Opinión

El flotador de Podemos o cómo hacer para volver a resultar "sexy"

  • Lo único que podría evitar el bajón sería la fusión con Izquierda Unida
Pablo Iglesias en el Congreso. Imagen: Efe

Carmelo Encinas

No cabe duda de que Pablo Iglesias cometió un grave error cuando trató de humillar a un periodista en la Universidad Complutense. El gremio de la prensa es bastante menos corporativista de lo que generalmente se piensa. Los trabajadores de cualquier sector pueden tener problemas laborales y elevarlos al conocimiento público para defender sus intereses menos los periodistas. El mundo de la información ha sufrido y continúa sufriendo una crisis brutal con ingentes mermas en las retribuciones y toda suerte de expedientes de regulación de empleo y despidos masivos. Nada de ello ha trascendido al gran público como si la prensa debiera sufrir lo suyo en silencio.

No sucede lo mismo cuando se toca o siquiera se roza la libertad de expresión, ese principio básico que alimenta este oficio y garantiza el ejercicio de la democracia en cualquier sociedad avanzada. Cuando eso ocurre, saltan todas las alarmas y la profesión reacciona. El líder de Podemos cometió la torpeza de atacar ese principio en la persona de un periodista concreto que se hallaba en la sala, un compañero al que trató como un esbirro de no sé qué "reglas del juego" que él parece dispuesto a romper. Desde ese momento no hubo un solo medio hablado o escrito que no cargara contra él y contra su organización por el modelo de control de la comunicación que parecen tener en su cabeza.

Al día siguiente llegarían las rectificaciones y las disculpas aunque no resultaron demasiado creíbles. Saben que fue un error, que Pablo Iglesias actuó embriagado por el confort de un público bochornosamente entregado y el arrope de su guardia pretoriana. Que se le soltó demasiado la lengua. Lo que no sé es si son conscientes de la magnitud del error y si hay algún atisbo de contrición más allá de intentar parar el golpe. Para Podemos sería importante que así fuera porque de no corregir esos conceptos la imagen de la organización y de su líder se vería severamente perjudicada en un momento crítico.

Su crisis interna con la destitución traumática de Sergio Pascual, el enfado de Errejón, las críticas territoriales por exceso de arrogancia y personalismo, la dispersión de las confluencias y otros episodios le han quitado brillo a la propuesta morada que que ya no resulta tan "sexy" (utilizando la propia terminología empleada por Iglesias en la Complutense) como tenía en las elecciones del 20 de diciembre.

¿El salvavidas de IU?

La percepción general es que Podemos ha perdido fuelle y todos los sondeos demoscópicos así lo corroboran. En unas, ya parece que inevitables, elecciones, lo único que podría evitar el bajón sería la fusión con Izquierda Unida. Su líder, Alberto Garzón, ha logrado en estos meses una mejora en las expectativas de la coalición gracias a su actitud dialogante, y a una buena imagen personal.

Garzón ya intentó acompañar a Podemos en los pasados comicios pero le negaron el acceso porque los de IU, dijo entonces Iglesias, "eran unos tristes". Le exigieron su abducción. Iglesias, que antaño iba a la estación de Atocha a recoger a su amigo Alberto cuando venía de Málaga, le trataría como un cochero en aquella inolvidable escena del sofá.

Ahora, la situación es otra, ahora le necesitan para salvar el trance electoral del 26 de Julio, y Garzón está en condiciones de vender muy cara su piel. En su formación muchos no quieren ni oír hablar de Podemos hasta el punto de amenazar con el cisma, y a lo que nadie está dispuesto es a disolverse en las filas moradas. Lo que aceptarían es una coalición a nivel nacional en la que las siglas sean preservadas.

Las primeras encuestas auguran que, en el mejor de los casos, esa fórmula permitiría superar en votos al PSOE aunque no en escaños. Sería pues un sorpaso incompleto. Esos mismos sondeos arrojan además un dato poco tranquilizador para los interesados en la fusión, casi la mitad de quienes votaron a IU no está seguro de que volverían a votarla si va de la mano de Podemos. Unas vacilaciones en la que tratará de pescar el PSOE.

Esta semana arrancará la negociación y la voluntad de ambas partes es llegar a un acuerdo. Habrán de tratar asuntos complicados como el económico con una Izquierda Unida en quiebra, pero la parte mollar será el reparto de puestos en las listas. Garzón quiere estar en la de Madrid, no encabezando la de Málaga como le ofrecieron para el 20D, y tampoco en un puesto de segunda fila. Él sabe que ahora es el flotador de Podemos, que su valoración es alta y que su relación con los medios es óptima. En cambio, Pablo Iglesias no tiene a la prensa muy contenta.