negativo en 70.000 millones. May afronta su mandato con el partido conservador dividido por la mitad, al igual que los votantes británicos, a lo que se suma la amenaza de independencia de Escocia.
Para colmo de males, los bancos, aseguradoras o las decenas de fondos de inversión con sede en la City londinense han comenzado a buscar otros lugares para trasladar su negocio, tras constatar esta semana que perderán el pasaporte que les dé acceso al mercado único. La City mueve cerca del 10 por ciento del PIB británico, pero el 80 por ciento de su actividad procede de otros países de la Unión Europea, lo que augura una debacle.
May se equivoca al optar por la vía más radical. Los principales perjudicados serán los ciudadanos y las empresas de su país y luego las del resto de Europa, entre ellas las grandes multinacionales españolas.
¡Menos mal que Donald Trump se hunde en las encuestas frente a Clinton! El populismo anglosajón y no los problemas del euro es el mayor desafío para la economía mundial en este momento.