Opinión

Otra cumbre europea, ¿nueva farsa?


    Marcos Suárez Sipmann

    Se está perdiendo demasiado tiempo. Países como Hungría, Polonia, Eslovaquia, siguen afirmando que no son parte de ningún plan común para enfrentarse a la crisis de los refugiados. Mas sólo si la Unión Europea llega a una fórmula justa podrá enfrentarse al reto, distribuyendo equitativamente las cargas para aliviar las penalidades de los que huyen de la guerra.

    Por su parte, Turquía está abrumada con los 2,7 millones de refugiados recibidos. Y el país puede conseguir mucho a cambio de su esfuerzo. Duplicar su ayuda a Europa para atender a los que acoge es la esperanza para un avance en el proceso de adhesión, con la apertura de nuevos capítulos y facilitando los mecanismos de entrada para sus ciudadanos con la eliminación de los visados. No obstante, la Unión no se puede dejar chantajear en plena crisis.

    Se pretende en estos momentos mejorar las garantías de un acuerdo con Turquía que presenta dudas en cuanto a los derechos humanos y las garantías legales. La base del pacto es: los inmigrantes que llegan ilegalmente a través del Mediterráneo a Grecia deben ser devueltos a Turquía mientras un mismo número de refugiados sirios sea reubicado legalmente en países de la UE. La esperanza de lo acordado con el primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, es doble. Que menos refugiados pierdan la vida en un viaje extremadamente peligroso. Y destruir el inhumano "negocio" de los traficantes de personas.

    Desde el instante mismo en que la propuesta para el acuerdo empezó a circular surgieron protestas de organizaciones humanitarias en contra. La intención del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, es presentar pronto los cambios previstos en el acuerdo, con el fin de acallar las objeciones de organizaciones pro derechos humanos como ACNUR. A partir de entonces, cada refugiado tendrá que solicitar asilo en suelo griego. Un proceso que, según lo previsto, será más rápido. Afirmó que es importante analizar las solicitudes de asilo de forma individual, algo que se seguirá haciendo.

    Sin embargo, los cambios realizados o a efectuar se consideran irrelevantes, y es de lamentar que solo obedezcan a cuestiones legales formales. Amnistía Internacional (AI) se opone resueltamente a reconocer a Turquía como país seguro, aunque las peticiones de asilo se vayan a tramitar de forma individual. Este país ha cerrado la frontera con Aleppo, y los refugiados sirios no disfrutarán de la protección total que garantiza la Convención de Ginebra. Solo recibirán el llamado "estatus de refugiado especial" y estarán en situación de vulnerabilidad. Según AI ha habido casos de sirios e iraquíes devueltos a sus países de origen desde Turquía.

    Ankara, además, envía a algunos migrantes (también sirios) de vuelta a sus países de origen. Por no decir que el resto, ya sean iraníes, iraquíes o afganos, todavía no han sido reconocidos como refugiados. ¿Cómo se puede confiar en que respetarán sus derechos? El Observatorio de los Derechos Humanos califica el acuerdo de expulsión colectiva, a pesar de que los refugiados serán sometidos a procedimientos individuales. Siguiendo la regla de los países seguros, serán mandados de vuelta a Turquía en una especie de "procedimiento simulado". El acuerdo es peligroso, critica la organización humanitaria. Es una solución ilegal y poco práctica.

    Ciertamente, el Gobierno turco es un socio, cuanto menos, problemático. Hace caso omiso a los derechos fundamentales hasta en el trato con sus propios ciudadanos. Discrimina a la mujer, acosa a los medios de comunicación y a los periodistas. Las minorías, por delante la kurda, son desfavorecidas y se dificulta su participación política.

    Resulta obvio, pese a todo, que Turquía debe asumir un papel central en la gestión de la migración hacia Europa. El país se está esforzando estos días para demostrar su capacidad, pero ¿es posible confiar en Ankara para que regule el control de flujos? ¿No resulta poco realista pensar que de repente el ejecutivo turco respetará cuidadosamente las normas europeas y las convenciones internacionales?

    La Unión debe mejorar el acuerdo con Turquía, y hacerlo sin traicionar sus principios y obligaciones legales. Respetando los valores fundamentales y el derecho internacional. Es difícil, sí, aunque no imposible.

    El otro problema sigue siendo la inexistencia de un acuerdo europeo. ¿Cuántos refugiados serán recibidos en total? ¿Con acuerdo a qué reglas serán distribuidos entre los Estados miembros? ¿Habrá cuotas voluntarias adicionales?

    Y este problema de falta de acuerdo en la Unión es incluso más grave que la desconfianza hacia Turquía. Porque sin solución europea toda la negociación entre Ankara y Bruselas deviene en cruel e inútil farsa.