Pekín comparte sus problemas
Miguel Ángel Bernal Alonso
Se juegan en la actualidad varias partidas económicas donde la economía china desempeña un papel estelar. Crecimiento económico a nivel mundial; futuro de los países emergentes ligados a las materias primas; el futuro del yuan como moneda de referencia si es utilizado por el Fondo Monetario Internacional como divisa de referencia; deuda pública americana y sostenibilidad de la misma son algunas de esas múltiples partidas a las que me refería al inicio, pero que podríamos referir en una frase: la disputa del centro económico por parte de China a los Estados Unidos de América a nivel mundial. Todo ello sin mentar la posibilidad, certeza en mi opinión, de que el país oriental vive en una burbuja inmobiliaria y de activos financieros que nos transmiten muchas dudas sobre el estado del sistema crediticio chino y su enorme shadow banking. Viene al hilo estas reflexiones por el movimiento de depreciación que el banco central chino ha realizado esta semana, depreciando su divisa frente al dólar.
China viene preocupando desde hace tiempo en occidente. La economía china lleva a cabo un esfuerzo ingente por desarrollarse desde hace al menos 35 años. Durante este tiempo el avance económico ha sido muy considerable. Su modelo era el de una economía volcada a la exportación, acumulando un importantísimo nivel de reservas e importantísimo nivel de inversión como semilla del futuro crecimiento; en ningún momento se cuidaba o se veía como básico el desarrollo de la demanda interna. Con este esquema China ha venido creciendo, durante los últimos treinta y cinco años, a tasas superiores al 10 por ciento durante muchos trimestres; se ha llevado a cabo un éxodo de la población desde el campo a las ciudades sin precedentes, las obras e inversión acometidas han sido ingentes, y muchas de ellas han sido seguidas por la prensa de todo el mundo por la importancia y complejidad de las mismas. China es hoy ya un jugador de primer orden en el ámbito económico mundial y sus empresas y empresarios comienzan a expandirse por todo el mundo, no solo por los países desarrollados, sino también por los países en vías de desarrollo o emergentes.
Sin embargo desde hace tiempo, unos cuatro o cinco años, el modelo de crecimiento chino ha empezado a cuestionarse y en muchos aspectos parece ya agotado. China hoy ya no cuenta con una mano de obra competitiva, por una parte, por la subida de los salarios que se han triplicado, así como la apreciación de la moneda china. Esta apreciación se deja sentir tanto contra su competidores en materia de producción -Corea, Japón, Tailandia-, como en los mercados donde venden sus productos: EEUU, y Europa. El modelo chino tal y como lo hemos conocido está agotado, ahora y en ello está, debe desarrollar su demanda interna que en aquel país representa un 35 por ciento del PIB, mientras que en EEUU, o Europa la ratio se halla sobre el 70 por ciento. Para que el avance de la demanda interna sea suficiente China necesita crecer a una tasa superior al siete por ciento, de no llegarse a ella su economía no generará puestos de trabajo adicionales en un país que tiene un movimiento migratoria enorme desde la pobreza del campo hacia eldorado de las ciudades. Los responsables políticos saben que de no generar empleo y absorber los niveles de pobreza puede haber complicaciones y movimientos sociales. Es esta tesitura, la de un crecimiento inferior al 7 por ciento, la que para mí está detrás del movimiento que hemos visto recientemente de rebajar la paridad de la divisa china frente al dólar. En ningún momento China abandona el cambio de modelo, no hay vuelta atrás en este movimiento, porque no parece posible. Sin embargo la caída de las exportaciones debilita a la economía y pone en peligro la transición hacia el nuevo modelo. Este movimiento y la búsqueda de impulso vía depreciación nos lleva a más de uno a pensar que la economía china no está tan boyante como se nos aseguraba. Además la tendencia de las exportaciones del dragón asiático es a la baja, para lo que ya hay creadas alternativas, y están funcionando en las empresas fuera de China que han tomado el relevo a las empresas nacionales. Mal asunto cuando se recurre a devaluaciones para aumentar las exportaciones, pues se puede iniciar una guerra de divisas, si es que ya no estamos en ella.
Sin embargo y como casi siempre en economía todo parece un juego de suma cero, lo que aparentemente es bueno en un sitio es malo en otro. El primero de estos países a los que les afecta el movimiento de la divisa es EEUU. El movimiento de depreciación del yuan exporta precios más bajo a la economía americana, la cual se debate bipolarmente. Las cifras de mercado laboral animan a aumentar los tipos de interés, sin embargo las cifras de inflación y, sobre todo, las perspectivas ante el movimiento del yuan parecen cercenar próximas subidas de tipos de interés. Todo apunta a que una vez mas la Fed retrase la subida de tipos, dado que no se vislumbran presiones inflacionistas. Por cierto a Draghi no le debe haber hecho gracia, pues esa paridad del euro frente al dólar se aleja nuevamente.
Pero queda, quizá, el mayor de los problemas a corto plazo, los países emergente que dependen de las materias primas para generar crecimiento ,y aquí sobresale un nombre propio: Brasil. Hasta ahora los emergentes se han apoyado en las exportaciones dirigidas a China, pero el escenario ya no es proclive. China amenaza ahora a las economías emergentes.