Opinión

¿Quién paga la irresponsabilidad de la democracia directa?


    Joaquín Leguina

    La "democracia directa" que hoy está intentando colarse en la vida política europea elimina un principio elemental de cualquier sistema democrático: el de la "responsabilidad", que sí existe en la democracia "representativa", pues al votar delegamos en nuestros representantes (en España esa delegación dura cuatro años) y pasado ese tiempo los elegidos han de dar cuenta ante el electorado.

    En las democracias de verdad, las votaciones no se hacen a mano alzada ni mediante tramposos procedimientos electrónicos sino en urnas, es decir, que en democracia el voto es universal, directo y secreto.

    La gran irresponsabilidad del Brexit ha dado cuenta del mal funcionamiento de la democracia directa. ¿Quién responde ahora de ese desastroso resultado?, ¿los mentirosos que engañaron a los británicos con su demagogia antieuropea?, ¿el necio de Cameron? No, nadie va a responder del daño causado por estos demagogos.

    Pero volvamos la vista hacia Madrid. La llegada de activistas a los Ayuntamientos en las listas de Podemos ha representado la implantación de un nuevo dirigismo, disfrazado de "democracia directa", que ha puesto patas arriba los principios democráticos. Lo que está ocurriendo en la villa de Madrid es de traca.

    Primero se anunció una consulta a los vecinos acerca del desarrollo urbanístico de la plaza de España. En esta misma dirección y en un alarde de imaginación, el Ayuntamiento de Madrid ha creado una nueva figura: el mediador cultural. Una especie de adoctrinador del público, para convencerle de que lo que va a ver es lo mejor del mundo, pues así lo han decidido las asociaciones vecinales.

    En todo el proyecto de incorporación de esta nueva y desafortunada figura no aparecen los artistas. Qué más da, el protagonismo lo tienen los ciudadanos, manipulados por los activistas del barrio, que, casualmente, son los peones políticos de los concejales de Podemos y sus "confluencias".