Opinión
¿Es posible Salvar Abengoa?
Amador G. Ayora
El ministro de Economía, Luis de Guindos, aseguró este viernes que Abengoa es viable. Y lleva razón. Se trata de una empresa con tecnología punta y dueña de una ingeniería (Abeinsa), que es la joya de la corona por su rentabilidad y fue durante años el motor de la empresa. ¿Entonces, por qué está casi en la quiebra? El principal problema es su exceso de endeudamiento, unos 20.000 millones, alrededor del 2 por ciento del PIB español.
El grupo sevillano ligado a la familia Benjumea creó una filial en Estados Unidos (Abengoa Yield), en la que agrupó sus mejores activos y la sacó a cotizar a bolsa. Algo que han hecho otras sociedades como ACS (Florentino Pérez) con Saeta Yield y planea realizar Acciona (José Manuel Entrecanales) con su filial de renovables. Hasta aquí todo correcto. El problema fue que Abengoa utilizó su fillial americana para seguir endeudándose. Cuando las agencias de rating sumaron los débitos de ambas sociedades, comenzaron las dificultades, ya que se cerró el grifo de la financiación.
El grupo lleva muchos meses sin pagar a sus proveedores, por lo que su agujero podría ser inmensamente mayor del que reconoce en estos momentos. Ese es el motivo por el que el grupo vasco Gestamp se retiraró de la puja. La desconfianza sobre los estados financieros de Abengoa. El pasivo total se estima en 27.000 millones.
Ante la magnitud del agujero, poco puede hacer el Gobierno, más que presionar a la banca para que adopte una quita. El Santander, el principal acreedor, fue quien buscó a la familia Riberas, dueña de Gestamp para intentar reflotar la sociedad. Ahora es imposible encontrar otro mirlo blanco que se haga cargo de ella. La única salida es que sea la propia banca quien, después de sanear sus cuentas, se encargue de reflotarla, como ha hecho en Pescanova o en Metrovacesa.
¿Eso es posible? Si separamos el endeudamiento por su origen, el bancario representa alrededor de 8.900 millones, menos de la mitad del total. Una cifra un poco superior a la de Martinsa-Fadesa, que acabó en la quiebra, y más del doble que la de Pescanova, que logró una reestructuración ejemplar.
Pero en esta ocasión hay una traba añadida y es que sólo 3.600 millones están contraídos con entidades españolas, los 5.300 millones restantes (unos dos tercios) son con bancos extranjeros. Los llamamientos a la responsabilidad y las presiones de políticos como Mariano Rajoy o Susana Díaz tendrán, por tanto, un efecto escaso entre los acreedores foráneos.
Por supuesto, es impensable que los ejecutivos español o andaluz asuman la gestión, como señaló muy oportunamente el titular de Industria, José Manuel Soria.
¿Qué más se puede hacer? El otro paso lógico, que ya habían puesto en marcha sus gestores, es la venta de activos. La participación del 47 por ciento que mantiene en su filial de EEUU cotizaba al cierre del jueves, la jornada del desplome bursátil de Abengoa, por 684 millones. Sólo con ese dinero, el grupo sevillano podría cubrir la ampliación de capital que tiene pendiente.
Abeinsa, la ingeniería, también se vendería por un buen precio. Pero no nos engañemos. Esta fórmula, que podría haber salvado a Abengoa hace tan sólo unos meses, llega demasiado tarde. Será necesario una propuesta que combine ventas de instalaciones, quitas de deuda y nuevas inyecciones de liquidez para pagar nóminas y proveedores.
De momento, los bancos han confiado al recién nombrado presidente, José Domínguez Abascal, los nuevos poderes ejecutivos para que ponga orden en la contabilidad. Su primera decisión fue centralizar todos los gastos para ejercer un control sobre ellos.
Abascal tendrá que negociar también con los bonistas, integrados tanto por fondos de inversión de renta fija como por personas individuales, que ostentan otros 4.400 millones. En Sevilla, muchos pequeños inversores adquirieron títulos de una emisión con vencimiento en marzo de 2016 que cotizaba con un descuento superior al 30 por ciento. Un chollo que planteaba ganancias de casi el 50 por ciento de la inversión con sólo esperar unos meses, ya que no esperaban una caída tan rápida.
Los problemas comenzaron con la apuesta del anterior presidente, Felipe Benjumea, por el biocombustible, que le llevó a abrir varias fábricas en España y filiales en otros países. El sector del automóvil creció con los productos híbridos, pero no de biodiésel ni etanol. El recorte de las subvenciones públicas agravó las dificultades, pese a que Abengoa tenía en nómina nada menos que a cinco políticos en su consejo. Entre ellos, Ricardo Martínez-Rico, exsecretario de Estado de Presupuestos y hombre muy próximo a Cristóbal Montoro. El golpe de gracia vino tras el anuncio de una ampliación de capital por 650 millones sin asegurar. Salvar Abengoa es posible, pero con la mitad de la mitad de su tamaño actual.