Churchill, Åslund y la caída de Rajoy
- El PIB no gana elecciones; incluso a veces ayuda a perderlas
Eduardo Olier
Decía Groucho Marx que la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos en cualquier lugar, diagnosticarlos mal y aplicar remedios equivocados. Y puede que sea cierto. Recuerden sino la última rueda de prensa del pasado 30 de abril con la vicepresidenta del Gobierno acompañada de los dos ministros económicos.
No sé quien sugirió al ministro de Hacienda llenar la pantalla de gráficos incomprensibles para el 99,99% de la población. Toda una forma de ahondar en la estrategia de perder votantes a cada minuto. Ya lo avisamos en estas mismas páginas el pasado 7 de noviembre de 2014: el PIB no gana elecciones. Y deberíamos haber añadido: incluso puede ayudar a perderlas; como, previsiblemente, será el caso.
Winston Churchill es, seguramente, conocido por nuestros gobernantes. Al menos el personaje. No sé ya si están al tanto de su ascensión a primer ministro en mayo de 1940, después de haber abandonado la política diez años antes. Su vuelta al poder en aquellos difíciles días nada tuvo que ver con la economía. Se trató de la entrada de Inglaterra en la Segunda Guerra Mundial. Churchill se puso a la cabeza de la manifestación: fue el impulsor de que Gran Bretaña entrara en la guerra, pero se mantuvo siempre al lado del pueblo; pidiéndole enormes sacrificios, pero también haciéndose partícipe de ellos. Nunca estuvo alejado en su atalaya.
Hay que leer sus entrevistas de aquellos días para saber cómo actúan los grandes líderes. Baste esta frase suya de 1939: "La guerra es horrible, pero la esclavitud es peor, y usted puede estar seguro -decía al periodista- de que el pueblo británico prefiere perder muchas cosas luchando que vivir en servidumbre". Era la identificación del estadista con el pueblo.
Es más dudoso que nuestros dirigentes actuales hayan oído hablar de Anders Åslund. Se trata de un importante economista del Peterson Institute de Washington, bien conocido por sus análisis del mundo postcomunista. Sin embargo, les recomendaría leer un artículo suyo de junio de 2012: Southern Europe ignores lessons from Latvia at its peril, donde compara la actitud ante la crisis financiera de los dirigentes del sur de Europa y de Letonia. Los gobernantes letones, ante los serios ajustes económicos que debían afrontar para superar la crisis económica, explicaron con claridad las opciones a tomar, e hicieron partícipes a la oposición. Con esto ganaron la confianza de los electores.
Contrariamente, aquí se han llevado a cabo muchas medidas impopulares sin la complicidad de los sufridos contribuyentes. De ahí el rechazo actual. Y es que los ciudadanos soportan bien los sacrificios impuestos si los entienden; si se explican bien y con humildad; y si ven que los políticos que los ponen en marcha están igualmente afectados de los recortes. Una necesidad que Anders Åslund enfatiza diciendo que los ajustes han de ser equitativos entre la clase dirigente y los ciudadanos. Algo que los gobernantes letones hicieron de manera contundente: el Gobierno de Letonia, por ejemplo, prohibió los ingresos dobles de los altos funcionarios y de los políticos, y recortó el salario de los ministros un 35%. No haremos comparaciones con nuestro caso.
La aparición en España de partidos políticos nuevos de inexistente representatividad nacional, que tienen hoy grandes expectativas de poder, no es sino el resultado de lo anterior. Actuar con criterios paternalistas en pleno siglo XXI ya no es factible. Hacer bien al pueblo pero sin el pueblo, es propio de otras épocas. Escuchar a relevantes representantes políticos diciendo que ellos han resuelto la crisis es incluso ofensivo.
La crisis económica se ha ido saldando (aún queda bastante para salir de los problemas estructurales de la economía española) gracias al sacrificio de los españoles. Las ganancias de productividad han venido de la caída de los salarios y la corresponsabilidad de los sindicatos. Incluso el crecimiento de las exportaciones es el resultado de los esfuerzos de cientos de empresarios que han tenido que buscar nuevos mercados con enormes dificultades. Y así podríamos seguir. Y es que muchos políticos no acaban de ser conscientes de la realidad.
Lo que pasó en 2012 fue el resultado de un enorme fuego proveniente de varios focos, entre ellos los causados por el Gobierno anterior; y, en consecuencia, los españoles, en las elecciones anteriores, eligieron a unos bomberos; es decir, al PP. Ahora, al parecer, los fuegos se están extinguiendo. Y el propio Gobierno no deja de publicarlo a los cuatro vientos. En consecuencia, los españoles no buscarán a los bomberos de nuevo. Ya no hay fuego. Es, por tanto, el turno de los decoradores. Los españoles elegirán a creativos decoradores. Y el problema es que algunos decoradores gastan sin tino, llenan la casa de muebles inservibles y de habitaciones sin sentido; aunque, eso sí, den gusto a todos. Habrá muebles, cortinas y nuevos espacios de muchos colores. Incluso Madrid será el exponente mundial de los espectáculos acuáticos. Se volverá a repetir la historia.
Y ahí quedará la responsabilidad y la ocasión perdida de los bomberos que no supieron cambiar a tiempo de profesión.