Opinión

Cataluña: el daño puede estar ya hecho

  • Mas ha dilapidado gran parte del bienestar de los catalanes

Miguel Ángel Bernal Alonso

Este fin de semana, aquí en España, toda la atención está centrada en las elecciones autonómicas catalanas. Conviene no olvidar que son sólo y únicamente autonómicas, aun cuando acaparan todos los focos de los medios de información nacionales y, cómo no, buena parte de los internacionales. La razón estriba en que lo que hasta hace poco era un partido nacionalista pero constitucionalista, Convergència, hoy se manifiesta abiertamente secesionista. Este partido, ante la pérdida del apoyo popular se arropa con otras opciones políticas, conformando un más que exótico matrimonio de conveniencia, abocado a un descarrilamiento forzoso. Los secesionistas quieren convertir la llamada a urnas en un acto plebiscitario para consumar la secesión, de ahí el interés, pero sigue siendo una convocatoria para elegir representantes autonómicos; la consulta no puede pasar de ahí.

La secesión es totalmente ilegal, lo sabe cualquiera que tenga la Constitución en sus manos, aunque parece que ahora los partidos secesionistas reniegan del Estado de Derecho; ya se sabe que lo de cumplir las leyes no va con ellos. Mas ha dilapidado buena parte del bienestar del pueblo catalán por su nefasta gestión desde que es presidente de la Generalitat pero, lo que es aún peor, está deteriorando las perspectivas futuras. El mayor daño de esta estrambótica convocatoria de elecciones puede estar hecho, sobre todo, en perjuicio de los que residen allí. A mí, que no soy político, lo que más me llama la atención es que ellos, los partidos secesionista, deberían estar dialogando. Rajoy, nuestro presidente del Gobierno, también lo debería haber hecho y haber encontrando soluciones. Pues bien, no: no han sido capaces de lo mínimo que se les exige. Esa exigencia ya no es ni siquiera solucionar nuestros problemas, sino no crear más de los que desgraciadamente se presentan.

Son muchas las voces que han permitido que se llegara al desafío que hoy se vive. Algunas de las personalidades del mundo de la empresa y la banca que hoy se manifiestan contrarias al pulso planteado han estado hasta el momento calladas. Por supuesto ha habido pesos pesados del empresariado catalán que han manifestado su oposición total a la independencia, así como los peligros que entraña, al igual que alguna otra organización. Otros han callado pero ya tienen domiciliadas sus empresas fuera de Cataluña. En los últimos días, prácticamente en esta última semana, hemos visto declaraciones en contra de importantes organizaciones e instituciones económicas y financieras. Las principales agrupaciones empresariales se han manifestado claramente en contra de la independencia y apelan al diálogo. Llama la atención que UGT y CCOO no digan nada, otra de sus injustificables actuaciones, y van muchas. Las dos principales asociaciones que agrupan a las entidades de crédito, AEB y CECA, apelan ahora contra el proceso secesionista. El Banco de España ha levantado ampollas cuando ha dicho algo que todos los no conversos a la religión secesionista saben: corralito e incertidumbre sobre la garantía de los depósitos acechan detrás de la pretensión secesionista. Podemos mantiene una postura manifiestamente ambigua para pescar en río revuelto; a eso le llamo yo sentido de Estado. Al igual que ocurrió con Escocia en el reciente referéndum para su independencia, los partidos nacionales y el Gobierno no han abordado esta campaña convenientemente, ni tiempo ni con toda la importancia que requiere el órdago. Al final las grandes empresas reconocen, la mayoría, que con una Cataluña independiente tienen preparados planes de contingencia para trasladar el domicilio social, ya sea a España o a cualquier otro país de la Unión Europea. Muchos de los empresarios, banqueros y financieros hablan de un escenario bastante negativo ante el envite emprendido, en caso de consumarse. Siguiendo el ejemplo de la prensa, que lleva tiempo advirtiendo en sus editoriales y columnas de opinión de ello, la movilización debía haberse parado mucho antes y no haber llegado hasta aquí.

No, nunca se debía haber llegado hasta aquí. La historia de los referéndum o cualquier tipo de consulta nos demuestra que aquellos territorios que han planteado estas consultas no han salido bien parados, aun cuando la independencia no se haya producido. Un buen ejemplo de ello lo tenemos en Quebec, el territorio canadiense que lo ha intentado en dos ocasiones: 1980 y 1995. Lo que ocurrió después está documentado y estudiado, por ejemplo por el Montreal Economic Institute. Esta entidad comparó lo que había ocurrido entre la parte angloparlante de Canadá y la de los territorio quebecos; en Internet lo pueden encontrar fácilmente con este título: Quebec´s disappointing economic performance in the last 25 years.

En el informe se remarca cómo después del referéndum muchas empresas se fueron de Quebec a la otra zona. El crecimiento de Quebec fue inferior al propio de la otra parte de Canadá, con una caída de la inversión. Hubo una fuerte inmigración hacia los terrenos de habla inglesa, especialmente entre los jóvenes. Además, tiene problemas para el desarrollo y financiación de infraestructuras y equipamiento social, como por ejemplo grandes hospitales. La creación de empleo fue mucho más dinámica en la parte de habla inglesa. En general, y como reseña el mencionado informe, Quebec ha salido mal parado del referendo de independencia. Son de agradecer los posicionamientos recientes, pero se debía haber parado antes todo el proceso. El dialogo, como bien saben en Canadá, siempre es mejor que el enfrentamiento.