Opinión
Urge contener aún el gasto público
elEconomista.es
Los partidos se embarcan en una peligrosa carrera de promesas que dispararán el desembolso de la Administración.
Con el inicio de la campaña electoral, España entró en la recta final hacia las elecciones más disputadas de su democracia. Como la última encuesta del CIS reflejó, las mayorías absolutas son imposibles y aún existe una cifra récord de indecisos (41 por ciento). Ante este escenario, los principales partidos exacerban su propensión a hacer ambiciosas promesas al electorado, sin pararse a considerar lo que esos compromisos supondrán en términos de gasto público y de ruptura de la disciplina fiscal.
Podemos representa el caso extremo, gracias a su propuesta de destinar 15.000 millones a una nueva renta básica universal y revertir los ajustes en sanidad y educación.
Sin llegar tan lejos, pero huyendo también de toda austeridad, se sitúan el PSOE, con su renta mínima vital y su plan de elevar las prestaciones por paro, y el complemento salarial y la bajada general del IRPF de Ciudadanos.
Incluso el PP anuncia nuevas rebajas impositivas y bonificaciones a la contratación sin detenerse a cuantificar su impacto fiscal.
Está equivocado quien piense que la indudable recuperación hará que promesas de este tenor sean inocuas. España se enfrenta aún al exigente reto de reducir su déficit público al 2,8 por ciento del PIB en 2016, una tarea que se complicará aún más si, como la Autoridad Fiscal Independiente prevé, el desequilibrio roza este año el 5. Tampoco implican riesgos menores su alto nivel de deuda pública, casi del 100 por ciento del PIB, o los 400.000 millones de vencimientos entre pasivo privado y público para el año que viene, a los que el ministro De Guindos aludió en la inauguración de la La Noche de la Economía de elEconomista.
Ante un panorama fiscal así, más allá de los cálculos electoralistas, urge aún contener el gasto público.